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LA SUSTANCIA

Tu cuerpo es un campo de batalla

Cuando Brian de Palma fue preguntado por qué había escogido la cuchilla de afeitar como arma en Vestida para matar (1980) respondió que leyó en alguna parte que las mujeres temen ser desfiguradas más que la propia muerte. Coralie Fargeat, con su última película, La sustancia (2024), recuerda que no hay peor desfiguración que la natural, el envejecimiento –es decir, la presión social misógina por mantener a las mujeres bellas, suntuosas y jóvenes para que cuando lo dejen de ser puedan ser sustituidas por versiones mejoradas. La sustancia se plantea como una fábula en la que una droga permite a una actriz venida a menos –Elizabeth Sparkle (Demi Moore)–, despedida de su trabajo como presentadora de un programa de Aerobic –a lo Jane Fonda–, la opción de ser sustituida temporalmente por Sue (Margaret Qualley), más jóven, más sexy, de piel más tersa y de pechos turgentes. El cuerpo se convierte desde los primeros planos en el centro de la película: el cuerpo deportivo, aeróbico; el cuerpo bello y adinerado, pero desgraciadamente en proceso de envejecimiento y discutido por las cúpulas de hombres –maduros, que no viejos– que deciden cuándo se agotan y ya no pueden ser explotados para su beneficio económico.

La sustancia Revista Mutaciones

La intención de Fargeat es la de crear un discurso sobre los dobles estándares de la belleza, y la industria que la sostiene, pero al final La sustancia se eleva como una representación cobarde, superficial e incluso cruel, que utiliza el “body-horror” como excusa. El shock aparta del centro al cuerpo con composiciones que recuerdan más a Lynch que a Cronenberg, con un montaje que machaca el movimiento de los cuerpos encerrados en el cuadre, con decisiones de corte que buscan la sorpresa y el extrañamiento. Pese a ser el cuerpo el supuesto centro de la película, por el que se lucha, Fargeat le demuestra muy poco respeto. En La sustancia, el cuerpo envejecido roza la burla, la broma. Los pechos caídos de un cuerpo que, al desvelarlos, resumen la tesis de los cuerpos no normativos como asquerosos y monstruosos, sin distar demasiado de las representaciones tan criticadas y puestas en duda de X (Ti West, 2022) o La abuela (Paco Plaza, 2021). El cuerpo de Fargeat no respira, no fluye en los planos, no se apodera de su representación en ningún momento. No hay reclamo del cuerpo: se le destruye. Ni siquiera el cuerpo juvenil, el de Sue, se libra de este vapuleo. Es un cuerpo plastificado, artificial, también deshumanizado pese a su reciente nacimiento. En La sustancia, el objetivo es repetir lo que en Revenge (2017) ya había funcionado, reproducir la mirada masculina, en este caso con primeros planos y detalles de pechos, nalgas e ingles, para después revertirla, plantando cara a esa construcción fílmica.

Y, aún así, la película en ocasiones deja vislumbrar momentos de profundo entendimiento hacia el odio del cuerpo. Como en el plano de Sparkle mirándose al espejo buscando los fallos que solo ella es capaz de ver, destrozándose el maquillaje. Sus manos la tratan como plastilina, intentando hacerla desaparecer. Cuando Fargeat violenta el cuerpo de forma no caricaturesca es cuando deja que fluya en la imagen, detenidos sobre el reflejo del espejo el verdadero terror corporal, la dismorfia y la obsesión. Recuerda así, momentáneamente, a los cuerpos deformes y extraños de los lienzos de Francis Bacon protagonizados por cuerpos agónicos y fantasmales. Pero Fargeat está en todo momento más interesada en humillar los cuerpos, llevarlos al exceso, al gore, con una película que lleva por delante la crítica de la fetichización del cuerpo bello pero deshumaniza el cuerpo no hegemónico, lo humilla, lo maltrata y lo violenta. Es incapaz de hacerle trascender su otredad.

La sustancia Revista Mutaciones

La sustancia resulta el reverso tenebroso de Barbie (Great Gerwig, 2023), igual de insulsa y reduccionista. Revelarse contra el patriarcado, las instituciones de opresión y la misógina quizás hubiera sido no convertir a la mujer en un monstruo explosivo y excesivo enmascarado de angustia y complicidad en un final que acaba con cualquier humanidad, sino destruir y humillar a la voz del teléfono, al mago tras la cortina. El gran enemigo de la película es el capitalismo, la network, el trabajo y la industria estética que destruye nuestros cuerpos, nos dice Fargeat, pero realmente ha realizado la perfecta encapsulación del inmovilismo y la simplificación discursiva que no se toma en serio a sí misma (si no es serio el odio hacia nuestros cuerpos mediados por el capital, qué lo es) tan apreciada desde el neoliberalismo.


La sustancia (The Substance, Reino Unido, 2024)

Dirección: Coralie Fargeat / Guion: Coralie Fargeat / Producción: Coralie Fargeat, Eric Fellner, Tim Bevan / Fotografía: Benjamin Kracun / Música:  Raffertie / Interpretación: Demi Moore, Margaret Qualley, Dennis Quaid

 

3 comentarios en «LA SUSTANCIA»

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