DAHOMEY
¿Y si ni siquiera los dioses saben quiénes son?
Dahomey (Mati Diop, 2024) es un documental que acompaña la devolución de 26 tesoros reales del antiguo Reino de Dahomey desde Francia a su Benín original, muchos (demasiados) años después de haber sido confiscados. Como si de un edificio se tratara, Mati Diop estructura su película en torno al regreso de esas obras, pero lejos de narrarla en términos heroicos, la directora convierte en el eje central de su documental el debate sobre la identidad nacional que esta repatriación hace resurgir en los habitantes de Benín (y que quizás pueda extenderse a otros países de la África colonizada), deconstruida primero, por la ocupación europea, y después, por las diásporas de la esclavitud y de la migración. En consecuencia, ahora que finalmente han recuperado sus baluartes históricos más valiosos, los benineses no se ponen de acuerdo en cómo interpretarlos y se preguntan dónde está su identidad.
La puesta en escena y en serie está cuidadosamente planificada para plantear esa pregunta. Por eso, la imagen que abre el largometraje es la de la París de los turistas: miniaturas de la Torre Eiffel con lucecitas de colores y caros cruceros por el Sena, porque los grandes tesoros de Benín son, en Francia, otro souvenir más. En la siguiente secuencia, Diop se acerca a las imágenes propias de los documentales de procesosara mostrar el cuidado con el que los artefactos son depositados en las cajas en las que harán su viaje. Ni siquiera en estas escenas, la directora renuncia a encontrar imágenes apelantes: el traslado de la estatua del rey a su caja se rueda mediante un plano en el que la obra se dirige hacia la cámara, sosteniendo la mirada del espectador, mostrando así las reminiscencias de su poder y simbolismo que, aunque deteriorado, todavía no se han perdido. Esta secuencia finaliza con un movimiento en el que la cámara entra en la misma caja en la que van a viajar las obras. Este recurso, en el que cámara y esculturas se convierten en uno, se une con el otro elemento trasversal de la película que es la voz en off de los dioses, sin género y sin tiempo. Mediante esta yuxtaposición, se genera el contraste entre la trascendencia metafísica de los dioses con la debilidad de su representación corpórea, es decir, el momento en el que los artefactos se perciben más frágiles: boca abajo, con vendas como si estuvieran heridos y encerrados en simples cajas de madera que parecen ataúdes.
Diop otorga al reencuentro entre los dioses y su tierra natal una secuencia especial, diferente al resto. Cargada de off está acompañada por las imágenes de un jardín nocturno, en el que los planos cercanos de las flores se suceden en largos encadenados para representar el ambiente pesado, dulce y húmedo, que emana de los jardines tropicales durante la noche. Lo acompaña la música compuesta por Dean Blunt y Wally Badarou, con acordes que remiten tanto a la fábula y a la fantasía, como a Vértigo (de entre los muertos) (Alfred Hitchcock, 1958), donde las fronteras entre lo real y la ilusión están difuminadas. Con todos estos elementos, la cineasta consigue trasladar a la película el complejo sentimiento de pertenencia y de extrañeza, que acontece cuando se vuelve al hogar después de mucho tiempo fuera. La directora altera el orden de los acontecimientos, mostrando el reencuentro metafísico antes que el corporal -que aparece más tarde cuando las estatuas son sacadas de sus cajas- y subrayando así la diferencia entre el espíritu de los dioses y las obras que los representan.
La película recupera el tono más realista en la siguiente secuencia donde los expertos y la cineasta dan cuenta de la relevancia cultural e histórica de las obras a la vez que hacen evidente el deterioro físico que sufren. De aquí en adelante, la directora va a intercalar, mediante montaje alterno, un cuórum de ciudadanos benineses, que se preguntan por el significado de la devolución de los tesoros reales, con planos en cámara lenta de visitantes de la exposición que admiran las obras por primera vez. Los tesoros reales no serán el centro de estos planos, sino que únicamente aparecerán en escorzo, de espaldas o seccionados desplazando el interés de las piezas en sí a lo que estas significan para los ciudadanos.
Aunque tanto el cambio de centro de atención como las formas en la que lo hace la película son interesantes, Diop se vale del montaje para apoyar u oponerse a algunas de las intervenciones del cuórum mencionado, pues algunos discursos están acompañados de aplausos y otros de abucheos. Correspondan o no estas imágenes a la reacción real de los oyentes, este montaje es una manera indirecta de posicionarse puesto que, en vez de ser un discurso directo como el plano inicial de la película, aquí, al responder a una consecución de acciones y reacciones, la ideología de la secuencia se muestra indirectamente, haciéndose pasar por invisible. Esto, a diferencia de las veces en las que Diop da su opinión enfocando al visitante y no a la obra, es un recurso menos sutil y potente, porque el mensaje deja de estar visible en la forma de la película para estar disimulado dentro de ella. En todo caso, las imágenes capturadas por Diop son testigo de otras realidades circundantes como el machismo en las profesiones que se da tanto en Francia como en África occidental como de la militarización que sufre actualmente Benín.
Dahomey revela cómo la sombra del colonialismo todavía se extiende hasta hoy en día y la restitución de los tesoros está sesgada por el pasado y el presente. La deslocalización de las piezas, el colonialismo, la situación económica del país y la enseñanza en lenguas vehiculares extranjeras, como el francés, ha resultado en que los benineses (y otras naciones de África) no tengan una identidad nacional clara. La propia ubicación de los artefactos en un museo, una institución occidental, que supone a su vez una nueva deslocalización de las obras de arte, es un reflejo más de la confusión que forman la identidad del país. Los ciudadanos y Mati Diop marcan la necesidad de encontrar su propia manera de autodeterminarse porque, como dicen los participantes del debate, ¿cómo podrán sentirse identificados con estas obras los niños de una aldea remota que jamás podrán verlas? o ¿cómo va a sentir como propios unos tesoros el ciudadano que lucha por poder comer tres veces al día? Sin embargo, la historia se compone a través del presente y la secuencia final de la película muestra precisamente a los habitantes del país, mayormente jóvenes: yendo de un lado a otro, trabajando, hablando con sus amigos, bailando, durmiendo… La identidad es seguir moviéndose, ser, a la vez, historia y futuro.
Dahomey (Dahomey, Senegal, 2024)
Directora: Mati Diop / Guion: Mati Diop / Texto La voz de los tesoros: Makenzy Orcel / Directora de fotografía: Joséphine Drouin Viallard / Montaje: Gabriel González / Producido por: Eve Robin, Judith Loy Levy y Mati Diop / Música: Dean Blunt y Wally Badarou.
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