ENTREVISTA A HUI-CHEN HUANG (SMALL TALK)
«Estoy muy agradecida al cine por ofrecernos un lenguaje que nos permite ver y escuchar estos silencios»
Hay al inicio de Small Talk un plano en el que se ve tu reflejo en la pantalla de un televisor, enfatizando en el componente tan personal de la película. ¿Cómo se reconcilia el hablar de una misma a través de la historia de otra persona, en este caso, de tu madre?
Empecé a filmar a mi madre y al resto de familiares cuando tenía veinte años, y continué hasta terminar la película, cuando ya tenía treinta y ocho. En este período, la motivación y la perspectiva de la película sufrieron enormes cambios. Comprendí que Small Talk no sólo era sobre mi madre, sino también sobre nuestra relación madre-hija. Es esta relación madre-hija la que constituye el núcleo de la historia, y también el motivo por el que la grabé.
¿Cómo abordaste la combinación de ese aspecto tan íntimo –al final es una historia muy familiar la que se relata– con el contexto social y político que es la base del documental?
Esto debo agradecérselo a los más de diez años que pasé militando en movimientos sociales durante mi juventud. De estas experiencias aprendí cosas tan importantes como aquello de que «lo personal es político», que nadie vive en un vacío. La sociedad y el contexto político en los que nacemos determinan en gran medida el tipo de entorno en el que viviremos en el futuro. Por eso, sé que cada historia que cuento no existe aislada de la sociedad y la política, ni siquiera las historias familiares, aparentemente privadas.
Desde los años 80 el cine queer en Taiwán ha tenido un gran desarrollo, partiendo de un cine más juvenil inocente y exploratorio. ¿Cómo dirías que es tu relación con el cine queer taiwanés?
Yo diría que esas obras, las películas de Tsai Ming-liang por ejemplo, conforman los elementos de los que me nutro y extraigo el valor para contar mis propias historias. Espero que mis historias, algún día, nutran e inspiren a otras personas.
En la película se incluyen los testimonios de tus sobrinas sobre su visión de los derechos LGTBQ+, ¿existía esta intención de enfrentar una perspectiva más joven con la experiencia adulta, más versada y madura, sobre las identidades queer?
¡Claro que lo era! Mis sobrinas no sólo representan la opinión de una nueva generación de taiwanesas sobre cuestiones de género (pese a que mis mayores rehuyeran la identidad lesbiana de mi madre y la mandaran al armario, mis sobrinas creen que el amor no debería distinguir géneros, y que todo el mundo tiene derecho a amar), sino que también reflejan los sentimientos que yo misma experimentaba cuando era niña. Esta película se terminó de grabar en el momento álgido del debate para la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo en Taiwán, y lo que yo quería era, a través de los puntos de vista y los comportamientos de las distintas generaciones de mi familia, hacer reflexionar al público sobre lo que realmente importa y lo que es correcto.
Atraviesan la película multitud de grabaciones caseras ¿cuál es el trabajo con esas películas familiares?
Yo misma grabé todos esos vídeos caseros, así que tengo la colección completa en la cabeza. Incluso antes de comenzar a editar ya sabía qué escena de qué día en concreto sería importante para la película, y así, fui haciendo que estas grabaciones caseras cumplieran con su cometido. Estos vídeos caseros, burdos e íntimos al mismo tiempo, eran algo que sólo yo podía haber capturado, y resonaban perfectamente con el estilo limpio y distante de la filmación profesional, añadiendo capas narrativas a la película.
Vemos en repetidas ocasiones cómo la madre rechaza la cámara, se levanta de la mesa o pide que se pare de grabar. Pero también cómo se la graba de forma elusiva, a través de ventanas, de lado mientras cocina, etc… ¿Cómo se plantea la grabación de un sujeto que gran parte del tiempo no quiere ser grabado?
Requiere paciencia, una alta tolerancia a la frustración, y algo todavía más importante: requiere discernir si realmente nuestro objetivo no quiere ser filmado. Mi madre siempre tenía en la boca lo de no dejarse grabar, pero nunca abandonaba la escena de forma voluntaria. Incluso, en las ocasiones en las que la intensidad de las emociones le hacían levantarse, iba al baño, se lavaba la cara y volvía a sentarse para continuar con la conversación. Así supe que ella, al igual que yo, había estado esperando la oportunidad y el medio idóneos para hablar entre nosotras. El rodaje de la película nos brindó esa oportunidad.
Una de las claves de la película son los silencios. ¿Cómo fue montar la película con todos estos vacíos?
Antes, el no hablar con mi madre me generaba angustia y tristeza. Erróneamente creía que la comunicación se ceñía únicamente al ámbito del lenguaje. Más tarde descubriría que las relaciones y la comunicación entre personas no dependían únicamente del lenguaje y que, a veces, el lenguaje ni siquiera era fiable. Los silencios en la película son, para mí, una forma de transmitir tristeza, vergüenza, culpa, perdón, amor, y otras muchas emociones. Estamos constantemente expuestos a estas informaciones, pero muchas veces no las recibimos o no somos capaces de leerlas. Estoy muy agradecida al cine por ofrecernos un lenguaje que nos permite ver y escuchar estos silencios.