ENTREVISTA A PECHA LO
«En un ambiente conflictivo multitud de cineastas consideraron que debían, y querían, compartir sus experiencias con el público a través del cine»
Eres directora del festival Women Make Waves, que está dedicado exclusivamente a la proyección de títulos dirigidos por mujeres ¿qué importancia tiene desde el planteamiento del festival que exista diversidad dentro de la selección de las películas?
Desde los inicios del festival, hace ya 30 años, siempre ha sido muy importante tener presente el objetivo de enfrentarse a la industria más hegemónica y presentar un marco de exhibición no solo para el cine independiente, sino enfocado en los márgenes, las minorías… eso es lo que nos diferencia del mainstream. Y, por supuesto, seguir siendo fieles a la diversidad de medios de las películas, poder proyectar películas de ficción, documentales y experimentales.
Desde el desarrollo del festival, durante esas tres décadas, ¿son notables cambios en las formas–estéticas, políticas e incluso industriales– del cine dirigido por mujeres? ¿de haberlos, han podido repercutir en la estructura del festival?
En sus inicios, quizás había mucho más experimental, un cine mucho más marginal, lo que también hacía proclive que las salas en las que se proyectase fuesen más pequeñas. A las directoras no solo les resulta complicado poder dirigir, sino también llegar al público. En la actualidad hemos notado que podemos exhibirlas en salas más grandes, tienen más público y también se adentran en un campo de la ficción más transitable. También observamos evoluciones en la temática, mucho más diversa: no están encasilladas en un tipo de historia o en representar una identidad. Y, por supuesto, creo que es notable el aumento de identidades de las directoras. Sin duda hay un cambio, son más y por eso cada vez hay más presencia de directoras queer, lesbianas, etc.
Estás en España acompañado al festival itinerante de AndaLesGai, dedicado a la Muestra de Cine Queer Taiwán, que hace un recorrido por algunas de las películas claves de figuras como Ang Lee y Tsai Ming-liang, así como atiende a los estrenos más recientes de la industria. Echando la vista atrás ¿cuál es la razón por la que el cine queer taiwanés surge con tanta fuerza en la década de 1990?
Es a finales de los 80, cuando cae la dictadura en Taiwán. Sucede una especie de liberación pública, y tienen lugar una serie de incidentes en torno a la legalidad y permisividad de las relaciones homosexuales que enfrentaban a la sociedad. En un ambiente tan conflictivo multitud de cineastas consideraron que debían, y querían, compartir sus experiencias con el público a través del cine. Pero también influye, en gran medida, un cambio sustancial en la tecnología. Las cámaras de video se popularizan, son portátiles y así la acción de grabar es mucho más accesible.
¿Es para las mujeres cineastas también una cuestión de accesibilidad?
Por supuesto que la accesibilidad es importante para que las mujeres realizaran películas, pero también hay que tener en cuenta las múltiples políticas de igualdad de género en la que el gobierno de Taiwán ha estado trabajando estos últimos 20 años, así como la cuestión económica. Son de suma importancia las ayudas que el gobierno proporciona a las directoras para que puedan desarrollar sus proyectos cinematográficos dentro de la propia industria, y no solo a los márgenes de ella. Creo que la posibilidad de que las mujeres no solo sean directoras, sino que puedan trabajar en la industria y compaginar matrimonios, familias e hijos, es una victoria (en proceso) de medidas de conciliación y ayudas.

¿Está sujeto el cine queer, en concreto taiwanés, a una simplificación de su propia naturaleza en torno a unas formas de dirigir concretas o personajes prototípicos, por ejemplo?
El cine queer, creo que en general, es en ocasiones víctima de una mirada que lo simplifica, tratándolo como un género que sigue unas pautas, muy guiado por lo que se ha hecho en el pasado, construyendo cierta identidad cinematográfica para darle cohesión e “historia”. Aun así, recientemente se están impulsando cines más diversos, que innovan en las formas de contar sus historias, así como desde los puntos de vistas desde los que se cuentan.
El banquete de boda (Ang Lee, 1993) es la película que abre la muestra en Sevilla, como también lo hizo en su paso por Madrid el pasado mes de noviembre, ¿cuál es la importancia de esta película que combina referencias políticas y están presentes, por ejemplo, Act Up, el VIH, el drag, con la cultura taiwanesa?
El banquete de boda ha sufrido una especie de redescubrimiento. Cuando se estrenó en los 90 llegó a Taiwán como una comedia, a partir de 2014 más o menos ha ido cogiendo peso precisamente por esa capacidad de abrazar la cultura taiwanesa mientras explora las políticas identitarias y sexuales. Cuando Ang Lee estudia en Estados Unidos durante los 90, es testigo de los movimientos sociales, y, sobre todo, del desarrollo del Nuevo Cine Queer, luchas y formas de hacer películas que todavía no habían llegado a Taiwán. Fue cómplice de cambios, de cierto optimismo a la hora de realizar las películas, de una explosión de creatividad, y lo canalizó en gran medida en El banquete de boda. Quizás por eso fue capaz de representar esa colectivización de las luchas sociales a través de los detalles de la película.