ENTREVISTA A HELENA TABERNA – ‘VARADOS’

Trasmitir esperanza

A propósito del estreno de Varados el próximo 4 de octubre, nos reunimos con Helena Taberna en el Cine del Círculo de Bellas Artes para charlar sobre su último documental, la situación de los refugiados en Grecia y la perspectiva del cine de la realizadora navarra.

Helena Taberna
Helena Taberna

¿Qué repercusión crees que va a tener en España el documental?

Nunca pensé en la repercusión. Varados nace de un golpe de instinto, un golpe de corazón. Me pregunté qué estaba ocurriendo en Europa, qué ocurría con los intelectuales europeos en torno a los refugiados, y noté que teníamos que estar de manera urgente en Grecia. No solo por ayudar, sino porque es el momento creativo más interesante y curioso del momento.

¿Cómo llegaste hasta el proyecto de Varados?

Hay una ONG pequeña en el país vasco que se llama Zaporeak. En la actualidad entregan casi 2.000 comidas al día en la isla de Lesbos. El hecho de la comida tiene un sentido femenino en torno al cuidado que me interesa. Ellos me llamaron para hacer una campaña, y yo les dije que me interesaban los refugiados y que desde luego no iba a realizar un publirreportaje sobre la situación. Estuvieron totalmente de acuerdo y comenzamos a colaborar.

¿Cuáles eran tus intenciones al llegar a Grecia?

En un principio no sabía muy bien que iba a hacer, iba con la intención de empaparme de lo que allí estaba ocurriendo, pero desconocía cuál podría ser el resultado. Sabía que inicialmente realizaría una pieza, y lo que si sabía es que no podía hacer un publirreportaje, no me podía servir del efectismo, subrayando el dolor. En ese sentido, la responsabilidad más grande para mí no es ser caritativa, sino devolver dignidad a esas personas.

En el propio hecho de hacerles protagonistas se produce un ejercicio curioso, un ejercicio en el que nosotros desde el otro lado de la cámara aceptamos la responsabilidad de darles dignidad y no de realizar un acto caritativo. También tenía claro que tenía que ser un documental de personajes. No quería plantear algo global. Es más fácil identificarse con un personaje para darse cuenta de las similitudes que existen.

¿Qué sensación tienes de los campos?

La sensación que me llevé cuando estaba allí fue bastante pesimista. Yo esperaba encontrarme arquitectos y artistas interviniendo dentro de los campos o en los edificios ocupados, pero la realidad no era tal. No es comparable con lo que ocurrió con Sarajevo, por ejemplo, que fue un caldo de reflexión sobre el futuro. Cuando llegas al campo de refugiados no dices el nombre de la persona que vas a visitar, si no el número del contenedor, como si fuera un campo de concentración. No nos dejaban rodar dentro del campo, así que pasamos las cámaras escondidas en plan guerrilla.

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¿Cómo fue trabajar con los refugiados?

Empecé a buscar personas que quisieran participar. Contacté con Mohamed primero. Llegamos hasta su contenedor y me lo encontré leyendo Zorba el griego. En ese momento pensé que el Mediterráneo estaba vivo y que la cultura podía ser un elemento diferenciador.

Mohamed forma parte del campo de refugiados en Atenas, ¿por qué decidiste filmar la parte de Lesbos?

En la estructura de la película yo hago el ejercicio inverso al viaje de los refugiados, de Atenas a Lesbos. En la parte de Atenas, la mayoría de los protagonistas hablan sobre su estancia en Lesbos, por eso pensé que sería necesario filmar qué ocurría en Lesbos. El campo de refugiados de Moria era terrible, preferí mostrar planos generales con música para no enseñar la miseria.

Hasta ese momento no había podido trabajar con mujeres, ya que viajan menos y además muchas de ellas están muy machacadas por los abusos que tienen que sufrir durante el viaje. Después, justo en Moria, me encontré a un grupo de mujeres camerunesas que eran muy dicharacheras y pensé en generar un personaje colectivo en ellas.

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Este es tu tercer documental después de Extranjeras y Nagore. Parece que alternar el documental y la ficción es algo con lo que te sientes cómoda… 

Me gusta mucho, y no suele ser habitual en otros artistas. Pienso que es un ejercicio enriquecedor. Me marcó mucho una frase de Agnès Varda que decía: “Los directores de ficción deberían transitar por el documental, ya que el documental enseña humildad”. En un documental no me puedo dirigir de la misma manera a un protagonista como lo pudiera hacer en la ficción con un actor.

En tus películas no has tenido miedo en tocar temas controvertidos: el terrorismo, la guerra civil, el feminismo, o ahora los refugiados.  ¿Cómo vives esta relación entre lo político y lo cinematográfico?

No soy militante de ningún partido político porque siempre he querido jugar con la libertad individual y el compromiso social. Mis personajes se mueven bajo esas dos realidades y vincular ambas me permite construir a los personajes. No obstante, aunque no milite en ningún partido, sí que creo que todo acto es político.

Sin ninguna duda, el discurso que emana del cine es un discurso político. No creo que lo político se encuentre solamente en el cine de autor, también en la comedia está presente, pero tenemos que tener claro la fuerza social que tiene lo audiovisual. Para mí es un plus porque, si cuentas una buena historia y además enfocas a elementos transformadores, se puede transmitir esperanza.

Sin embargo, hay autores que no quieren entrar en esa discusión…

Sí, pero yo prefiero resaltar la parte poética de mi cine que la política. No estoy dispuesta a manipular. Parto de la idea de donde estoy colocada para mostrar. Yo no doy ningún discurso en Varados, dejo que los personajes lo elaboren. Además no cierro la interpretación del documental, si no que dejo al espectador que lo haga. Yo no hago un panfleto, pero soy consciente de que una emoción desemboca en una reflexión.

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