LA FURIA
Habitar el cuerpo torturado
Ante un suceso traumático la memoria se quiebra. Hay un cuerpo que se queda estancado, encerrado en el tiempo y espacio donde aquello ocurrió; el otro escapa, corre y sigue adelante, avanzando por la vida a trompicones. Es precisamente la dualidad de la memoria traumatizada sobre la que se edifica La furia (2025), el segundo largometraje de Gemma Blasco y en el que seguimos a Álex (Ángela Cervantes) después de ser violada en una fiesta de fin de año. A raíz de este suceso, la protagonista empieza a escurrirse por diferentes líneas temporales que se van entrelazando, se confunden y se solapan creando una confusión sobre qué es presente y qué es pasado, es decir, cuándo vemos un cuerpo que ha sido violentado y cuándo uno todavía sano.
Dándole la vuelta al subgénero conocido como las Rape Revenge Movies en el que una violación desencadena un viaje de venganza y violencia contra los agresores, Blasco rechaza de la mirada paternalista y condescendiente. En su lugar, se centra en las consecuencias físicas y psíquicas de la agresión sobre el cuerpo y la memoria de Álex, que intenta que su vida no se derrumbe. El grueso del film se construye sobre planos de Álex en los que la cámara en mano la sigue, bien sea de espaldas o de frente. Cuando ella avanza hacia el baño, donde va a ser agredida sin saberlo, la cámara la sigue de espaldas, cuando finalmente sale de allí, de frente, vemos el espacio que deja atrás. Así, se genera un diálogo entre a dónde va y de dónde viene el personaje, transformando la narrativa de la película en un viaje de idas y venidas, de recorridos inacabados que demuestran la imposibilidad de hacer una sanación lineal y constante. Esta dicotomía estalla en la secuencia final, donde el desdoblamiento de Álex ha tomado forma corpórea, su memoria la enfrenta a sí misma y ambas caminan en direcciones opuestas que se chocan entre sí. No hay posibilidad de viaje, hay un estancamiento en el trauma. Unos puntuales travellings circulares rompen con la dialéctica de acercamiento/alejamiento. Es en estos momentos, la boda en la que Álex baila con su madre, o cuando ensaya la tragedia de Medea con el coro de mujeres, cuando la cámara y ella dejan de perseguirse la una a la otra. La cámara la rodea, el viaje se ha frenado y existe el estado presente, hay una sola Álex por un momento.
Y es que Alex es además una joven actriz que acaba de ser seleccionada para interpretar a Medea en su tragedia homónima. La puesta en marcha del dispositivo del teatro profundiza sobre la idea de separarse de una misma para poder trabajar, de construir un personaje ajeno a ella. Sin embargo, la memoria fracturada imposibilita esta tarea. Cervantes hace un exhaustivo trabajo de cuerpo y abrasión, escondiendo todas sus versiones en sí misma, la sana y la herida, teñidas y entremezcladas. Este cuerpo roto pesa constantemente sobre el espectador. Blasco construye inteligentemente un pulso frenético y constante de música electrónica y planos temblorosos en los que, como Álex, el espectador ha perdido la capacidad de ver y oír. Ella necesita apoyarse en su olfato para descifrar la incógnita que sus ojos no le permitieron llegar a resolver. En esta escena, al igual que ocurre en la caza de jabalís, donde su hermano le interroga en busca de la identidad del violador, la ausencia de sonido entra en primer plano. Al haber perdido la vista, todo el peso de la memoria y la verdad recaen sobre el resto de sentidos físicos. No es la primera vez que la directora investiga las fronteras entre persona y personaje a través del cuerpo, ya en El zoo (2018) hacía un estudio del teatro como proceso de sanación y de exploración de uno mismo. Es en el propio escenario donde Álex ha de enfrentarse a su trauma y, en consecuencia, donde Blasco le concede algunos de los pocos planos generales estáticos, liberándola de la cámara en mano y permitiéndole encontrar en la actuación una disociación y espacio de cura.
La furia (Gemma Blasco, España, 2025)
Dirección: Gemma Blasco / Guion: Gemma Blasco y Eva Pauné / Producción: Ringo Media / Fotografía: Neus Ollé / Música: Jona Hamann / Reparto: Ángela Cervantes, Àlex Monner, Eli Iranzo