ENTREVISTA A I-HSUAN SU (WHO’LL STOP THE RAIN)
«La política es una forma de amor»
Al final de Who’ll Stop the Rain se menciona la consigna “La protesta nunca acabará”, enfatizando el valor político de la película pese a estar centrada en la cuestión más intima de la relación entre las dos protagonistas. ¿Cómo es trabajar esta combinación de lo personal como político?
Aunque la película se ambienta en los años 90, con las protestas que surgen a lo largo del país por la Ley marcial, también está muy inspirada en los eventos de 2014 de la Protesta de los Girasoles, por lo que el foco de la película está en los movimientos sociales., Pero decidí centrarme en el aspecto personal, no en el aspecto más puramente político. Mi objetivo era preguntarme cómo estos movimientos sociales y protestas afectan a las personas, y qué queda después, de la protesta, en ellas.
Las protagonistas son estudiantes universitarias, institución donde surgen las protestas. ¿Por qué eliges la lente más juvenil para contar una historia tan política y social?.
Los jóvenes tienen mayor energía para participar en las protestas. Las generaciones anteriores caen, quizás, más en el silencio y el conformismo al expresar sus opiniones. Los jóvenes son personas que tienen sueños, aspiraciones, que sufren dolores y que están preocupados por crecer. Además, el título en chino significa “La juventud no es amable”, no es delicada.
El agua es clave como desencadenante de muchas emociones entre los personajes. Por ejemplo, ese primer beso entre las jóvenes sucede a orillas del mar. ¿Qué poder tienen la lluvia o el agua, que encapsula tan bien esa emoción inconformista que atraviesa la película?
El agua es tan importante en la película porque afecta directamente al contexto de la protesta, y es una forma de expresar los sentimientos de los jóvenes. Cuando estaba escribiendo la película, en Taiwán era temporada de lluvias, y el título de la película se refiere a la canción Who’ll stop the rain del grupo Creedence Clearwater Revival que hablaba también de las protestas [por la Guerra de Vietnam]. En ese contexto de escritura, la canción me llevó a la reflexión en torno al agua como algo que no se puede frenar ni cambiar. La lluvia sucede. Lo único que puedes decidir es cómo enfrentarte a ella.
El trabajo estético de la película acompaña un poco a este contexto lluvioso ¿no? Es muy grisácea y azulada, haciéndola especialmente melancólica, pero a la vez es una película muy detallista, meticulosa en los gestos y composiciones entre las dos protagonistas.
En cuanto al color, quería generar una sensación de pureza, no necesariamente de delicadeza. Quería aludir al pesimismo y la tristeza del color azul. Por otra parte, para expresar el amor entre dos mujeres creo que es más efectivo fijarse en los detalles: en dos manos, o miradas, que se encuentran. La composición trabaja para combinar esa melancolía al separarlas en planos largos, jugar con los desenfoques, y a la vez juntarlas en los planos cortos. Estudié microbiología en la universidad, así que quizás por eso me interesan tanto los pequeños detalles [risas]. Pero, en general, creo que una relación entre mujeres no sucede igual que entre un hombre y una mujer, o dos hombres: estas últimas parece que son siempre más directas o descaradas y, por tanto, han de ser grabadas de forma distinta.
¿Crees que tu película dialoga con una tradición de cine queer taiwanés?
No creo que exista tanta tradición. Puedo encontrar una relación de mi cine con el cine de Tsai Ming-liang, por ejemplo, pero creo que el tiempo que nos separa en la realización de nuestras películas también las distancia. La industria cinematográfica en Taiwán sigue estando dominada por los hombres, y aunque las mujeres puedan estar interesadas en el cine, muy pocas logramos realizar nuestras películas. Como en Japón y Corea, las directoras estamos relegadas al cine muy independiente, y son con estas con las que encuentro mayor relación. Además, pienso que el cine taiwanés lésbico no ha dado demasiadas buenas películas. En 2019 se aprobó el matrimonio igualitario, así que quizás ahora podamos a estar ante una nueva serie de películas que traten de forma más natural la cuestión LGTBQ+.
Todo el discurso de la película está muy preocupado por el canon artístico Taiwanés, reivindicado el estudio, en este caso, de una historia del arte nacional que ha quedado relegada a un segundo plano en favor de la occidental. ¿A la hora de la realización de la película existía también el interés por reclamar una tradición cinematográfica taiwanesa?
Lo cierto es que creo que, aunque otros directores taiwaneses sí han sido influenciados por el cine taiwanés anterior, no es mi caso, y creo que queda reflejado en mi forma de rodar esta película. Yo estudié cine en Europa porque las películas que me interesaban eran las europeas. Por ejemplo, una gran inspiración son las películas de Truffaut, pero en general todo el cine francés, italiano o incluso turco. Es en Europa cuando descubro que a la gente le interesa el cine taiwanés, y así me intereso yo también en el cine de directores como Hou Hsiao-Hsien, pero también en otros cines asiáticos, sobre todo el coreano. Me ha influenciado mucho Lee Chang-dong porque tiene una perspectiva social muy cercana a lo que a mí me interesa, se centra en el humanismo de los personajes, y, pese a la dureza de sus películas, siempre incorpora detalles llenos de delicadeza. Ese es el tipo de películas que quiero hacer.
¿El resumen de la película es que el amor es político?
Es difícil decir que el amor es político, pero sin duda la política es una forma de amor, porque es una forma de confiar en alguien para que mejore las condiciones de vida, arriesgándose a la decepción. En Taiwán las emociones que despierta la política se parecen mucho al amor, en tanto que la gente espera que el político le cambie la vida.