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A RAINHA DIABA


Revélate al amor

“Cómo me las maravillaría yo, que cómo me las maravillaría yo” cantaba Lola Flores en la película Casa Flora (Ramón Fernandez, 1973) mientras bailaba y cantaba con los clientes del burdel andaluz que regentaba. En la otra punta del mundo y en el mismo espacio tiempo, es Diaba, la protagonista reverso de la folclórica, la administradora de una casa casi idéntica pero en la gran ciudad de Río de Janeiro. En estos dos films coetáneos se cartografía de alguna manera a las clases más bajas de la sociedad de la época; en A Rainha Diaba se ponen de manifiesto identidades diversas en primera instancia, lo queer envuelve a toda la película desde lo kitsch de sus papeles pintados hasta los estampados imposibles, desde los pronombres hasta la venganza final que se paga muy cara. Muchas veces el victimismo y la condena nacen de sombras muy alargadas, de una lucha constante consigo misma.

A Rainha Diabla. Revista Mutaciones 1

En este film no conocemos nada del pasado de Diaba ni de ninguno de los personajes de la cinta, es su presente, el ahora, el que habla por ellos. Toda la corte que trabaja y consume en la casa quiere llevarse un pedacito hasta dejarla vacía. Clientes, amigas, travestis y delincuentes conviven para conseguir el poder. Diaba, la verdadera reina, se mira al espejo durante buena parte del film. Con este gesto cinematográfico tan replicado uno no para de imaginar qué le pasa por la cabeza. Su mirada, triste y llena de indiferencia frente al resto revelan sus ansias de escapar de todo el enjambre generado por la miseria humana de la cual ella misma se ha lucrado.


Torbellino de colores

La puesta en escena se mueve entre el deseo y la crueldad. No es fácil desentrañar una película que tiene como protagonista al travestismo en los 70 en mitad de Brasil. A pesar de la trascendencia queer que tiene este país como tradición en su cinematografía la dimensión que alcanza A Rainha Diaba es bastante inaudita. Al igual que las orgías que orquestaba Eloy de la Iglesia en El pico (1983), el director Antonio Carlos da Fontoura consigue con estas secuencias naturalizar espacios seguros, “dentro de lo que cabe” y aun habiendo una delincuencia que atraviesa todo el metraje, y desvelar por completo un universo LGBTIAQ+  en toda su amplitud siendo consecuente con la época en que se representa. Si bien en estos últimos años hemos visto películas como Corpo Elétrico (Marcelo Caetano, 2017) o la reciente Motel Destino (Karim Aïnouz, 2024), más cercanas al realismo mágico o a la diversidad sexo afectiva contemporanea, todas comparten lo mismo, un país sin etiquetas, simplemente personajes que buscan una vida mejor, una ruptura con lo real, un aliento de amor y de libertad.

El antinaturalismo, como contrapunto, también reina por todas los rincones en A Rainha Diaba, desde lo teatral hasta los zooms in, desde la violencia injustificada hasta la romantización del narcotráfico muy propio del cine quinqui. Los planos setenteros y un hilo conductor inexistente plasman una realidad idealizada, que al mismo tiempo solo ejerce como entretenimiento al mundo de los horrores donde realmente conviven estos personajes. La miseria humana es escenificada y telenovelizada.

A Rainha Diabla. Revista Mutaciones 2

Si yo fuera reina…

Conjuntamente, algunas escenas son de una brillantez artística autoconsciente, puro exceso. Iza, la cantante de la casa, se pasea entre los clientes cantando en español, luciendo gala y extenuada por la atmósfera decadente del lugar, un brillo en su mirada que no se puede aguantar. Este hallazgo, más propio del primer almodóvar y del Fassbinder de serie B, calibra muy bien la narrativa del film; escenas superpuestas e independientes que llevan la parodia y el estereotipo al extremo, revirtiendolo, y así, apreciando la divinidad, siempre desde una mirada queer: la sangre, el homoerotismo y el grito de las travestis.

El resultado, un estimulante laberinto de pasiones brasileño que busca la redención de sus seres y una mirada al espejo, una respuesta trash a la sordidez de este mundo, a la codicia por la persecución de cuerpos y al reverso ultraviolento de la fragilidad humana. Lo queer revela la libertad, lo masculino y lo femenino, lo trans y las diferentes expresiones de género,… Y como decía Lola Flores “Me voy a condenar porque a mi lo que me gustan son los hombres”.

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