SEVEN DAYS WAR
Lazos de rebelión
Seven Days War es la tercera película anime presentada en el Festival de Sitges que gana el premio a mejor largometraje de animación de forma consecutiva. Siendo sus predecesoras Mirai, mi hermana pequeña (Mamoru Hosoda) en 2018 y El amor está en el agua (Masaaki Yuasa) en 2019. Las tres licenciadas por Selecta Visión, la distribuidora predominante del sector animado en salas, mercado doméstico y servicios de visionado por streaming o simulcast en España. La primera película de Yuta Murano es un coming of age cálido, que no reinventa nada pero ofrece un entretenimiento lo suficientemente liviano como para no aburrir, si bien tampoco sorprende ni emociona en ningún aspecto en particular, algo que parece ya ser una costumbre en la película de animación japonesa de distribución internacional.
El aroma ochentero que se respira desde el primer momento recuerda a películas que marcaron a toda una generación de jóvenes espectadores en los años ochenta y principios de los noventa. Esas family movies con firmas de viejas glorias como Rob Reiner, John Hughes, Richard Donner o Steven Spielberg; que exploraban el concepto de crear lazos a partir de la adopción conjunta de un espíritu rebelde, la cual a menudo acaba chocando de frente contra ese inevitable enladrillado que viene a ser la madurez. Durante la escapada de estos seis jóvenes a una fábrica de carbón, se entrevén los temas del género de aventuras adolescente, haciendo uso constante de estos clásicos y jolgoriosos montajes músicales tan propios del anime actual y de autores como Makoto Shinkai (Your Name, El tiempo contigo), así como de los tira y afloja románticos entre personajes, que pasan de ser un simple pasatiempos para su director a un elemento clave dentro de la exploración psicológica que aparece (un poco de la nada, todo sea dicho) en el acto final de la película. Las redes sociales ocupan un lugar clave en la película de Murano, y las une de forma más o menos orgánica a este desarrollo terapéutico con la que los personajes se autodescubren y revelan entre ellos. Para Murano, plataformas como Twitter son una máscara con la que nos ocultamos y creamos nuestros alter ego, a modo de máscara, que usamos aprovechando el anonimato que nos brindan los nombres de usuario y las imágenes de perfil. Pero también son una manera de crear puentes entre personas que no se conocen, una postura algo más naíf pero que tampoco desentona demasiado dentro de la propuesta de su director.
La escena del anime actual es la opuesta a la de los ochenta y los noventa. Seven Days War es un ejemplo perfecto de las inquietudes de los cineastas de animación contemporáneos. Animación preciosista, llena de colores y cuyas reflexiones concluyen de forma que no se desafíe demasiado al espectador. La comunión entre el pesimismo existencialista y la sátira al abrumador desarrollo tecnológico de la sociedad cosmopolita de obras como Ghost in the Shell (1985, Mamoru Oshii) o Neon Genesis Evangelion (1996, Hideaki Anno) fue una de las principales razones por las que el anime empezó a considerarse un cine valioso y específico. ¿Declinista? Quizás, todavía existen cineastas de anime de gran talento, pero es un hecho que cada vez se encuentran menos largometrajes que dejen atrás la comodidad del género coming of age.
Seven Days War (Bokura no Nanokakan Sens?. Japón, 2019)
Dirección: Yuta Murano/ Guion: Ichiro Okouchi y Osamu S?da / Producción: Shuhei Arai, Takashi Tachizaki y Shin’ichir? Ozawa (para Ajia-Do) / Música: Jun Ichikawa