TRIPLE FRONTERA
Los límites de la acción
Desde Margin Call (2011), su primera película, J.C. Chandor ha sido un cineasta de acción. Como todas sus obras posteriores aquella trataba sobre las posibilidades de la acción en un entorno sobrestructurado. Es decir, sobre la libertad de elección dentro de una estructura tan compleja, abstracta e inabarcable como el capitalismo financiero. Era una película, tal vez la mejor que se haya hecho sobre la crisis financiera, extremadamente discursiva, donde el crac de la burbuja de las hipotecas subprime forzaba a cada personaje de un reparto coral a tomar una decisión al respecto y encarnar un posicionamiento subjetivo ante esa estructura, pero que se desplegaba con absoluta naturalidad gracias a la enorme habilidad de Chandor como narrador. Desde entonces es un lugar común identificarle con los clásicos, aunque sus preocupaciones se dirigen al complejo mundo contemporáneo. En sus películas, el discurso y la narración se encuentran tan integrados, tan inseparables, que los aspectos morales de una acción y el discurso político son acuñados como las dos caras de esa misma moneda llamada trama. Ahora, con Triple frontera (2019) lo ha vuelto a hacer.
Antes que un cuerpo extraño en una filmografía atenta a radiografiar los cortos márgenes de libertad en el mundo actual, la minimalista Cuando todo está perdido (2013) supuso un profundizamiento por parte de Chandor en su concepción de la acción. Si en Margin Call mostraba un perfecto dominio de la acción dramática, la crónica de naufragio y supervivencia de Robert Redford en alta mar devolvía a la acción toda su fisicidad: en adelante para el director la acción será aquello en lo que los personajes están inmersos, la pequeña secuencia de decisiones y gestos que toman -a menudo por entrenamiento y por costumbre- y que en las situaciones límite marcan la fina línea entre la vida y la muerte. Triple frontera recoge este aprendizaje en el relato de cinco antiguos miembros de operaciones especiales en el ejército estadounidense –Oscar Isaac, Ben Affleck, Charlie Hunnam, Pedro Pascal y Garrett Hedlund- que planifican al margen de la ley el asalto y robo a un importante narcotraficante.
Triple frontera es una película sobre las posibilidades de la acción (y sus consecuencias) en la guerra contemporánea, cuando los militares se encuentran en acción, los acontecimientos desbordan todos los planes y uno está entrenado para responder violentamente con el único fin de alcanzar un objetivo: en este caso, el dinero. No se me ocurre una situación más sobredeterminada que esta, cuando los instintos están entrenados para ser letales. Tanto como el capitalismo financiero, la supervivencia en altamar o el entramado de poder bajo el sueño americano de El año más violento (2014). Chandor cambia con facilidad de géneros y de estilo, pero tiene las inquietudes claras.
No es de extrañar que los intrépidos exveteranos de Triple frontera sientan nostalgia por un pasado militar que probablemente nunca existió, cuando llevaban la bandera americana en la espalda y las líneas entre el deber y el interés y entre los buenos y los malos estaban claramente definidas. En el escenario de la guerra contemporánea en que se sitúa Chandor, en cambio, no hay ejércitos nacionales sino mercenarios y empresas; no hay bandos, sino una guerra contra algo abstracto como “la droga”; las fronteras no están claras, la corrupción (como la tortura) opera a todos los niveles y el argumento con que Oscar Isaac recluta a su equipo es perversamente racional: la misión legítima, aunque ilegal, consiste en matar a un narcotraficante que está asolando la región; la recompensa, robarle el dinero. No es el escenario bélico al que estamos acostumbrados -tampoco es casual encontrar a Kathryn Bigelow de productora ejecutiva; el proyecto inicialmente iba a dirigirlo ella-, y en él la posición moral no se encuentra tanto en el bando de los soldados como en cada decisión tomada sobre el terreno.
Es posible que la puesta en escena de Chandor, tan atento a las motivaciones y reacciones de los personajes, responda a unos criterios demasiado abstractos para un género como este pero no deja de ser apasionante. En Triple frontera cada pequeña decisión importa pues pone a prueba los discursos morales de los personajes. Por eso la fase de reclutamiento tan común al subgénero de “misiones especiales” cobra una relevancia especial. Supone el primer, y brillante, deslizamiento hacia la amoralidad del grupo cuando aun pueden razonar al resguardo de las balas. Los personajes despliegan sus motivaciones, sus discursos y coartadas morales, y sentimos lo importante que es para ellos la acción. Han sido masticados y escupidos por la guerra contemporánea, pero solo entre sus camaradas y con la adrenalina se sienten en casa. Marcarán las líneas rojas del plan: será rápido, sin muertes innecesarias, limpio… No, no lo será.
Una vez sobre el terreno observaremos cómo responde cada uno al encuentro con una casa forrada en dinero o a la violencia. Chandor filma la acción con eficacia. No juzga los actos, pero muestra tanto los disparos como el impacto, tanto las muertes como el contraplano de quien dispara y debe asumir la responsabilidad de la violencia. Sabemos por la sucesión de fucks que los cinco son conscientes de que la están cagando y luchan inútilmente por evitarlo. Cuando la acción bélica ceda a una especie de purgatorio a través de los Andes y del cine de aventuras a lo El tesoro de Sierra Madre (John Huston, 1948), sentiremos el peso en la conciencia de los excombatientes de los acontecimientos en que aun se encuentran inmersos y del dinero que cargan consigo. Es difícil no preguntarse con ellos quién ha empezado todo, cuál de todas las pequeñas decisiones que tomaron por inercia, por miedo, por codicia, ha sido culpable de la situación en que se encuentran. Y nadie quiere ser responsable. Precisamente lo que eleva a Triple frontera sobre otras películas de escalada de violencia es el modo en que los personajes están luchando en todo momento por corregir la situación y seguir adelante arrojando millones por el camino si es preciso. Y aunque les afecta -a quién no lo haría- la codicia y el miedo, no siempre toman la decisión equivocada, pero es una batalla a la que los soldados se enfrentan en cada instante.
Es tentador posicionar a cada uno de los cinco exveteranos como símbolos de determinados discursos políticos. Oscar Isaac representaría fácilmente al mefistofélico poscolonialismo liberal, que justifica las intervenciones autoritarias y violentas en interés propio ($) con una noble coartada moral y el legítimo interés de cobrar por ello. Los hermanos interpretados por Charlie Hunnam y Garrett Hedlund, al soldado americano tradicional: como un Capitán América que en la guerra contemporánea se limitara a dar discursos vacíos. Y así. Sin embargo, gracias al trabajo del director no dejan en ningún momento de ser individuos tomando decisiones concretas.
Y es que en manos de Chandor cada personaje tiene una doble dimensión: en el orden simbólico representan un posicionamiento, especialmente visible cuando los personajes hablan de sus actos; pero en la acción y en su puesta en escena muestran una individualidad y un carácter real y concreto que lo trasciende. Es la misma operación que hace de sus películas tanto un examen sistemático de las estructuras que organizan y limitan nuestras posibilidades de acción como una exploración de cómo habitarlas y seguir siendo humano dentro de ellas. La misma dualidad que hace que en sus películas discurso y acción sean inseparables y que le convierte en un narrador constante e imperturbable a lo largo y ancho de cualquier género.
Triple frontera (Triple Frontier, EEUU, 2019)
Dirección: J.C. Chandor / Guion: Mark Boal y J.C. Chandor (Historia: Mark Boal) / Producción: Neal Dodson, Alex Gartner, Andy Horwitz y Charles Roven (para Atlas Entertainment) / Fotografía: Roman Vasyanov / Montaje: Ron Pataner / Música: Disasterpeace / Diseño de producción: Greg Berry / Reparto: Oscar Isaac, Ben Affleck, Charlie Hunnam, Pedro Pascal, Garrett Hedlund, Adria Arjona, Sheila Vand, Reynaldo Gallegos, Christine Horn, Jason Quinn, Mohamed Hakeemshady, Pedro Lopez, Chellé Brooks
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