EDITORIAL: FILMAR LO INVISIBLE
Filmar lo invisible
«Estoy seguro de que hay un mundo que no vemos. Debo verlo por mí mismo.», Seoung-mo, In Water (2023).
La preocupación del cine desde sus inicios ha sido la de capturar mundos reconocibles, cercanos al que llamamos realidad, y suficientemente familiares como para asumir que su representación es fidedigna. La llegada del digital ha afianzado, todavía más, su vínculo con las proporciones compositivas realistas. Incluso en sus piruetas de ciencia ficción (Avatar, 2009, J. Cameron), la imagen responde a la necesidad de conjugarse desde la reproducción de proporciones físicas hiperrealistas (el motion capture) y la resolución de más alta calidad. La nitidez, entonces, no ha perdido su condición burguesa, y en pleno siglo XXI amenaza con extenderse como norma fundamental en la creación de imágenes, algo íntimamente relacionado, además, con su potencialidad para generar beneficios económicos. De alguna manera, el cine está perdiendo su capacidad de revelar el misterio detrás de lo material.
En la época de la ultradefinición de la imagen, Hong Sangsoo se ha atrevido a cuestionar la necesidad de la misma bajo la sugestión de la mirada del espectador. In Water (2023), su intimista acuarela, desmonta la tendencia audiovisual contemporánea para dejar en el esqueleto creativo una pregunta ambiciosa: ¿podemos representar mundos que no vemos? Esta idea toma conciencia en el momento en el que Hong utiliza el desenfoque para filmar el resto de la película, articulando de esta manera el misterio de lo sugerido. Se abre, desde ese instante, una puerta al interior del proceso creativo del director de la ficción, un trasunto de Hong Sangsoo que logra incorporar el componente azaroso de su puesta en escena al gesto del desenfoque.
In Water se podría definir como una de las más audaces transcripciones de esos otros mundos que hay enterrados en la imagen pos-digital, de sus misterios y sus desafíos, y que, gracias al atrevimiento de subvertir la mirada tradicional, alcanza un estatus premonitorio. El hecho de convertir a sus personajes en manchas cuando los cuerpos cada vez se ruedan con mayor nitidez se convierte en un acto de resistencia para combatir lo superficial del plano cinematográfico.
Un ejercicio similar, aunque radicalmente opuesto en forma, es el que realiza Abel Ferrara en la visionaria, a la par que suicida, Zeros and Ones (2020). En ella se ejemplifica la capacidad creativa y (auto)destructiva del digital al servicio del thriller. Una película que realiza un violento dibujo de la pandemia: calles vacías, locales clandestinos, conspiraciones terroristas e inmensas distancias físicas —solo salvables gracias al poder compresor de espacios que alberga la creación de imágenes digitales—. Son los dispositivos móviles, las cámaras de seguridad y los extractos de vídeo (incluso térmicos) los que componen una puerta de acceso al nuevo mundo, acelerado por el Covid-19 y oculto bajo el escepticismo del viejo, que se extiende como respuesta a la oscuridad del encierro.
Ferrara representa el caos contemporáneo de la mejor manera posible, con la anarquía digital, su ruido y su luz, sin esconder el vértigo que produce la revolución. Es más, el film no abraza en ningún momento la solemnidad. Se adscribe a un cierto azar en su realización —emparejado directamente con Hong—, consciente de que el cine pos-digital se entiende sobre la marcha. En el caso de que sus imágenes encuentren la manera de convertirse en manifiesto, es porque estas han sido reclamadas por el público, y nunca al revés.
Quizás la última, que no la definitiva, de estas obras ha sido la conflictiva Aggro Dr1ft (Harmony Korine, 2023). Una suerte de fusión de las artes visuales modernas (el cine, el videoclip y el videojuego) filtradas por la lente de infrarrojos que construye un crudo relato criminal en una Miami más cercana al GTA que a la realidad. La cinta transita entre lo desagradable y lo sublime con una facilidad pasmosa. Su ejecución es conscientemente irregular, pero la gravedad de su propuesta acerca al espectador a un mundo oculto. Tanto, que la arrogancia de Korine se vuelve profética. ¿Se verán así las imágenes del futuro?
«El viejo mundo ya no existe», BO (Aggro Dr1ft, 2023)
Con la misma convicción con la que el personaje de In Water certificaba la existencia de un mundo que no alcanzamos con la vista, este texto asegura que hay cineastas del siglo XXI que estimulan la mirada contemporánea y que transpiran con sus películas mundos que parecían invisibles. Entre sus visiones, tímida y romántica en el caso de In Water, brutalista aunque esperanzadora por parte de Zeros and Ones o descarnada y terrorista en Aggro Dr1ft , se observa la voluntad de elevar el cine a un estado de abstracción mayúsculo que desordene el insufrible academicismo del píxel.