LA ÚLTIMA BANDERA
El árbol de la libertad
El cine de Richard Linklater suele ser más de lo que parece. En el caso de La última bandera resultaría fácil etiquetarla como el enésimo ejemplo de cine independiente americano, como una tierna y simple road movie. Sin embargo, al igual que sucedía en la muy recomendable Todos queremos algo, quedarse en la superficie de la película supone perderse lo más interesante.
Un buen día, Larry aparece en el bar de Sal. Llevan años sin verse, pero en cuanto se refrescan la memoria los recuerdos empiezan a brotar. Ambos combatieron juntos en Vietnam, y ahora, tras décadas sin verse, Larry necesita su ayuda. Los dos visitan a un tercer compañero de guerra, el ahora reverendo Richard, y entonces Larry suelta la bomba. Su hijo ha fallecido en acto de servicio en Irak y necesita que sus antiguos amigos le acompañen al funeral. A partir de este momento, se inicia un largo viaje por Estados Unidos en el que los tres amigos, tres personas que apenas se reconocen ya, asumirán sus errores de juventud y también su desconexión con el presente.
Esta película, la aparente, bastaría para considerar a La última bandera como un título apreciable. La habitual maestría de Linklater para el dialogo se alía aquí con un trío de protagonistas absolutamente impecable. Steve Carell despliega toda su capacidad para la tragicomedia y el patetismo más entrañable construyendo un personaje que carga con su sufrimiento de una forma tan noble que, a pesar de su permanente mutismo, resulta el más cercano de los tres. Por su parte, Laurence Fishburne saca un gran partido a su imponente físico al tiempo que va desvelando las grietas de su fachada, la del impecable sacerdote con un pasado que le resulta ajeno, mostrando cada vez más dudas y miedos a lo largo del metraje. Por último, Bryan Cranston consigue tomar las riendas de un personaje que fácilmente podría haber caído en el estereotipo del “cuñado” irritante dotándole de una complejidad que acaba por convertirle en representante del estadounidense medio.
Esa es la fachada, la de esas películas de guion redondo en las que todo está en su sitio, pero al revisar los cimientos de la construcción se puede ver que se asientan sobre aguas pantanosas. El periplo de estos tres excombatientes es también un viaje al corazón de la mentira en todas sus formas. Cada una de las etapas de su viaje está marcada por uno o varios engaños, cada uno con un color diferente: el autoengaño, la falsedad institucional, la manipulación emocional, la mentira piadosa o cobarde… Tras pasar buena parte del metraje luchando por hacer honor a una verdad que el ejercito ha preferido ocultarles, los protagonistas de La última bandera caen ellos mismos en las garras de la mentira, en un momento en el que la debilidad y la compasión se juntan tan inextricablemente que resulta imposible separarlas. De hecho, se podría decir que esa dualidad de la película es en cierto modo otra forma de subterfugio, el de la historia que ha de revestirse con pelaje feel-good y subrayado musical para poder sobrevivir.
A esto se une una idea que ronda toda la película, la de que Estados Unidos es un país cuya geografía humana está surcada por múltiples conflictos bélicos, hasta el punto de poder identificar cada generación por la guerra que ha conocido. Ese viaje por los Estados Unidos lleva a los tres amigos a comprobar que ellos son el resultado de la horrible herida dejada por Vietnam, y que a ellos les siguieron los jóvenes del Golfo y después los niños de Irak, en un proceso que parece no tener final, casi como si el país se esforzase en hacer buena la famosa frase de Thomas Jefferson: “El árbol de la libertad debe ser regado con frecuencia con la sangre de patriotas y tiranos”.
¿A dónde conducen estos dos elementos, la guerra como identidad nacional y la mentira como parte intrínseca de las relaciones humanas? Bajo la cálida apariencia de esta road movie plagada de confesiones, late la profunda angustia de un director nacido en la década de Vietnam que recorre su país en busca de una forma de romper ese ciclo bélico al que la nación parece haberse entregado con devoción. Mientras que a nivel emocional la película alcanza una suerte de cierre, a nivel intelectual solo se encuentra con un doloroso fracaso. Pero, al contrario de lo que podría parecer, sobre todo en una sociedad obsesionada con el éxito, ese fracaso es lo más lucido e interesante de la película. Al no encontrar respuestas, La última bandera pasa de ser una historia de tres perdedores a convertirse en el relato de un país angustiado por la derrota, un país que sigue creyendo que las guerras se pueden ganar.
La última bandera (Last Flag Flying, EE.UU, 2017)
Dirección: Richard Linklater / Guion: Richard Linklater y Darryl Ponicsan, basado en la novela de Darryl Ponicsan / Producción: Richard Linklater, Ginger Sledge y John Sloss para Amazon Studios, Big Indie Pictures, Cinetic Media y Detour Filmproduction / Diseño de producción: Bruce Curtis / Música: Graham Reynolds / Montaje: Sandra Adair / Fotografía: Shane F. Kelly / Reparto: Bryan Cranston, Laurence Fishburne, Steve Carell, J. Quinton Johnson, Deanna Reed Foster, Yul Vazquez, Graham Wolfe
Pingback: Las mejores películas y series de 2018 (Tops individuales). Mutaciones
Pingback: ¿Dónde estás, Bernadette?, de Richard Linklater. Revista Mutaciones