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WARFARE. TIEMPO DE GUERRA

Reproducir la experiencia del horror

Warfare. Tiempo de guerra. Revista Mutaciones - 1

Las primeras imágenes de Warfare: Tiempo de guerra (Alex Garland, Ray Mendoza, 2025) nos sitúan ante el videoclip de «Call on Me» de Eric Prydz. El plano retrocede y nos recuerda que estamos frente a la pantalla de un televisor desde el que se emiten las atractivas imágenes. Después, la inserción del contraplano desvela a un escuadrón de la armada especial estadounidense, eufórico ante lo que ve. En este arranque aislado del resto del filme, descansa de manera irónica y perversa el sentido de toda la propuesta. Y es que es inevitable pensar, tras haber visto las imágenes de «Call on Me» —con esos rápidos y estilizados movimientos de cadera y pierna dentro de una coreografía excitante—, en la escena en donde los soldados, tras haber sufrido una detonación, son arrastrados por sus compañeros y de cintura hacia abajo sus cuerpos se han convertido en deshilachada carne ensangrentada. Lo mismo sucede con la banda sonora, el otro elemento que toma relieve con la música del videoclip para ceder, después, su lugar a tensos silencios y a un elaborado sonido preocupado en replicar el impacto del caos. De esta manera, la propuesta del filme instala al espectador a sumergirse en el reverso de todo lo que tiene que ver con el espectáculo y el entretenimiento —incluso también con cierta idea de la narrativa— configurando un implacable dispositivo aprisionador vaciado de sentido y filosofía.

Warfare. Tiempo de guerra. Revista Mutaciones - 2

Un corte de montaje mutila la música y nos sitúa en el silencio de la noche. Comunicándose en voz baja, el escuadrón asalta la casa que deviene escenario central de la película. Da comienzo así, en un único espacio y a tiempo real, una operación militar que tuvo lugar en la guerra de Irak en 2006. Ray Mendoza, coreógrafo de guerras en el cine y uno de los combatientes en la operación, reconstruye este acontecimiento con cada movimiento y acción en una especie de un simulacro de la realidad. A su vez, Alex Garland, compañero en la dirección, filma la operación militar con la misma táctica y lógica empírica, creando un fusionado artefacto conceptual: desde la ventana de una habitación, la cámara adopta el punto de vista de la mirilla de un francotirador que rastrea sin cesar todo el perímetro del exterior; al mismo tiempo, en otra estancia se controla a través de cámaras aéreas el espacio perimetral. Los planos se suceden con calculada precisión, de escenario a escenario, de figura a figura, de acción en acción, configurando toda una red de comunicaciones por voz que busca mantener el exterior bajo control y en constante vigilancia. Todo un enhebrado dispositivo que nos mantiene dentro como espectadores gracias a una cámara al hombro que se confunde con la visión de un soldado más —pues aquí no hay fijación por ningún personaje—. En toda esta construcción, destacan los planos de la visión aérea de la planta del escenario, que rompen con la mirada hegemónica desde dentro en la que siempre nos encontramos. No es casualidad que estas imágenes, emitidas por un televisor, nos remitan precisamente a aquellas iniciales de «Call on Me» y nos devuelvan la consciencia del cerrado dispositivo ante el que estamos.

Warfare. Tiempo de guerra. Revista Mutaciones - 3

De pronto, toda la ordenada y meticulosa puesta en escena se quiebra. El explosivo que se introduce primero en la habitación del francotirador y después, con peores consecuencias, la bomba en el intento de evacuación de la casa, desarticulan toda la operación militar y fílmica: la imagen sufre un fuerte ralentí e irrumpie el horror; la audición se ensordece, escuchando solo el sonido del interno crujir de los huesos. La misión pasa entonces por intentar recuperar el control perdido entre el caos y evacuar el escenario. Sin embargo, la tensión que supone el encapsulamiento en esa lucha táctica por querer salir de la casa y, a su vez, la frustración de ese deseo ante la fantasmal amenaza del exterior ahora con el poder de la situación, hacen que el filme vaya construyendo una progresiva sensación de claustrofobia —esa imagen siempre presente de la visión cenital—. El realismo extremo en la recreación, junto con la decisión de nunca ver al enemigo —exceptuando puntuales siluetas— hace que la ficción se adentre en el terreno del fantástico y del terror hasta acabar sin concesiones, asépticamente, con la evacuación del espacio y así el fin de la operación. Tiene sentido, entonces, que Garland y Mendoza desvelen el dispositivo. En esa decisión por acabar mostrando las fotografías de los combatientes reales y las de los actores que les representan, se cierra la idea del cine como una máquina de reproducir la experiencia del horror.


Warfare: Tiempo de guerra (Estados Unidos, Reino Unido, 2025)

Director: Alex Garland, Ray Mendoza / Guion: Alex Garland, Ray Mendoza / Director de fotografía: David J. Thompson. / Productoras: A24, DNA Films / sica: Simon Astall / Edición: Fin Oates / Reparto: Joseph Quinn, Michael Gandolfini, Joe Macaulay, Henrique Zaga, D’Pharaoh Woon-A-Tai, Will Poulter, Kit Connor, Noah Centineo, Taylor John Smith, Adain Bradley, Cosmo Jarvis, Charles Melton.

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