VERANO 1993
Pasar por el corazón
Si un recuerdo es la interpretación de un momento vivido, soñar es jugar con los recuerdos. Fellini dijo en cierta ocasión: “Los recuerdos son una dimensión de la memoria, una memoria inventada, adulterada, manoseada”. En mayor o menor medida todo creador, como buen soñador, construye a través de la experiencia. Por tanto, plantear una frontera que separe en el cine lo real de lo ficticio y/o los recuerdos de la fantasía es una tarea imposible que en nuestros días ha tomado una relevancia fundamental. Más aún si tenemos en cuenta, por otro lado, el debate que generan las nuevas formas y el cine digital o más recientemente la postverdad.
La palabra ‘infancia’ viene del latín ‘infans’ que significa ‘el que no habla por incapacidad’, lo que equivale a hablar de infancia como la incapacidad de expresarse en público, o si se quiere, como el que se expresa de una manera ininteligible para otros. Fellini se refirió a la niñez en cierta ocasión diciendo: “Este apego a la infancia distingue a todos los hombres creativos, pero se debe ver como una posibilidad de mantener el equilibrio entre el inconsciente y la conciencia, entre la vida verdadera y la recordada.”
Verano 1993 (2017), ópera prima de Carla Simón, es exactamente eso, una película autobiográfica que se maneja como un volatinero entre dicha dicotomía. Todo bajo la premisa de Frida, una niña de seis años que debe aprender a adaptarse a su nueva familia tras la muerte de su madre en el verano de 1993. Desde sus cortometrajes, Simón ha mostrado predilección por una serie de preocupaciones que aquí aglutina:
- La difícil relación entre madre e hija de Las pequeñas cosas (2015).
- La manera de encarar la muerte durante la infancia en Lipstick (2013).
- El estigma del sida que trata en Born Positive (2012).
En esta ocasión, el estigma del sida no llega a desarrollarse, mostrando solo sutiles pinceladas en favor de los dos primeros temas. Aún así, el asunto fundamental de la película es la lucha de Frida por aprender a expresar sus más dolorosos sentimientos aceptando su nueva vida. Todo ello contado con un tono colorista que rebosa humanidad. Aquí residen diferencias respecto a otras importantes películas patrias con las que comparte discurso. Mientras El espíritu de la colmena (Victor Erice, 1973) o Cría cuervos (Carlos Saura, 1975) muestran un tono oscuro, fantasmagórico y lleno de misterio, en Verano 1993 el prisma es el opuesto. La luz y la alegría invaden la pantalla para contar una dura historia de maduración y de confrontación con la muerte. Además de temática, Verano 1993 comparte con las anteriores el hecho de que su protagonista, Laia Artigas, traspasa la pantalla en una interpretación que recuerda ineludiblemente a la pequeña Ana Torrent.
En cuanto a la puesta en escena, el punto de vista de Frida tiende a dar una particular perspectiva espacial, diferente a la de un adulto, consiguiendo así el efecto de que el mundo a su alrededor se le hace grande. Cabe destacar, por otro lado, un montaje que siendo narrativo/continuo, en ocasiones genera ideas y sensaciones que recuerdan a Eisenstein o Kuleshov y sus montajes yuxtapuestos (A + B = C). Es decir, las imágenes y los planos no están aislados, sino que interactúan a través del montaje construyendo significados conjuntos para dar lugar a un todo común. Pongamos un ejemplo clarificador: en un momento de la cinta, Frida pregunta a su madre si al caer el secador en la ducha moriría. En el plano siguiente la niña se encuentra con un cuchillo en la mano en busca de lechugas. ¿Querrá suicidarse o solo se hace preguntas acerca de la muerte? El efecto ya se ha creado y provoca en el espectador un inquietante desasosiego. En este caso, además, poco después vemos el resultado con Frida en la bañera mientras su padre llega con un secador de pelo.
La palabra «recordar» viene del latín «recordari «, formado de re (de nuevo) y cordis (corazón). Recordar quiere decir mucho más que tener a alguien presente en la memoria. Significa «volver a pasar por el corazón». En palabras de la propia Simón, realizar esta película no ha sido una experiencia catártica. Para el espectador, sin embargo, además de un viaje en el tiempo, puede llegar a ser un ejemplo de cómo expresar los sentimientos más profundos. Algo aparentemente tan sencillo como aceptar la situación y aprender a llorar.
Miguel Gutiérrez
Verano 1993 (Estiu 1993, España)
Dirección: Carla Simón / Guion: Carla Simón / Producción: Valérie Delpierre, Jaume Duran y María Zamora / Montaje: Didac Palou y Ana Pfaff / Fotografía: Santiago Racaj / Diseño de producción: Mónica Bernuy / Reparto: Laia Artigas, Paula Blanco, Etna Campillo, Bruna Cusí, Jordi Figueras, Dolores Fortis, Titón Fraucas, Cristina Matas, Berta Pipó
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