YA NO ME SIENTO A GUSTO EN ESTE MUNDO

12/02/201812/03/2018 Patricia Marín

¿Qué hacemos aquí?

El pasado año se estrenaba en Netflix Ya no me siento a gusto en este mundo, el debut de Macon Blair como director, hasta ahora conocido en la industria cinematográfica por su trabajo como actor y guionista. El film, ganador del premio a Mejor Película en el Festival de Sundance, explora de una forma existencialista el papel que ejerce cada una de las personas en el mundo. Un mundo donde la gente parece haberse vuelto gilipollas.

Ruth es una mujer que vive sola, trabaja en una clínica posoperatoria y no entiende a qué hemos venido al mundo. No entiende por qué las personas son desagradables. No entiende cómo hay gente capaz de pegar palizas a otras personas por la calle. No entiende en qué momento el mundo dejó de ser humanitario, incapaz incluso de ceder el sitio en la fila de la compra a gente que lo necesita. Aun así, sintiéndose extraña en una ciudad donde parece no encajar, deja de forma totalmente pasiva que un día tras otro transcurra, posiblemente a la espera de un héroe que haga justicia o le dé alguna respuesta. Es entonces cuando Macon Blair, que parece no creer en los superhéroes de cómic, decide que Ruth va a cambiar su actitud y, tras un robo en su casa, va a sufrir una especie de epifanía donde se da cuenta de lo sola que está porque ni siquiera la policía va a mover un dedo. Nadie va a ayudarle a recuperar sus cosas y está harta de que la gente mala siempre acabe saliéndose con la suya. Junto a Tony, un vecino peculiar, algo enclenque y con complejo de justiciero, Ruth emprenderá un viaje que la convertirá en una heroína real. Por supuesto, también deberá enfrentarse a los malos, auténticos villanos que representan la deshumanización que tanto le preocupa. Según avanza su aventura, los objetos materiales que le han sido robados quedan en un segundo plano y la justicia moral cobra protagonismo convirtiéndose en una auténtica lección humanitaria.

– ¿Qué es lo que quieres?

– Que la gente deje de ser tan gilipollas

La película de Blair tiene una gran potencia narrativa y eso se debe mayormente al guion y la dirección. Por un lado, las imágenes marcan un ritmo aparentemente lento y por otro, el guion, que roza el nihilismo absurdo pero sin caer en la parodia, recuerda a un joven Tarantino cuyo exitoso debut también fue en el mismo festival de Sundance allá por el 92. Así, el director novel ha sido capaz de mezclar el thriller con la comedia más sincera y disparatada. Este tipo de contradicciones se ven a lo largo de la película con las que Blair juega sin descanso. El casting, por ejemplo, que cuenta con Melanie Lynskey en el papel de Ruth, debería delimitar por las barreras físicas el halo de heroicidad en el film. Lynskey, que es una mujer de dimensiones grandes y de expresión triste, no encajaría de primeras en el papel de heroína y, sin embargo, eso es lo que aporta cercanía y realidad a la ficción. Algo parecido (menos destacable) ocurre con el personaje de Tony, interpretado por Elijah Wood, el fiel compañero de Ruth cuya motivación y energía parece imposible de concentrarse en un cuerpo tan pequeño. Con esta película, Blair rompe muchas normas establecidas, juega con los restos y les otorga un sentido diferente al que acostumbramos a ver en la industria, dando como resultado una comedia negra de lo más tarantiniana.

Porque todos hemos sentido la necesidad de mandar a alguien a la mierda, de romper estereotipos y prejuicios. Ya no me siento a gusto en este mundo es la manera en la que Macon Blair reniega de los falsos héroes que saturan el gremio cinematográfico. De esos que llevan capa y leotardos y que, pese a su lucha, son incapaces de erradicar todo el mal que hay en el mundo y que nace de cada uno de los habitantes del planeta Tierra. Porque el cambio empieza en uno mismo y lo único que podemos hacer es compartir nuestras aventuras con ese alguien que nos hace sentir un poquito mejor en este mundo.