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MUCHOS HIJOS, UN MONO Y UN CASTILLO

Madre no hay más que una

Un iPhone 6, restos de Super 8 y una Mini-DV le bastaron a Gustavo Salmerón para retratar a su madre. A través de estos soportes vemos la evolución de una señora capaz de ejemplificar en sí misma la historia más reciente de España. Lejos de la ficción representada de manera antológica por Pedro Almodóvar o, posteriormente, por cineastas como Paco León, Julita, la madre de Salmerón, sí cumplió sus sueños.

Muchos hijos, un mono y un castillo está grabada con cariño y cercanía, tanta coma la que permite la cámara de un hijo con su madre. El director y guionista madrileño consigue, a través del curioso y romántico sentido de Diógenes de su familia, filmar el retrato de una vida. Julita hipnotiza desde el primer instante. Su carisma es proyectado en un reconfortante 4:3, capaz de elevar a la protagonista a una empatía fuera de lo común. Entre sus delirios repletos de sabiduría castellana cabalgamos por la evolución ideológica de una mujer nacida a comienzos de la Guerra Civil española. Su posición frente a temas tan íntimos como el franquismo o la fe son sumamente enriquecedoreas. Ambigüedad que en ciertos casos  nos remite a la complejidad de los conflictos más cruciales por los que pasa nuestra sociedad. La historia nos mueve a través de un rocambolesco McGuffin -las vértebras desaparecidas de su abuela asesinada durante la guerra- en el que reconstruimos la historia de Julita con perspicacia y buenas dosis de humor negro. El no saber enterrar a nuestros muertos es una idea que obsesiona al autor y que define la preocupación que encauza esta comedia documental. La crisis económica, las dos Españas y las imposturas del carácter mediterráneo sostienen una obra carente de prejuicios. Julita es el estandarte de una generación. Aquella que necesita cerrar una herida y que sigue dividiendo al país en dos frentes.

Los Salmerón son una familia con estrella que se estrelló. La crisis del año 2008 irrumpe en el sueño de Julita. Ella sólo ansiaba tres cosas en la vida. Primero tener muchos hijos, formar un hogar y vivir en el calor de la familia. Después un mono, fruto de un sueño infantil. Y por último vivir en un castillo. Parecía impensable para ella cumplir todos su anhelos, pero la vida le sonrió mientras pudo. La pérdida del castillo familiar -adquirido tras cobrar una cuantiosa herencia- por la inestabilidad económica nos lleva a un punto de inflexión íntimo dentro del seno familiar que alcanza un vitalismo asombroso. Con cierto aire al disparatado cine de Berlanga, este peculiar documental edifica a Julita como un personaje antológico dentro del cine español y a su hijo como un director con una interesante mirada que pone en tela de juicio las limitaciones documentales. A diferencia de películas como Carmina o revienta (2012), una rabiosa y fresca ficción documental, Muchos hijos, un mono y un castillo halla en la veracidad de sus imágenes una naturalidad difícil de obviar. Virtud que sirve como empuje para una categoría cinematográfica que no termina de cuajar entre los espectadores españoles y que conseguirá acercar al público hacía un género cada día más sorprendente.

Un filme que supo condensar con virtuosismo más de 400 horas de metraje y 76 versiones de montaje. Una carta de amor a una madre que sin vergüenza nos da lecciones de vida. “Esta película no le interesará a nadie” divagaba Julita al principio de la cinta, pero lo que ella no sabía es que su mirada, cargada de empuje y nerviosismo, sostiene sin ñoñerias lo que se le antoje. Ya saben, madre no hay más que una.


Muchos hijos, un mono y un castillo (2017, España)

Dirección: Gustavo Salmerón /Guion: Gustavo Salmerón, Raúl de Torres, Beatriz Montáñez /Producción: Gustavo Salmerón /Fotografía: Gustavo Salmerón /Música: Nacho Mastretta/ Reparto: Gustavo Salmerón, Julia Salmerón

 

2 comentarios en «MUCHOS HIJOS, UN MONO Y UN CASTILLO»

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