ZINEBI 2020 – SECCIÓN OFICIAL
Una mirada alienígena
Este inolvidable 2020 deja un poso tremendo en lo que siempre se ha entendido como un festival de cine. Un punto de encuentro, experiencias, aglomeraciones con amigos, charlas con directores, coloquios con el equipo de una película… La adaptación a esta nueva realidad para congregar al público ha sido gracias a las pantallas, ya sean en casa o en las salas. Y es en esencia lo que la 62 edición del Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao – ZINEBI quería trasladar, una propuesta híbrida para disfrutar de ese cine que surge de los límites, heterodoxo y emergente. Una nueva forma de ver cine en espacios mutables, guiándose por referentes clásicos sin perder de vista la evocación de lo contemporáneo.
Este nuevo modelo fija el camino del festival bilbaíno dirigido por Vanesa Fernández Guerra, que junto a su equipo han otorgado los Mikeldi de Honor a los Hermanos Dardenne “por su contundente y rigurosa aportación a la Historia del Cine reciente con su mirada documental y militante” y a las cineastas vascas Ana Murugarren y María Eugenia Salaverri “dos imprescindibles realidades del cine vasco con una incontestable contribución a la cinematografía de la ciudad”.
60 trabajos han compuesto la sección oficial del festival, una inexorable selección de cortometrajes de animación (19), ficción (21) y documental (20) que aportan esa renovación e implicación del cine en buscar nuevas formas de narrar, de borrar fronteras y proponer nuevos mapas en la gran constelación que forma el cine. Sin perder nunca de vista donde estamos y hacia donde nos dirigimos Imperial irrigation de Lukas Marxt (Germany-Austria) se alza con el Gran Premio Zinebi 2020, un indiscutible galardón que celebra la apertura de un nuevo camino en el documental experimental. La implementación en su narración de una ingente cantidad de capas junto a una imagen desgarrada por el propio discurso, la robótica voz en off y la introspección en el paso del tiempo forman un retrato poscolonial sobre el mar de Salton (California). La catástrofe de este lugar es irritantemente plasmada por una mirada alienígena, una ingeniosa capacidad por moldear la imagen de una manera nada sustancial sino ahondando en lo reflexivo de la historia y la memoria de un espacio deshabitado. Marxt se adentra con su cámara en el mar para reflejar, a través de la incomprensión que desprende este lugar, un nuevo mapa digital y personal. La realidad del director belga encuentra las verdades de una región a través del colapso de la imagen deconstruida, una película antropológica de un exquisito interés.
El Premio al Mejor Cortometraje de Ficción ha recaído en la producción rusa Rio de Zhenia Kazankina, donde se representan los sueños de dos hermanas desde su esclavo trabajo en un motel. Un pseudomusical por momentos surrealista que evoca el anhelo por tener una adolescencia sencilla, con sus amores y desengaños. La puesta en escena teatral consigue recrear un cómico microcosmos entre las hermanas, aunando lo kitsch de las escenas musicales en la piscina del motel y el thriller que atestigua una incómoda historia de amor entre el huésped y una de las protagonistas. En Kkum de Kangmin Kim, Premio al Mejor Cortometraje de Animación, también se narran los sueños de un joven, pero esta vez a través de una relación maternofilial. Una iluminación que explicita los oscuros momentos que siente una madre cuando se preocupa por su hijo. Todo a través de una animación delicadamente diseñada con gomaespuma, que se retuerce, reconstruye y resplandece gracias a las emociones.
El Premio al Mejor Cortometraje Documental fue a parar a la producción francesa Shanzhai Screens de Paul Heintz que inscribe mediante la imagen una historia paralela sobre la pintura. Los límites de la realidad virtual exponen un nuevo lienzo sobre el oficio de la réplica de grandes pinturas de la historia. Ese detalle sobre las vidas de las gentes que se dedican a ello en la ciudad china de Shenzhen ha creado escuela, el Shanzhai. Y el retrato generacional, minucioso y rutinario que ha plasmado el director francés desvela un modo de vida artístico, mezclando lo tecnológico con las antiguas tradiciones.
Uno de los grandes temas que ha alineado gran parte de la selección ha sido la salud mental. Y sobre todo gran parte de la animación. Cortometrajes como Yo de Begoña Arostegui o Push this button if you begin to panic de Gabriel Böhmer exploraban esta inquietud del nuevo milenio que no solo se da en jóvenes sino que las personas mayores también lo sufren. Frescas animaciones que a través de la comedia encendían el botón de aviso para abrir un debate candente en la sociedad. Y todo ello con sobriedad e ironía en sus animaciones, mezclando elementos reales con virtuales. La animación de esta edición también presentó diferentes espectros sobre nuevas problemáticas en la sociedad como Ecorce de Samuel Patthey, que indaga sobre la rutinaria y dolorosa vida en una residencia. A través de trazos sobre libros deja constancia de su personal visión de los contratiempos de la vida. El joven alemán ya presentó en la 61 edición su primer trabajo, Travelogue Tel Aviv, un impresionante debut cinematográfico sobre las atmósferas y las voces de una gran ciudad. Un camino que va dibujando mediante logradas e imperfectas ilustraciones plasmando su particular mirada sobre lo mágico de la existencia humana.
Destacable el trabajo de la pieza Todo es culpa de la sal de la colombiana María Cristina Pérez, que recorre la memoria de su familia por medio de fotografías familiares que nunca han existido; se recrea en el mundo animal para dar vida a una historia trágica sobre el abandono y el abuso. Sogni al campo de las italianas Magda Guidi y Mara Cerri también recurren al mundo animal para abrir las puertas del tiempo y expandirse en un espacio nunca antes visto por un niño que busca a su gato. Un gato que desapareció en un campo donde el color verde de un prado se confunde con el azul eléctrico del cielo. Dos mundos. Un camino. La vida y la muerte a un paso.
Señales del más allá
Polvos somos de Estíbaliz Urresola se alzó con el Gran Premio al Mejor Cortometraje Vasco otorgado por el jurado formado por Anette Dujisin, Eugenia Mumenthaler, Izebene Oñederra, Daniel Ribas y Txani Rodríguez “por el trabajo de dirección de actores y actrices, desarrollo del guion y puesta en escena de una historia que critica cómo la mercantilización de nuestra sociedad alcanza incluso a la muerte, al rito funerario”. Una propuesta donde la protagonista logra con su mirada captar la sensación de incomprensión, la incomunicación familiar y el empeño de una adolescente por afrontar una muerte cercana por primera vez. Compuesto por un elenco de actrices que aboga por la sororidad mediante el humor; la pieza dirigida por la llodiana guía su visión a situaciones límites entre las relaciones familiares y adquiere una atmósfera hiperrealista cuando se ven las cosas solamente de una manera. La película también se llevó el premio Fundación SGAE al Mejor Guion.
Otras piezas de ficción que fueron destacables en la Sección Oficial son Daucus Carota, dirigida por Carla Linares, que apuesta también por el humor histriónico para guiar la historia de una monja que vive quebrada en su institución. Es gracias a la asfixia, el calor del verano y el sexo donde construye su nueva identidad y ve por primera vez una salvación. Una puesta en escena sobria que se guía por las horas del sol; mientras que las monjas viven una vida rutinaria, Sor Irene no se arrepiente de sus errores y esboza placer y alegría en su mirada. El cortometraje En Route, de la holandesa Marit Weerheijm, ganadora del Premio Unicef, guía al espectador a través de la mirada de una niña que retrasa el viaje de su familia para ser recompensada con deliciosos postres a su llegada. Un corto que habla sobre clases sociales en el primer mundo y poniendo el ojo en la pobreza, en los pocos recursos de las familias. La cándida imagen que deja una sensación de alegría en los niños no es quebrada por la realidad de un padre que solo quiere lo mejor para sus hijos. Así una zigzagueante cámara capta a la familia sin juzgarla, en un momento de su vida en el que miran al cielo con esperanza.
Muchas de las ficciones de esta edición se enmarcan en la naturaleza para desarrollar historias universales como la amistad o el amor para encontrar la raíz de un mundo dominado por el consumismo y la irracionalidad. Es en estos entornos donde muchos directores han mostrado sus historias y se sienten cómodos para llevar a sus personajes a espacios fantásticos y tropicales. En Heliconia de Paula Rodríguez Polanco (Francia-Colombia), la cámara capta la fragilidad y el misterio de una joven colombiana que se adentra en la selva para suspirar el florecer de la naturaleza. Una historia de amor donde la religión resquebraja los sueños de la protagonista y la amistad recurre para salvar las relaciones humanas. El río que se encuentra funciona como un jardín prohibido donde se sienten cómodos, pero después se adentran en un desierto árido y rocoso donde se pierden sin encontrar la salida. Una bella exploración sobre la juventud y la libertad junto con una voz en off que sugiere los peligros del contexto en el que se encuentran, una Colombia llena de violencia, drogas y represión.
Aquí, hoy, de nuevo
El cortometraje ganador del Premio del Público, otorgado por EITB fue para Aitor Gametxo y su documental Hemen, Gaur, Berriz. Una convivencia de géneros que narra la historia de dos chicos que repiten cada año su primer encuentro en las fiestas de Bilbao. Una primera mirada que deja un poso tan grande en ellos que recrean la misma sensación para no olvidar pero también para plantear un juego que los mantenga vivos. Otro de los trabajos vascos que reúne a Koldo Almandoz y María Elorza para recomponer el recuerdo es Quebrantos. Una pieza documental que a través del found footage reconstruyen un programa de radio que entra en diálogo con imágenes sobre mujeres que relatan historias personales sobre el dolor y el control. Un trabajo de montaje que une a estos directores para explorar relaciones humanas y sobre todo recomponer historias omitidas en nuestro entorno.
El cortometraje vasco ha dominado gran parte del palmarés de la 62 edición de Zinebi y ha traído de nuevo a directores y directoras que presentaron sus anteriores trabajos en ediciones pasadas. Es el caso de Lur Olaizola que ya mostró Xulia en la 61 edición, una exploración por el tiempo y la memoria mediante la voz de una mujer en una viaje por la primera generación infectada por el VIH. Olaizola vuelve al festival con Zerua Blu, ganador del Gran Premio al Mejor Cortometraje Español. Un relato que trata el tema de los inmigrantes vascos en América. Un viaje que une a dos mujeres a través del tiempo, a través del cine. Y es la experiencia de este quien guía un viaje epistolar donde el cielo que separa décadas es fundido mediante un montaje poético que aúna memoria e historia.
La exploración de nuevos territorios, de historias sepultadas y de límites inabarcables captados por jóvenes miradas sigue siendo la ardua tarea de Zinebi por reflexionar sobre la condición humana. Y es en estas consideraciones donde festivales como el bilbaíno expanden fronteras para congregar a un público con ansias de viajar por espacios nunca antes transitados. Un compromiso que Zinebi manifiesta gracias a su diversa selección llena de ritos, sueños y deconstrucción de la propia imagen.
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