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YOU DON’T NOMI


You Don’t Own (No)Me

Veinticuatro años separan el documental You Don’t Nomi (Jeffrey McHale, 2019) de su primordial objeto de estudio: la película Showgirls de Paul Verhoeven, estrenada con una muy premeditada aureola de escándalo en 1995. Un casi cuarto de siglo en el que el filme de Verhoeven pasó de ser salvajemente despreciado por una parte de la crítica -especialmente la estadounidense- a verse convertido en película de culto mayoritariamente camp, capaz de generar desde versiones teatrales hasta multitudinarias convenciones con Showgirls como motivo primordial. Y todo debido a que, en 1995, el exitoso estreno de Instinto básico (Paul Verhoeven, 1992), había situado al futuro autor de Showgirls en una situación de raro privilegio dentro de la industria de Hollywood. Creativamente exiliado a los EE.UU. desde su Holanda natal, donde con títulos como Delicias turcas (1973), Vivir a tope (1980) o El cuarto hombre (1983) se labró una carrera tan interesante como controvertida, por su tratamiento del sexo y la violencia en pantalla, Verhoeven había alcanzado definitivamente el estrellato internacional tras los excelentes resultados económicos (y creativos) de la mentada Instinto básico y sus dos filmes inmediatamente anteriores, RoboCop (1987) y Desafío total (1990). Pero los dos primeros intentos de ejercer plenamente su libertad creativa en Hollywood tras estos tres éxitos fueron en vano. Ni una película de piratas ambientada en pleno siglo XVIII que llevaba por título Mistress of the Sea, y que no pudo llevarse a cabo por desavenencias creativas con la productora Columbia Pictures, ni otro proyecto, este especialmente anhelado por Verhoeven ya desde los tiempos de Los señores del acero (1985) llamado Crusade, fructificaron.

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A cambio, el holandés optó por una nueva colaboración con el por entonces afamado guionista de Instinto básico, Joe Eszterhas, titulado Showgirls. Con claros y reconocidos ecos de Eva al desnudo (Joseph L. Mankiewicz, 1950) y de homenajes al cine musical del Hollywood clásico, la historia de Showgirls es, en su fondo, tan clásica como tradicionalmente estadounidenses eran los resortes que la impulsaban: Nomi (Elizabeth Berkley) es una joven bailarina y stripper que busca hacer fortuna en Las Vegas, donde se debatirá entre la fidelidad a sí misma y el pasar a formar parte del éxito, fugaz, pero éxito al fin y al cabo, ofrecido por la excesiva ciudad del pecado situada en el desierto de Nevada, al precio que sea. Un grado de tradicionalidad que quedó sepultada gracias a una masiva campaña publicitaria que puso por delante del resto de los elementos que componían la película sus constantes desnudos y agresiva sexualidad, convirtiéndola sin resistencia alguna en la primera película de la carrera de Verhoeven en recibir calificación NC-17 (prohibida a menores de 17 años), prácticamente proscrita en la industria del cine estadounidense por limitar la distribución de las películas acreedoras de esta calificación moral en salas comerciales, dificultando en consecuencia su capacidad de recaudación.


Pero Showgirls también fue el primero de los filmes rodados en suelo estadounidense por Verhoeven en recibir un varapalo crítico y, sobre todo, comercial, que supuso la ruina de la fugacísima carrera de su entusiasta actriz principal, y también la primera piedra en el camino de vuelta del director al cine europeo, tras los tibios resultados en taquilla de las posteriores Las brigadas del espacio (1997) y El hombre sin sombra (2000), con El libro negro (2006). Sin embargo, la brutal acogida crítica deparada por los medios en los EE.UU., en un extremo ampliamente recogido por McHale en You Don’t Nomi que invisibiliza la más dispar acogida que recibió a nivel internacional, coincidió con la animadversión del público convirtiéndola en todo un fenómeno sociológico no basado en sus virtudes si no, precisamente, en su involuntaria (y presunta) condición de epítome del cine malo. Y ahí empezó el tránsito, bastante menos amable de lo que podría parecer a simple vista de su consideración de supuesta película basura a no menos presunta obra maestra… del cine basura. Dudosa evolución que es recogida por McHale desde un planteamiento próximo a un personal ensayo audiovisual (no en vano escrito, producido y montado por el director) tan interesante en sus posibilidades como a la postre ágil y entretenido, pero también algo equívoco y hasta discreto en sus conclusiones y resultados finales.

Algo diluida en su estructura, You Don’t Nomi se divide sin embargo en diferentes capítulos, ordenados cronológicamente y dedicados, cada uno de ellos, a diferentes aproximaciones al creciente culto a Showgirls. Entre otros abordajes al filme de Verhoeven, McHale recoge desde las primeras críticas al filme y su paso (arrasador) por los Premios Razzie a las peores producciones cinematográficas de 1995, incluyendo el premio a la peor película de la década, hasta su tardía reivindicación, años después, como icono de la desobediencia ante los adalides del supuesto buen gusto, pasando por su repercusión en colectivos LGTBI y su recuperación por parte de algunos analistas cinematográficos, capaces de generar las más peregrinas teorías. En estos pasajes, la película se muestra ágil y desprovista de gravedad, en gran parte, y pese a la seriedad que aporta la banda sonora de Mark De Gli Antoni, debido al tono jocoso de la práctica totalidad de los que participan en ella en calidad de testimonios, pero también resulta más interesante por lo que sugiere en algunos instantes que por la avalancha de datos que vuelca sobre el espectador.

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Cuestiones tangencial o muy fugazmente tratadas en el filme, como la preponderancia de una mirada mayoritariamente masculina en la crítica cinematográfica, con todo lo que ello implica para la construcción historiográfica del cine o en la acogida de determinados tratamientos de temas como la violencia sexual, el gregarismo de muchos de estos analistas y del público en general en cuanto a valorar positiva o negativamente una película u otra, o la reapropiación por parte del colectivo LGTBI de materiales culturales que, como Showgirls, fueron descartados por lo heteronormativo, son algunos de los jugosos temas que se filtran entre las fisuras de una película que cuenta entre sus bazas más interesantes la construcción de su discurso a través de un aparato formal basado exclusivamente en imágenes de archivo.

Imágenes y sonidos, extraídos en muchas ocasiones de otras películas de Verhoeven son aquí recontextualizados y retocados con el objetivo, se diría, de dar fluidez y continuidad a You Don’t Nomi. Recurso se extiende al resto de material de archivo utilizado en el documental, evitando por completo el uso de bustos parlantes, y que en su coherencia provoca que los numerosos testimonios de críticos y especialistas utilizados en la película sean parte de su banda sonora, sin jamás aparecer de cuerpo presente en las imágenes del filme. Una perspectiva que se convierte en lo más interesante del apartado formal de You Don’t Nomi en cuanto hace posible el diálogo entre diferentes posturas y miradas sobre Showgirls, tanto la película como el fenómeno social. Esta apuesta por el debate, y el continuo cuestionamiento del lugar que en gran medida aún ocupa Showgirls en el acervo cinematográfico de los pasados noventa, sumada a la mentada reapropiación de algunas imágenes del resto de la filmografía de Verhoeven, sugiere sobre el papel una posible lectura de You Don’t Nomi. La que hace de ella una buena muestra sobre como la interpretación de una imagen en general (o de las que componen Showgirls en particular) no es potestad de la crítica ni de la taquilla, y ni siquiera de aquellos y aquellas que participaron en ella o la crearon, retratados en You Don’t Nomi a lo largo del tiempo y cambiando constantemente sus intenciones iniciales respecto a la película. McHale parece expresar, desde el ejemplo, que el visionado y opinión que pueda tenerse sobre una película como Showgirls pertenece a cada uno de los espectadores que las contemplan e idealmente las contextualizan según su propia sensibilidad y escala de valores.

Pero la supuesta polifonía de imágenes y testimonios sonoros contenidos en You Don’t Nomi termina por no ser tal, si no que se ve integrado en un todo apologético que acaba por reivindicar Showgirls desde una perspectiva unívoca, centrada muy discutiblemente en lo camp. Un punto de vista evidentemente tan respetable como cualquier otro, pero que termina por convertirse en You dont’ Nomi en un nuevo canon bajo el que leer las imágenes de la película de Verhoeven… y provocando, en un revulsivo efecto probablemente muy similar al que provocó el primer culto hacia Showgirls, que uno desee revisitar aquel filme de 1995 para sacar sus propias conclusiones.


You Don’t Nomi (EE.UU., 2019)

Dirección, producción, guion y montaje: Jeffrey McHale/ Música: Mark De Gli Antoni/ Reparto: Matthew Baume, Elizabeth Berkley, Jeffery Conway, Joe Eszterhas, Gina Gershon, Joshua Grannell, April Kidwell, Kyle MacLachlan.

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