WATCHMEN: DAMON LINDELOF Y EL HIBRIDISMO GENÉRICO
No es en absoluto nuevo que todo tipo de géneros populares, una vez comienzan a agotarse, tienden a una inevitable reinvención para mantenerse con vida, voluntaria o involuntariamente. Esto se manifiesta en diversos procedimientos (o mutaciones) que pueden traducirse en una ruptura de clichés, en la actualización de modelos convencionales o, muy comúnmente hoy en día, en la hibridación con otros géneros y/o subgéneros. Un claro ejemplo de esto es la obra de Alan Moore y Dave Gibbons, Watchmen (1986), la cual supuso una verdadera revolución para el mundo de los superhéroes y que, entre muchas otras cosas, hace gala de este hibridismo genérico. Más allá de su presentación del superhéroe como un chalado en mallas resultado de una catástrofe cultural, su novela gráfica se aprovecha de una fuerte influencia del noir con tintes existencialistas, además de zambullirse de lleno en la ucronía.
Cabe preguntarse pues qué papel juega Damon Lindelof en todo este andamiaje genérico con su continuación e interpretación, hecha serie, en Watchmen (2019- ). La obra anterior de Lindelof, quizás por coincidencias del destino, ya se apoyaba en la ejecución de dicho hibridismo. Si se piensa en The Leftovers (2014-2017), su mezcla entre elementos de drama naturalista y existencialista con otros de pura ciencia ficción o lo post-apocalíptico (a pequeña escala) funcionaron de manera muy interesante. De hecho, su otro caso más sonado es el de Perdidos (J.J. Abrams, Jeffrey Lieber y Damon Lindelof, 2004-2010), serie que supuso un verdadero campo de pruebas donde confluyeron el drama, las aventuras, el misterio o la ciencia ficción, con mayor o menor acierto, pero indudablemente con un impacto histórico. Es de suponer, por tanto, que el Watchmen de Lindelof optaría por mantener, aunque actualizando en base a su estilo, dichos patrones.
Mientras que la presentación del superhéroe en la obra de Moore es tremendamente desmitificadora pero a la vez tomada con seria solemnidad, en el show de HBO no se termina de percibir una representación estable, sino con varios cambios tonales en su conceptualización e indagación: de esa solemnidad al patetismo autoconsciente, pasando por grados intermedios. Otro gran cambio se produciría en el uso del noir, ahora dejado más de lado debido a, sobre todo, la desaparición de la figura hard-boiled personificada en Rorschach y el traslado de la acción a Tulsa, eliminando de la ecuación aquellos bajos fondos de la jungla de asfalto llenos de criminales tan típico de los ambientes del género negro. No obstante, la serie de Lindelof también se guía por un misterioso asesinato inicial que desencadena una investigación, la cual irá destapando sucesos más trascendentales, esta vez acercándose más desde lo policíaco, con implicaciones sugerentes en ese cuerpo de seguridad enmascarado.
Es en la ucronía, sin embargo, donde el nuevo Watchmen decide mantener una línea más continuadora con la obra original, manteniendo así unas bases identificadoras comunes de su universo ficcional. Se parte, por tanto, de varios puntos en el pasado que modificaron el curso de la historia como la conocemos, principalmente la aparición del Dr. Manhattan y la subsiguiente victoria de los Estados Unidos en Vietnam, con todas las tensiones que eso conllevó hasta la farsa genocida y pacificadora de Ozymandias. El espectador es introducido a varios elementos que surgen de manera natural tras los acontecimientos recién mencionados: Vietnam es ahora un nuevo estado de EEUU y, tras los numerosos mandatos de Richard Nixon, el presidente es ya desde hace muchos años Robert Redford. Este último acontecimiento, quizás más anecdótico a primera vista, da pie a la creciente tensión racial en Tulsa, debida en parte a las “redfordaciones” o compensaciones a los ciudadanos afroamericanos emparentados con las víctimas de la masacre sucedida en 1921. Por otro lado, la profundización en el conflicto vietnamita resulta muy acertada, incidiendo en la dicotomía dios-tirano del Dr. Manhattan, que sirve como punto de partida para la construcción del personaje de Angela Abar.
En definitiva, como ya prometía Damon Lindelof, Watchmen es su carta de amor incondicional hacia la novela gráfica de Moore y Gibbons. Se percibe una intención continuadora en relación a este hibridismo genérico de la obra fuente, a la par que una inevitable actualización e inversión de otros elementos teniendo en cuenta su pretensión autoral, su cambio de medio o el diverso asesoramiento y exigencias de la productora.
Watchmen (showrunner Damon Lindelof, EEUU, HBO, 2019)
Dirección: Nicole Kassell, Stephen Williams, Steph Green / Guion: Damon Lindelof (creador), Nick Cuse, Lila Byock / Producción: Damon Lindelof, Nicole Kassell, Stephen Williams, Rupak Kayastha, Joseph E. Iberti / Montaje: David Eisenberg, Henk Van Eeghen / Música: Trent Reznor y Atticus Ross / Fotografía: Alex Disenhof, Chris Seager, Gregory Middleton / Reparto: Regina King, Jeremy Irons, Tim Blake Nelson, Yahya Abdul-Mateen II, Jean Smart, Louis Gossett Jr., Tom Mison, Sara Vickers, Hong Chau.
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