VIVIR SIN NOSOTROS
Género o particularidad
La lista de películas cuya temática gira entorno a las relaciones homosexuales es, aunque finita, bastante extensa hoy en día. Fenómenos como Brokeback Mountain. En terreno vedado (Ang Lee, 2004), Call Me by Your Name (Luca Guadagnino, 2017) o Carol (Todd Haynes, 2015) son una evidencia de que el cine romántico ya no solo pertenece al universo heterosexual. Sin embargo, salvo singularidades como Happy Together (Wong Kar-Wai, 1997) o Mi Idaho privado (Gus Van Sant, 1991), la ruptura amorosa no suele ocupar el centro de la trama, la reflexión y la dimensión moral de las cintas, sino que se relega como catarsis de cierre y final. Vivir sin nosotros, de David Färdman, apunta precisamente hacia esa diana, el largo desenlace tras el amor, para disparar, con un acierto algo inconstante, un disparo inocuo al corazón.
Sería de provecho reflexionar si la condición homosexual supone algún tipo de especificidad para una pareja y, en consecuencia, para el tratamiento de una película, y de ser así, de qué manera sería legítimo afrontarlo. Partiendo del texto, Färdman parece no querer dar con una solución concluyente a este dilema; sus personajes, Adrian y Hampus, se incomunican como cualquier otra pareja condenada a perturbarse mutuamente y hacer leña del árbol caído el final de sus días. Mientras uno pasa página y se sube literalmente al tren, el otro se lamenta en solitario desde el andén. Y así, se fragmenta una cama en dos, se componen canciones con palabras de desamor, se buscan nuevos clones del antiguo amante y se manifiestan casi tantas dominaciones como penetraciones. Por lo tanto, sería aventurado defender que Vivir sin nosotros es una isla ajena a los esquemas melodramáticos que han ido constituyendo el género. Indudablemente, la orientación sexual no es un factor que determine, perfile o resignifique el estilo y la mirada del director. Puede que tampoco la del espectador.
Apartando la atención de esta disyuntiva, Vivir sin nosotros encuentra cierto ritmo sobre el que descansar su discurso. Los ojos, esquivos y controlados por el miedo, apenas se encuentran durante los primeros minutos del film. Färdman coloca a sus personajes con la espalda pegada a la pared, interferidos por el abismo del vacío que les separa e incapaces de abandonar los caducos recuerdos que sostienen sus conversaciones. Más tarde, según avanza el metraje, cuando el guion propicia encuentros fortuitos, sus pupilas se van clavando y las confesiones afloran. El enamoramiento, en un principio oculto y raquítico, se descompone en miradas lascivas, planos de escucha y malentendidos provocativos. Esta fórmula, indiscreta por extenuante pero directa en su mensaje, es el paradigma de toda la propuesta formal del director, transmitir un mensaje contundente a través de un lenguaje sencillo. Quizás sea fruto de una ambición democratizadora, deseosa de llegar a un público amplio como demuestra su estreno en España, lo que genere cierta vacilación visual, en ocasiones hierática y distante, en otras elíptica, a veces agitada. ¿Qué otra explicación que facilitar su entendimiento podría tener sí no un evolución tan transparente como pasar del mortecino verde del dormitorio al cálido amarillo del atardecer?
Vivir sin nosotros supone así la oportunidad perfecta para replantearse por un lado la necesidad o no de crear contenidos diversos entre el drama romántico homosexual y hetero— entiéndase en un sentido estético y no argumental — que diferencien los universos fílmicos autorales sí, pero también temáticos. Por otro, el modo en que ciertos géneros evolucionan al mismo ritmo que sus creadores y espectadores, pero que no pierden los ejes narrativos perennes que han definido la historia del cine. Y también es una buena ocasión para analizar la justificable aunque sospechosa accesibilización de las formas y sus contenidos, de las historias que son importantes contar y de preguntarse hasta qué punto es necesario que uno mismo masque algo antes de poder tragar.
Vivir sin nosotros (Are We Lost Forever, Suecia, 2020)
Dirección: David Färdmar / Guion: David Färdmar / Fotografía: Robert Lipic, Johannes Stenson, Camilla Topuntoli / Reparto: Björn Elgerd, Jonathan Andersson, Micki Stoltt, Nemanja Stojanovic
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