Paul Thomas AndersonVideoclip

VIDEOCLIPS DE PAUL THOMAS ANDERSON

Seguimiento de una carrera artística paralela

La carrera cinematográfica de Paul Thomas Anderson, y su evolución como cineasta a través de los últimos 20 años, está plagada de cambios en sus propuestas estéticas y sonoras desde su etapa inicial a la actual.  Sus primeros largometrajes le adjudicaron cierta fama de director joven, atrevido e incluso pretencioso por ese ostentoso estilo que le daba a sus obras; los largos e innumerables planos secuencia de Boogie Nights (1998), de exquisita valía técnica, o esa exuberante precisión de movimientos de cámara y frenético montaje de su Magnolia (1999), legitimaban esas afirmaciones. Sin embargo, tras dos décadas presenciando las mutaciones de su estilo, se aprecia que PTA, lejos de ser un director presumido, es un cineasta osado con una clara firma autoral propia, en búsqueda constante de un crecimiento artístico tanto en la realización de largometrajes como de videoclips.

Especial estetica videoclips - Paul Thomas Anderson, seguimiento a una carrera artistica paralela

Sus comienzos en el mundo de los videos musicales coincidieron con el momento en el que que se llevaba a cabo el proceso de montaje y edición de su segundo largometraje, donde se haría eco de su infinito conocimiento en el manejo de los equipos técnicos a su disposición, además de su eficacia en los movimientos de cámara y actores.

En Try (1997), un joven y descarado Paul Thomas Anderson se adueña del espacio a su antojo rodando en un (aparente) único plano secuencia, de tres minutos de duración, en el pasillo más largo existente en Norteamérica (de más de 400 metros de longitud). El videoclip abre un largo movimiento de acercamiento al protagonista de la película y autor de la canción: Michael Penn, compositor de The Big Top (1997), tema final de la nombrada Boogie Nights.  Él, se muestra encima de una dolly y, al ser alcanzado por la cámara en un plano medio, ésta inicia un seguimiento por todo el lugar sin parar hasta el final. Todo es una coreografía alrededor del protagonista por ese largo pasillo repleto de puertas que se muestra como una especie de plató. Los miembros del equipo técnico de rodaje se hacen visibles como figurantes, proporcionándole acción y movimiento al cambio de los decorados, entre ellos el recurrente actor Phillip Seymour Hoffman, quien hace autorreferencia a las obras de PTA.

El video también es un homenaje a Danzad, danzad, malditos (They Shoot Horses, Don’t They?, 1969, Sidney Pollack), y denota perfectamente la etapa en la que se encontraba Anderson en aquél entonces: un joven director que impresiona por su capacidad de controlar la cámara, los tiempos y que hace estupendas referencias a sus películas favoritas, divirtiéndose como un crío.

Tras su primer video musical, PTA iniciaría una estrecha relación profesional junto a su entonces pareja, la cantante Fiona Apple, con quien rodaría cinco videoclips. En el primero de ellos, Across the Universe (1998), cover de la canción original de The Beatles, encontramos a un Anderson con mayor destreza tanto técnica como estética, pero también de interpretación en el contenido y mayor creatividad en las propuestas formales.

Rodado esta vez en cinco largos planos secuencia y en un precioso blanco y negro, se encuentra la cantante del tema que aparece inconsciente del destrozo que unos hombres hacen a su alrededor en una hamburguesería de tipo americana. La letra de la canción narra exactamente ese deseo de llevar una vida positiva y pacífica refugiada en pensamientos de felicidad. Anderson hace una lectura propia y crea el caos en el espacio para resaltar la serenidad con la que filma a Fiona Apple, mirando a cámara fijamente durante todo el metraje, aunque su mundo se caiga a pedazos. El cineasta absorbe bien los tempos y la letra del tema, creando a partir de ellos un ritmo propio basado en el ralentí de las imágenes, proporcionándole belleza incluso a la caótica destrucción en la que está sumergida. Los movimientos de cámara son mucho más estilizados, a ellos se suman otras grandes demostraciones técnicas como un giro vertical de cámara de 360º.

Para esta época, Anderson trabajaba en la realización de Magnolia, en la cual demostraba un crecimiento creativo con respecto a su anterior largometraje, condicionado por la extrema dificultad impuesta por el guion de desarrollar nueve historias al estilo de película coral que habla de la soledad, casualidad y causalidad. Del mismo modo, el director californiano se supera a sí mismo como realizador de videoclips demostrando una mayor capacidad de percepción en el contenido y otorgando mayor sentido a las imágenes por la concepción original de la obra musical.

En su segundo trabajo con Fiona Apple, Anderson decide experimentar con una propuesta más arriesgada estéticamente, coincidiendo con el final de una primera etapa como director donde llevó al límite sus capacidades coreográficas, con ese estilo scorsesiano tan particular. Sus últimas obras se habían rodado con tal fastuosidad que llevaron al mismo director a decir que nunca rodaría una mejor película que su última obra en aquél entonces.

PTA decide abordar el proyecto de la canción Fast as You Can (1999) en formato cuadrado (1.33:1) y con planos fijos. Íntegramente rodado en planos medios y primeros planos que ahondan en la fascinación retratista del cineasta, en blanco y negro, cambiando a color, sobreexpuestos de luz e incluso variando de formato al 2.35:1. Un rompimiento total con el arduo trabajo estético que Anderson iba llevando a cabo a través del tiempo en sus películas anteriores en todos los formatos.

El tema es una variación entre los géneros del rock y el jazz fusión, con cambios de ritmo constantes y una combinación muy variada de instrumentos musicales que exploran los diferentes estados anímicos por los que pasa una relación. El video fue filmado con una cámara vintage de manivela produciendo un efecto asincrónico entre imagen y sonido aunado en un montaje desenfrenado. La cantante no lleva maquillaje, ni vestuario característico sino vestimenta propia. Toda una declaración de intenciones de un cineasta que buscaba reinventarse.

Su siguiente largometraje también significaría una ruptura en su filmografía ya que Embriagado de amor (Punch-Drunk Love, 2002) parecía ser mucho más una película de búsqueda y experimentación sensorial de un joven talento que la de un director con dos películas tan exitosas a nivel comercial como sus dos últimos largometrajes. Sus propuestas con el color, el formato (2.35:1), la composición… unidas al tono de un guion mucho más simple, pero bullicioso, darían un aire de frescura que marcaría un antes y después en la carrera del cineasta.

En los siguientes 11 años, PTA solo rodaría dos largometrajes, lejos de ser propuestas comerciales, pero ningún videoclip hasta la realización del video musical del tema Hot Knife (2013), también de Fiona Apple y su última colaboración hasta el momento. La canción también se aleja del tono más “comercial” de sus propuestas anteriores, siendo este un tema mucho más comedido en elementos musicales intervinientes, absteniéndose a voces, coros y percusiones.

El cineasta vuelve a retomar el formato 2.35:1, proponiendo un ejercicio de fraccionamiento de pantalla, con planos individuales que interactúan con la superposición de voces del tema. Del mismo modo, utiliza el sonido de los instrumentos para recrear un montaje de imagen que parta de la materialidad de los objetos (como los tambores) en el cuadro fílmico, así como lo experimentó en las secuencias iniciales de sus obras anteriores, Pozos de ambición (There Will Be Blood, 2007) y The Master (2012), donde jugaba con los sonidos diegéticos y extradiegéticos para recrear un estado mental mucho más cercano al del personaje principal. Anderson utiliza el formato del videoclip para seguir experimentando con sus fascinaciones con el mundo sonoro, alejándose de la comodidad y profundizando en sus formas en un punto álgido de madurez como cineasta.

Para el año 2016, Paul Thomas Anderson realiza el video musical de la canción Daydreaming de Radiohead, convirtiéndose en su obra más destacada dentro de este formato. Así como afirma el video ensayista Rishi Kaneria, el videoclip parece ser solo la punta de un iceberg que cuenta con mucho más contenido del que muestra en primera instancia. La utilización de elementos metafóricos, sumados a la realidad de la etapa profesional y personal del protagonista, Thom Yorke, vocalista de la banda, dan un significado mucho más profundo a las imágenes rodadas.

El video es nuevamente un seguimiento al personaje principal por diferentes lugares espacialmente inconexos entre sí, a través de numerosas puertas por las que va atravesando. Estas, como bien explica Kaneria, representan las decisiones que ha tomado el artista a través de su vida. El personaje camina adelante siempre en dirección contraria donde se ubican los carteles de salida, sugiriendo que no hay retorno. El video tiene su lanzamiento un año después de que el vocalista de 46 años se divorciara de su ex pareja y madre de sus hijos, con quien compartió 23 años de matrimonio; el mismo número de puertas por las que atraviesa el protagonista en el video. Los espacios son hospitales, colegios, lavanderías, hogares… lugares que representan el conjunto familiar y donde siempre hay una referencia a la figura maternal. Al final del video, Yorke pronuncia dos oraciones que, al ser escuchadas en reversa, se entienden como: “mitad de mi vida, mitad de mi amor”.

La propuesta de Anderson traza un paralelismo entre la vida personal de Yorke como esposo y su carrera como artista a través de referencias a otros videoclips de la banda de la cual forma parte desde 1993. Lo expuesto en el video puede haber tenido su origen en la concepción del tema musical, pero es el cineasta quien carga de significado cada centímetro de la pantalla con minuciosos detalles en todas las secuencias, ahondando en una lectura más rica de las imágenes. Para este momento, se puede apreciar a un Paul Thomas Anderson que trabaja casi desde la metaficción y la necesidad de crear referencias mucho más profundas, que proponga conexiones con otros significados que su obra por sí misma no podría exponer, como ocurriría en su octavo largometraje El hilo invisible (Phantom Thread, 2017) otorgando imágenes poderosísimas que interconectaban con decenas de universos de otras obras cinematográficas, literarias y musicales.

Toda obra de arte es autobiográfica a pesar de las pretensiones del artista, y las películas de Paul Thomas Anderson no son la excepción. Si bien sabidos son los temas de interés tratados por el director como la ausencia del padre, la familia rota, la causalidad… estos no tienen que suponer un vínculo con su vida personal. Sin embargo, la lectura y análisis cinematográfico de los videoclips de PTA puede demarcar perfectamente el punto exacto en el que se encontraba en su carrera como largometrajista; sus necesidades, sus búsquedas, inquietudes formales y su evolución, ya que no es un artista diferente el que aborda los largometrajes al de los videoclips. Todas y cada una de sus obras, a pesar de la diferencia de formatos, son fáciles de ser reconocidas como su arte.

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