Videoclip

VIDEOCLIPS DE ANIMACIÓN


¿Por qué hacer un videoclip de animación?

Sledgehammer - Revista Mutaciones
Sledgehammer, de Peter Gabriel

¿Por qué hacer un videoclip de animación? La pregunta puede parecer retórica o incluso absurda, pero es posible que solo preguntándonos lo más obvio acabemos llegando al núcleo de un mundo, el de los videoclips, que tiene demasiadas particularidades para valorarlo con los mismos parámetros que con un anuncio, un cortometraje o una pieza de videoarte. El vídeo musical puede ser esas tres cosas y algo totalmente diferente a la vez, así que merece la pena hacerse preguntas obvias para sentar las bases del texto.

Y, si vamos a preguntarnos obviedades, ¿por qué no la mayor obviedad de todas? ¿Por qué hacer un videoclip? La respuesta a esta pregunta nos lleva a uno de los principales rasgos del vídeo musical, su naturaleza publicitaria. Sí, un videoclip no es otra cosa que una herramienta de mercadotecnia destinada a hacer una canción, un disco y un grupo lo más atractivos posible. Al igual que un anuncio de champú juega con los colores y las texturas para generar en el espectador una idea de limpieza, belleza y salud que quede asociada al producto, un videoclip viste la canción a la que acompaña con un conjunto estético que favorece la relación entre el disco (pero también el grupo) y el comprador al construir o reforzar su identidad. Por esta razón, los videoclips de Pitbull aluden invariablemente al sexo y a una masculinidad fiera y dominante convertida en algo cool para atraer a un público mayoritariamente joven y masculino que anhela (por razones que se me escapan) ser como ese constructo que es Pitbull.


Este concepto, de hecho, el de lo cool, suele ser uno de los principales objetivos de la mayoría de los videoclips: se trata de convertir la canción en algo deseable y a sus interpretes en un modelo atractivo. Es la primera razón por la que cualquier discográfica se gasta el dinero y es importante tenerla en cuenta. La segunda, aún más obvia pero no menos importante, es que la imagen permite a la canción infiltrarse en un territorio que, en teoría, no es el suyo, o sea, el de las pantallas. La radio está muy bien, pero cualquier publicista que se precie prefiere colocar su producto en televisión o en Internet, donde recibirá la atención de un público potencial mucho mayor.

Take On Me - Revista Mutaciones
Take On Me, de A-Ha

Con todo esto en mente, podemos volver a preguntarnos por qué usar la animación en un videoclip. Razones hay muchas pero, sorprendentemente, una de las principales tiene que ver con el coste. Mientras en los 80 y 90 el videoclip de animación, con piezas tan complejas como Sledgehammer  o Take On Me, era una demostración de poderío solo al alcance de grupos muy populares como Peter Gabriel o lanzamientos como el de A-Ha, el abaratamiento de la tecnología y las muchas herramientas de animación disponibles han llevado a muchos grupos a intentar destacar con la animación. Así, un grupo más minoritario como Everything, Everything es capaz de conseguir una importante repercusión con un vídeo, Schoolin’, animado por una sola persona. Así que la primera razón para hacer un videoclip de animación es, a día de hoy, puramente industrial.

Como hemos dicho, un videoclip es antes que nada una pieza publicitaria, y en ese terreno la animación ofrece una gran capacidad para replicar estéticas y tendencias con un bajo coste. Esto se ve muy bien en un videoclip como Sweet, de House Shoes, que acompaña su rap furioso con una imagen que recoge influencias del graffiti profesional pero también de la pintada de cuarto de baño o incluso ese dibujo de la última página del cuaderno de cualquier adolescente aburrido. Además, un aspecto fundamental de la animación es su falta (relativa) de limitaciones. Los cuatro minutos de panorámica histórica y antropológica de Do the Evolution, de Pearl Jam, habrían sido, por costosos, imposibles de producir en imagen real. De la misma forma, la libertad del formato animado permite resolver ideas visuales como las de Look, de Sébastien Tellier, un único plano secuencia que sigue a una mujer (o, más concretamente, su culo) mientras esta se transforma. Un plano así, que en imagen real supondría un complejísimo trabajo de rodaje y postproducción, en animación se resuelve con un razonablemente sencillo trabajo de animación 3D.

Estas son las razones que pueden atraer a una discográfica, pero hay otras probablemente más interesantes para el grupo. Al fin y al cabo, conviene recordar que una canción es un trabajo diseñado para relacionarse con su público a través del oído. Salvo casos muy particulares, el videoclip es un añadido posterior, una creación visual que se acopla al audio preexistente y es capaz de generar lecturas o sinergias diferentes a las planteadas por los músicos. Por tanto, no sería raro descubrir que muchos músicos reciben la propuesta del vídeo musical con suspicacia. Cuando el videoclip no era aún un elemento fundamental de la industria musical, Mark Knopfler se mostró reticente al concepto del vídeo para Money For Nothing, prefiriendo una sencilla grabación de Dire Straits tocando en lugar del complejo vídeo que le proponían, mezcla de animación digital (revolucionaria en 1985) e imagen real. Aunque la reacción de Knopfler pueda ser ahora incomprensible, resulta bastante razonable en los albores del vídeo musical. Al fin y al cabo, si una canción ya es una obra completa, ¿por qué añadirle nada más? ¿No se corre el riesgo de que la imagen reduzca el impacto de la música o incluso se la coma?

Paranoid Android - Revista Mutaciones
Paranoid Android, de Radiohead

De hecho, esto último es algo bastante frecuente. Por ejemplo, en Paranoid Android, la imagen, con su estilo feísta a lo MTV años 90, parece perfecta para reforzar el pesimismo militante de Radiohead al tiempo que permanece en un discreto segundo plano. Al menos durante el principio. Según va llegando el final del vídeo, sin embargo, la música se va desvaneciendo entre el marasmo de imágenes, demasiado intensas para acompañar una pieza tan introvertida. Aunque perfecta a la hora de representar visualmente el espíritu de Radiohead, la animación de Magnus Carlsson tiene una personalidad tan delirante, tan fuerte, que acaba devorando a la canción a la que, se supone, debería realzar.

Pero en otros casos, los creadores son capaces de encontrar el equilibrio perfecto. Películas como Fantasía (Varios directores, 1940) o Allegro non troppo (Bruno Bozzetto, 1976) ya mostraban la enorme ductilidad de la animación, su capacidad para adaptarse no solo al ritmo (algo siempre posible con el montaje) como a la melodía e incluso a la textura sonora. Los diferentes estilos de animación de Fantasía son buena prueba de ello. Los artistas que han sido conscientes de esto han conseguido conjuntos de imágenes que logran relacionarse en perfecta armonía con su canción, realzando todos sus logros, como es el caso de The Rip, de Portishead, un ejercicio de plano secuencia (un planteamiento común en el videoclip de animación) en el que la imagen nunca para de transformarse, siempre en paralelo a la música, hasta que una y otra acaban por generar una extraña sensación de ingravidez que resulta tan fascinante como inquietante. De la misma manera, algunos de los mejores creadores de videoclips son capaces de jugar al contraste sin por ello destruir la canción en el proceso, generando un dialogo entre imagen y canción que resulta enriquecedor para ambas. Así es en, por ejemplo, The Story of O.J., de Jay-Z, en el que las formas de representación racializadas de la ilustración y la animación estadounidense previas a la Segunda Guerra Mundial se relacionan con la música para construir un todo que denuncia e ironiza sobre lo que supone ser negro en Estados Unidos.

Como se puede ver, más allá de las razones prácticas por las que una discográfica elige la animación como medio para llevar una canción a imagen, hay otras más creativas e interesantes. En manos de grandes artistas, el videoclip de animación puede ser el mejor compañero de una canción, la imagen se convierte en una suerte de arcilla que se aplica sobre el modelo original y toma sus formas, haciendo visible lo invisible.

The Story of O.J. - Revista Mutaciones
The Story of O.J., de Jay-Z

Para cerrar el texto, aquí van cinco títulos, cinco sugerencias que, unidas a las ya comentadas, suponen un gran punto de partida para adentrarse en el mundo del videoclip de animación.

Cualquier videoclip de Gorillaz: Como ya ocurriera en los 60 con The Archies, Gorillaz es un grupo ficticio cuya relación con el público solo es posible a través de sus videoclips. Sus composiciones son, obviamente, reales, pero sus compositores y e interpretes se ocultan tras una serie de personalidades ficticias, personajes de animación que solo existen en el videoclip. Este planteamiento, que ha calado especialmente en Japón, donde ya hay varias estrellas ficticias, resulta particularmente curioso porque hace del videoclip no solo una necesidad, sino más bien una obligación: sin ellos, Gorillaz, ese grupo de música cuyos discos forman parte de la realidad física, no podría existir.

Fell in Love With a Girl, de The White Stripes: Más allá de lo ingenioso de construir toda la animación mediante stop-motion a base de piezas de Lego, lo mejor de está pequeña maravilla firmada por Michel Gondry está en su ligereza. Apostando por fusionarse con el espíritu de la canción, la imagen juega con la forma, el color y el movimiento para crear lo más parecido al videoclip puro: puro ritmo y pura estética.

Is Topical, de The Greeks: Aquí, la animación invade la imagen real para transformarla. Un juego de niños se convierte así en algo mucho más siniestro, tanto que es posible entender el vídeo de muchas formas, desde la comedia negra hasta un moralista juicio sobre la violencia. Independientemente de la lectura que queramos darle, lo fascinante está en esa transformación de nuestra lectura que la animación consigue al acoplarse sobre la imagen real.

Exogenesis: Simphony Part 3 (Redemption), de Muse: El videoclip como espacio para la narrativa tradicional, vehiculado a través de un concepto que resulta brillante por su sencillez: el péndulo de un reloj como símbolo del inevitable paso del tiempo, del cambio irrevocable en nuestras vidas. Con una animación sintética pero muy fluida, Redemption es a la vez un gran videoclip y un gran cortometraje.

Sledgehammer, de Peter Gabriel: Probablemente uno de los mejores videoclips de animación de la historia (no en vano cuenta en su equipo con talentos como los hermanos Quay o Nick Park y Peter Lord), y también uno de los primeros. Sledgehammer combina múltiples estilos de animación que parten siempre de lo físico para construir una suerte de realidad distorsionada que no para de sorprender, haciendo de su visionado algo muy diferente a la experiencia de escuchar la canción. Dicho de otra forma, el videoclip consigue que haya dos canciones, dos Sledgehammer, a cada cual más interesante.

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