VERANO DEL 85
Bailes, obsesiones y navajas
“¿Por qué perdemos el tiempo? somos mortales” recita uno de los jóvenes del film. Y mucho más que eso. El protagonista de Verano del 85 es un antihéroe. Un protagonista colmado por la imperfección, lo trágico y el ensueño, vacilante y herido. Al inicio de la cinta proclama ante la cámara, cual narrador de su propia vida, que la historia que van a ver tiene de por medio un cadáver. Un absoluto melodrama que esconde códigos del thriller con la trama enfocada en el drama romántico. El adolescente Alexis de 16 años, sale una mañana a navegar y una tormenta provoca el encuentro con David, el joven que le rescata. Juntos viven un idílico verano: van al cine, bailan en las discotecas, salen en motocicleta y trabajan juntos. El torrente de personalidad de David, ya con 18 años, se convierte en la idealización que tiene Alexis del amor, todo perfecto hasta que sus obsesiones acaban en una tragedia anunciada. El director francés François Ozon vuelve al thriller de En la casa (2012), a las violentas pruebas de amor de Amantes criminales (1999), al travestismo de Una nueva amiga (2009) y a la naturaleza efímera del amor y el miedo a la muerte de El tiempo que queda (2005). Constantes de una incansable filmografía de un director francés hasta la médula.
Carl Gustav Jung, psicólogo y heredero de Freud, sostiene que existe un número limitado de arquetipos y que la experiencia personal, los instintos o la cultura en la que cada individuo nace los determinan. Pero existe un inconsciente colectivo que promueve arquetipos universales como figuras, motivos o eventos. Dentro de los motivos arquetípicos hay uno en especial que es representado en el cine con frecuencia, la sombra, que proyecta el mal y se puede personificar. Aunque se puede mantener como un sentimiento reprimido como la culpa o los traumas en Verano del 85 la sombra es tan fuerte que se transforma en la locura del héroe y en el principal conflicto del film.
La película se ambienta en mitad de los años 80 y el éxito de la propuesta radica en esa forma tan honesta de filmar, la adecuación del celuloide a la estética del film: esos intensos rojos, las escenas del atardecer al borde del paseo marítimo y cómo se detiene el tiempo congelando la imagen en mitad de la discoteca de verano cuando David le coloca unos auriculares a Alexis. Este ambiente transporta al espectador directamente a films como Call me by your name (Luca Guadagnino, 2017) o 1985 (Yen Tan, 2019). Los personajes principales de estas cintas también son partícipes de esos rituales veraniegos, la música colma de melancolía a la imagen, se centra en los personajes y, aunque el cuadro esté abarrotado de gente parece que viven en soledad su romántico acercamiento. Ozon se sirve de estos paisajes, de estas escenas de un despertar sexual veraniego e intenso para hablar de lo efímero del amor y trasladar rápidamente el film a otro género. La primera secuencia ya anticipa ese arriesgado (aunque conocido) cambio, pero las escenas de amor permiten alejarse de esa variante. No sin percatarse que la voz en off a cargo de Alexis durante el film no se desvía del tono al que se traslada Verano del 85. La película no pierde el aura de escarmiento desde el inicio a través de ese mecanismo hasta volver a reconducir el prólogo con el epílogo.

Sin tabúes ni vacilaciones adentrarse en el mundo de Ozon es un riesgo asegurado. El desasosiego que provocan los giros de guion tan inesperados pueden llegar a sacar al espectador de la realidad de la película, del llanto al desconcierto, del amor al odio. La transformación que sufre el personaje de Alexis (Félix Lefebvre) está al servicio del propio mecanismo que crea el director en un grandioso epílogo, la voz en off se transforma en el propio verso que redacta Alexis y sirve como premonición en el prólogo de la película. Por todo ello, el laberinto narrativo de Ozon es brillante, más allá de las icónicas imágenes que deja el film para la posteridad (como esa promesa que cumple el protagonista por su amado), del soundtrack que clava la mirada en el centro de la década más bailable, la cinta como referente fílmico LGTBIQ+ para la nuevas generaciones, dejar al descubierto nuevas masculinidades desde la adolescencia y sobre todo de las interpretaciones de los jóvenes, en especial David (Benjamin Voisi). Este macabro y obsesivo personaje, la sombra de Verano del 85, plasma en sus objetos su siniestra personalidad (su lookazo quinqui al sacar ese peine navajero bien le podría haber servido en algún film de Eloy de la Iglesia) y desvela la sensibilidad de este contradictorio protagonista, quien confunde lo efímero de la vida con la muerte, la locura con la vida. La propia esencia del film y el llanto del antihéroe al dejarlo sin su tesoro (literario y corpóreo).
PD: No se puede acabar la crítica sin olvidar esa escena de kung-fu en el parque de atracciones. David inicia un combate al compás de Self Control y, a través de una lucha acompasada con una milimétrica coreografía que bien podría ser el Bruce Lee de la costa francesa, Alexis queda prendado de él.
Verano del 85 (Francia, 2020)
Dirección: François Ozon / Guion: François Ozon / Fotografía: Hichame Alaouié / Música: Jean-Benoît Dunckel / Montaje: Laure Gardette / Producción: Eric Altmayer, Nicolas Altmayer, Mandarin Production, Scope Pictures / Diseño de vestuario: Pascaline Chavanne/ /Reparto: Benjamin Voisin, Félix Lefebvre, Philippine Velge, Melvil Poupaud, Valeria Bruni Tedeschi, Samuel Brafman-Moutier.
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