BLACK MIRROR (T4): USS CALLISTER
Fantasías trekkies
La cuarta temporada de Black Mirror se abre con USS Callister y un enorme WTF: «¿Qué hace una space opera en Black Mirror?», y más una tan kitsch como esta, con las sobreactuaciones, los trajes chillones, las alienígenas en minifalda, el guión friki e inverosímil y las fantasías hormonadas de una mala imitación de Star Trek. La siguiente escena es como volver a la realidad tras un viaje: todo ha sido un videojuego. El mundo sigue siendo gris, minimalista, ultratecnologizado y poblado por tristes; sigue siendo Black Mirror.
Esta vez el protagonista -Robert Daly en la realidad, Capitán Daly en la Flota Galáctica- parece ser un geek que ha programado el videojuego con el que su socio y su empresa se llenan los bolsillos. Pero en el Callister real -así se llama tanto la empresa que trabaja Daly como la nave de su videojuego, en homenaje nostálgico a una serie CiFi del pasado con la que fantasea- le ningunean, se aprovechan de él y se ríen de su falta de habilidades sociales. Lo que vimos antes era un mod personalizado del videojuego de Daly. Algo así como el subconsciente del futuro, en el que sublimar el bullying y los deseos frustrados; pero bajo control de un programador experto. Por las noches Daly se enguanta las manos de blanco y roba el ADN de sus compañeros de oficina, lo introduce en el ordenador y realiza una réplica completa y con conciencia (pero sin genitales, como mandan los cánones de la Flota) para el videojuego. Y de paso abre la trama a diversas preguntas acerca de la identidad, la conciencia y otros temas tomados de Derek Parfit y sus experimentos mentales; uno de ellos, por cierto, inspirado en el teletransporte de Star Trek.
Pero entonces todo cambia. El giro de guión final al que Black Mirror nos tiene acostumbrado sucede tras el primer tercio y realiza la operación más interesante y con implicaciones políticas auténticas de USS Callister. El punto de vista se desplaza radicalmente. De la víctima friki, a la nueva tripulante de la flota: una nueva compañera de trabajo de la que Daly se ha prendado. La realidad es remplazada por el simulacro, la perspectiva del amante de Star Trek puteado por la de una replicante virtual, la mirada masculina por la femenina y, lo más importante, el objeto de deseo del friki deviene sujeto deseante, y lo que desea es su libertad: abandonar el maldito videojuego en el que un friki puede hacer con ella lo que quiera, como un genio maligno posmoderno.
Desde este nuevo punto de vista todo ha cambiado. Y no sólo porque Black Mirror pueda ser un space opera sin dejar de ser Black Mirror. La victima del bullying se convierte en el capullo creepy que decían sus abusones y, ellos, en víctimas que reciben el retorcido castigo que para Daly tal vez merezcan. Y con ello se desenmascara toda la ideología que había detrás de las fantasías frikis de los 50 y, sobre todo, de su nostalgia actual. Bajo la ingenua pureza y humanismo de sus seriales podía encontrarse el machismo, la represión sexual y las fantasías heterosexuales. Literalmente, en la Flota de Callister los enemigos del Capitán Daly son aquellos reprimidos por el mismo “sistema de creencias que -según defiende Daly a su serial favorito- se basa en lo mejor de la naturaleza humana”.
En este momento, enunciadas sus ideas brillantes, la serie puede entregarse sin pudor al divertimento y la nostalgia del mismo universo que, en teoría, estaba deconstruyendo. El otro universo, el real, y sus abusos quedan absolutamente olvidados, justificando así que el empresario sea un imbecil explotador y acosador sexual y los compañeros una pandilla cómplice, frívola, insolidaria e insoportable; como si el castigo de sus alter egos virtuales, de los que nada saben, justificara y redimiera sus culpas.
Pero es que en USS Callister, igual que en San Junipero, a Charlie Brooker no le importa la realidad ni comerse demasiado la cabeza. Al final lo importante es mostrar la Nube como la solución fantástica a todos nuestros problemas personales, identitarios y sociales.
Black Mirror (T4): USS Callister (Estados Unidos, 2017)
Showrunner: Charlie Brooker / Dirección: Toby Haynes / Guion: William Bridges, Charlie Brooker / Producción: Annabel Jones, Louise Sutton / Diseño de producción: Joel Collins, Phil Sims / Música: Daniel Pemberton / Montaje: Selina Macarthur / Fotografía: Stephan Pehrsson / Reparto: Jesse Plemons, Cristin Milioti, Jimmi Simpson, Michaela Coel, Billy Magnussen, Milanka Brooks, Osy Ikhile, Paul G. Raymond.