UNICORN WARS
La guerra (por desgracia) nunca cambia
“El día que el último unicornio fallezca […] volverá la época en el que el más espantoso de los demonios reinará otra vez sobre la tierra: el hombre”
Con esa frase concluía la narración del cortometraje Sangre de Unicornio (Alberto Vázquez, 2015) y, 7 años después, hemos podido ver la continuación con Unicorn Wars. El estilo de acuarelas sucias y la animación a trompicones del cortometraje que recuerda a las obras de Don Hertzfeldt (IT’S SUCH A BEAUTIFUL DAY, 2022) o de David Firth (SAGA SALAD FINGERS, 2007 – Actualidad), dan paso a unos bellos paisajes como salidos del trabajo naturalista de Felix Colgrave (THROAT NOTES, 2021) y unos personajes con un estilo alegre y juguetón como la serie favorita de Clan Tv de tu sobrino pequeño.
Alberto Vazquez, creador de Unicorn Wars, ya tiene probada experiencia con las películas de animación. Con Birdboy (2011) o Crononautas (2015) dejó claro que este es el género donde se siente cómodo para contar historias oscuras y despiadadas; y en un año marcado por los conflictos bélicos (lo cual, por desgracia,se puede decir de casi cualquier año del siglo XXI), nos recalca el absurdo de la guerra. Como en El gran tiempo (Fritz Leiber, 1958), donde la guerra se había alargado durante tanto tiempo que la mayoría de los participantes no sabían ni cuándo empezó, en el corazón de los osos solo hay odio contra los unicornios, aunque muchos de ellos nunca han visto uno más allá de las ilustraciones de estilo medieval que adornan su Biblia.
La historia sigue a dos hermanos. Azulín, fanfarrón y mezquino que presenta una imagen perfecta de lo que debería ser su “oso amoroso” y Gordi, mucho más acorde con la imagen que tenemos del animal que hiberna medio año. Marcados por la muerte de su madre y por un sentido de patriotismo osuno se alistan para combatir contra los unicornios, figuras casi demoníacas que son los responsables de haberles desplazado de su bosque de arándanos. Como primera misión, ellos y un grupo de reclutas patosos parten a rescatar a la partida anterior en una especie de mezcla entre Aniquilación (Alex Garland, 2018) y el Escuadrón Suicida (la de David Ayer o la de James Gunn. La que tu quieras). Y lo que debería ser una historia desenfadada sobre una guerra de animales adorables a lo Happy Tree Friends, acaba volviéndose un drama demasiado oscuro.
Violent ≠ Funny
El odio es el motor de la película: el odio al extranjero, al diferente, a lo desconocido, al mejor, pero también al igual. Va diluyéndose e intercambiándose a medida que avanza la historia. En esta guerra civil propia que viven los personajes, y sobre todo los hermanos protagonistas, el odio es lo que les hace avanzar, pelear y morir, aunque este odio sea muchas veces autoimpuesto. El trasfondo de la película es simple y llega a la misma conclusión que han llegado antes cientos de películas bélicas: que pelearse está mal. Y no te hacía falta ver la película para saber eso, ¿verdad? No, tú has venido a ver vísceras, sangre, violencia, osos muriendo de mil maneras. Has venido a ver “animación para adultos”…
Mientras que en EEUU y Europa todos se han puesto las pilas a la hora de meterle dinero a este género, en España parece que sigue siendo un nicho indie de Internet (Calico Electronico, Querida Conchi), salvando excepciones como la futura Pobre Diablo (Miguel Esteban, 2022). Es un tema tremendamente complicado de tratar. Hay quiénes piensa que es tan solo coger animación para niños y añadirle violencia, sexo y drogas. Tampoco falla el discurso vacío de “BoJack Horseman es un drama más, pero con un caballo”, y no le falta razón, pero es muchísimo más. Es una serie que explota al máximo que su protagonista sea un caballo. Es una serie que aprovecha el medio que tiene para contar historias que no podría contar una serie de personas. Es una serie de animación y lo sabe. Y a veces parece que Unicorns Wars no se acuerda.
El principal problema es lo poco que confía en sí misma: las pocas veces que la trama explota todo el potencial de la animación (la escena de las orugas o el diseño de “Dios”, por ejemplo), es cuando la historia brilla de verdad y sientes esa sensación casi infantil de que la imaginación es como barro y el límite lo pones tú, pero Unicorns Wars prefiere optar por una animación correcta y sobria, con pocos momentos memorables.
Tampoco se mantiene en el tono. No es una comedia, pero tampoco un drama del todo: el primer acto está lleno de momentos graciosos, slapstick y humor negro, pero una vez que nos adentramos un poco más te mete de lleno en una tragedia bíblica a lo Cain y A-bear. Y los momentos cómicos pasan de ser ingeniosos a pura gracieta edgy sobre, por ejemplo, la sexualidad de los personajes o, en definitiva, quién puede decir la burrada más grande.
Salvo un par de excepciones, el resto de personajes son planos o directamente maniqueistas (con el villano principal imitando al Doctor Doom al final) y destinados a convertirse en carne de cañón para que el director pueda probar en ellos muertes diferentes.
De pronto, esa gracia ya no se ve por ninguna parte. Ni tampoco la magia infantil del principio. Solo queda sangre y guerra. Como una película bélica más, pero con osos…Y eso es lo que pasa, que la guerra nunca cambia. Es siempre lo mismo. Y ya cansa.
Unicorn wars (España, 2022)
Dirección: Alberto Vázquez / Guion: Alberto Vázquez / Producción: Coproducción España-Francia; Abano Producions, Autour de Minuit, Schmuby Productions, Uniko. / Fotografía: Animación / Música: Joseba Beristain
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