UNA PANDILLA DE PILLOS
La madurez prematura
Cuando Revista Mutaciones lanza la idea de un especial sobre Amblin, un amplio abanico de metrajes, todos con su propia personalidad y valoradas en mayor o menor medida por el público (Parque jurásico, Casper, Regreso al futuro, ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, El busca del valle encantado, etc.) traen consigo la nostalgia y los buenos recuerdos de la infancia, que crecen con una verdadera explosión de emociones y la incapacidad de elegir una película sobre todas las demás. Todo esto, que ocurre en menos de un minuto, termina con una corazonada, una vocecilla interior que susurra insistentemente: ”hay que hablar de Una pandilla de pillos”.
Una pandilla de pillos (Penelope Spherees, 1994), basada en la serie de cortos clásicos de Hal Roach, Our Bang (1922-1944), cuenta la historia de “El club de machotes anti-mujeres”, un grupo de niños que apenas sobrepasan los nueve años liderados por Spanky, un crio con madera de líder, picaresca en exceso y un mejor amigo que recibe el nombre de Alfalfa. Piernas largas, orejas de soplillo, tirantes y pajarita; un look repipi inconfundible. ¿Quién no lo recuerda? La película, que se centra sobre todo en el comportamiento inconsciente, “adulto” e inocente propio de un niño, narra el drama infantil de Alfalfa, cuyo amor por Darla se ve frustrado por sus amigos, esos que han jurado solemnemente odiar a las mujeres. Lejos de suspirar por las niñas, el único objetivo del club se centra en ganar la carrera de coches anual para conocer así al mejor piloto del mundo: A. J. Ferguson. Es curioso cómo, según la edad, cambia la visión que se tiene sobre una película. De niño, Una pandilla de pillos se disfruta una y otra vez como una comedia diferente y divertida; pero con una mirada adulta y desde el distanciamiento crítico, su valor se multiplica: no solo sigue siendo sensacionalmente divertida, también es fascinante a un nivel cinéfilo, dramático y social.
Con la misma rapidez con la que se esfuma la infancia, Penelope Spherees hace que los niños huyan de sus problemas. A cámara rápida y con una potente banda sonora, es la forma que la directora homenajea al slapstick, ese cine del que salieron sus personajes y del que es plenamente consciente. El club de machotes anti-mujeres (es divertidísimo decirlo en plan serio) cree tener problemas adultos, pero ¿cuál es la diferencia? Se tratan de problemas reales entre personas: perder a una novia o a un amigo, intentar arreglarlo, estar inseguro, tener tu orgullo…Desde la distancia adulta, parecen problemas más simples, pero dentro de la película, desde la mirada de sus niños protagonistas, son tan importantes y complejos como nuestros problemas cotidianos. En la película también hay espacio para la reivindicación social, el enfrentamiento de los niños con las niñas plantea preguntas todavía vigentes. Salvo Alfalfa, todos piensan que sin las mujeres no existen los problemas, no obstante es Darla quien logra que Alfalfa y Spanky ganen la carrera. Y por si eso no fuera suficiente para convencer a los niños de la importancia de las mujeres, la directora estadounidense convierte a su ídolo de las carreras en una mujer, para sorpresa de todos, el mejor piloto del mundo. Ahora, las chicas son amigas, compañeras y esenciales en algo tan aparentemente masculino como lo son las carreras de coches. Y si estas barreras pueden ser superadas cuando eres pequeño ¿Cómo no van a poder superarse de adulto?
A pesar de todo, la película de Spheeris no logró convencer a muchos por aquel entonces, al menos no en su país, que posiblemente no encontrasen gran originalidad en la película dado el éxito de su serie predecesora. Sin embargo, la buena acogida que tuvo en Latinoamérica y Europa ha convertido al film en un símbolo de la cultura popular de los 90. Incluso Edgar Wright, amante de la cultura popular y director de Zombies Party (2004) y Scott Pilgrim contra el mundo (2010), vio en Una pandilla de pillos un gran referente para su última película, Baby Driver (2017). No solo introduce en el film el fragmento de la cinta donde Alfalfa canta a Darla, sino que toma el argumento de la película como referente. Baby, el protagonista, un joven incomprendido y coaccionado, deberá ganar una carrera al volante frente al villano que pretende arrebatarle a su amor.
Dicen que todo parece más grande cuando eres niño, que los pequeños placeres que se tenían con ocho años se olvidan con el paso del tiempo. Pero no ocurre eso con Una pandilla de pillos. La película de Spheeris siempre está ahí para recordar la época en que las oportunidades parecían infinitas. Estará ahí como una corazonada nostálgica y entrañable que te hará sentir de nuevo como un crío.
Una pandilla de pillos (The Little Rascals. Estados Unidos, 1994)
Dirección: Penelope Spheeris / Guion: Penelope Spheeris, Paul Guay, Stephen Mazur (Historia: Penelope Spheeris, Robert Wolterstorff, Mike Scott, Paul Guay, Stephen Mazur)/ Producción: Michael King, Bill Oakes, Mark Allan… / Música: William Ross / Fotografía: Richard Bowen / Edición: Ross Albert y Peter Teschner / Diseño de producción: Larry Fulton / Reparto: Travis Tedford, Bug Hall, Brittany Ashton Holmes, Kevin Jamal Woods, Zachary Mabry, Ross Bagley, Sam Saletta, Blake Jeremy Collins, Blake McIver Ewing, Jordan Warkol, Courtland Mead, Juliette Brewer, Heather Karasek, Mel Brooks, Whoopi Goldberg, Daryl Hannah, Ashley Olsen, Mary-Kate Olsen, Raven-Symone, Lea Thompson, Donald Trump