UN BOCADO EXQUISITO
Macedonia y sal de frutas
La alta cocina siempre ha sido un extenuante campo de batalla. Son pocas las películas que pueden presumir de rodar entre fogones y no salir escaldadas, y aquellas que lo hacen deben su éxito a las tramas de amor o amistad que las atraviesan, como por ejemplo Sin reservas (Scott Hicks, 2007) o Ratatouille (Brad Bird, 2007). Precisamente, por esta traslación del foco de la comida a los personajes, puede que la propuesta de Christoffer Boe se encuentre tan destemplada.
Un bocado exquisito sitúa su conflicto en una pareja de ególatras, dueña de un restaurante que aspira a ser Michelin, que se encuentra al borde de la destrucción, al borde del adulterio. La ambición que los personajes presentan en su trabajo se mimetiza con la que muestran en el amor, sucediendo secuencias de maniquea crueldad, seducción y venganza. De este modo se entiende la felicidad, si es que la hubo, entre Maggi y Carsten. Para visualizarlo, numerosas analepsis siguen la receta básica de apuntar los mejores y peores momentos de los dos, de dar explicación a la pregunta nunca formulada de por qué se rompió el amor. El enfrentamiento presente cargado de tensión se diluye con la sobreinformación de los flashbacks, generando que, al final, por llevar al espectador de la mano este se acabe hastiando.
Pero si la trama ya era complicada de digerir con tanta regurgitación, la firma de la película tampoco ayuda. Colores videocliperos, luces de neón a pleno sol, cámaras al hombro, alejamientos espontáneos, trasfocos o angulares. Boe considera cualquier recurso legítimo para ilustrar el drama y, sin percatarse del peligro, confía su película a la funcionalidad de unos vaporosos flares (distorsiones de la luz al impactar directamente sobre el objetivo de la cámara) en los recuerdos joviales, de montajes a ritmo de violines para las transiciones dramáticas o de interpretaciones superfluas de caras bonitas sin ninguna intriga. Una macedonia de elementos cinematográficos cuyo estilo se escribe sobre una puesta en escena falta de coherencia, caprichosa e irreflexiva con su subtexto: la guerra por ver quien la calza más grande dentro de la pareja.
Con todo, Un bocado exquisito plantea el interesante dilema de dominación, sometimiento y amor; de relación eminentemente tóxica que envenena hasta la dulce infancia y pudre hasta los sabores del éxito. Porque quizás, el mayor acierto del filme resida en su capacidad para abrir el apetito y deleitar con algunas secuencias culinarias de apreciable sabor, olor y color. Vaya indigestión.
Un bocado exquisito (Dinamarca, 2021)
Dirección: Christoffer Boe / Guion: Christoffer Boe, Tobias Lindholm / Fotografía: Manuel Alberto Claro / Reparto: Katrine Greis-Rosenthal, Nikolaj Coster-Waldau, Flora Augusta, Charlie Gustafsson, August Vinkel, Nicolas Bro, Maj-Britt Mathiesen.