UN BLANCO, BLANCO DÍA
Fases del duelo
Tras su sugerente debut con la subyugante y muy sensorial Winter Brothers (2017) el realizador y guionista islandés Hlynur Pálmason regresa a las gélidas tierras escandinavas para abordar nuevamente un relato donde la soledad, los silencios y la incomunicación en las relaciones familiares son pilares esenciales. Si ya en su ópera prima Pálmason demostraba enorme habilidad con el uso del sonido y para la creación de planos visualmente hipnóticos capaces de apuntar multitud de ideas, en su segundo largometraje se confirma tal destreza al concebir una nebulosa y asfixiante atmósfera para narrar el duelo que atraviesa un policía retirado ante el fallecimiento de su esposa en un accidente de tráfico.
Un imponente Ingvar Eggert Sigurdsson da vida a este viudo cuyo rostro revela dolor, al que las sesiones con su psicólogo no le son de gran ayuda y cuya única felicidad la encuentra junto a su nieta y en la reforma que emprende en solitario de una antigua casa familiar. Los días van sucediéndose (certero el recurso de un plano fijo de la vivienda en remodelación para mostrar el avance del tiempo) y el duelo del protagonista parece no cerrarse, menos aun cuando comienza a sospechar de la infidelidad de su difunta mujer con un vecino del pueblo. Es a partir de aquí cuando Pálmason juega con las expectativas del espectador, no haciendo avanzar su relato por lugares comunes y transitando por géneros que van desde el drama intimista (o nórdico, si se prefiere) al thriller, pasando incluso por el western. La tensión se manifiesta en cada plano secuencia y el misterio se esconde en los sugestivos planos detalle (gran labor de la directora de fotografía sueca Maria Von Hausswolff, que repite con el director islandés).
Al igual que en Winter Brothers, Pálmason inicia su tercer y último acto mostrando en pantalla a cada uno de los personajes que han aparecido hasta el momento, todos ellos en diferentes planos que los captura mientras miran a cámara, potenciando así la llegada de un clímax que aparece con la catarsis de nuestro protagonista, no solo ante las muestras de violencia e ira desenfrenada, sino con las lágrimas brotando de sus ojos, las mismas que hasta ahora habían sido incapaces de emanar.
La película tuvo su estreno mundial en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes, donde Ingvar Eggert Sigurdsson obtuvo un galardón por su interpretación. En España compitió en la Sección Oficial del Festival de Gijón y se alzó con el premio Talents a la mejor película del D’A Film Festival Barcelona. Un blanco, blanco día corrobora el excelente estado en el que se halla la cinematografía islandesa en los últimos años. La notable cosecha de 2019 se completa con otros dos títulos tan estimulantes como Echo (Rúnar Rúnarsson) y Oro blanco (Grímur Hákonarson), esta última coincidiendo en fecha de estreno en salas españolas con la cinta que nos ocupa. Obras en las que la inmensa niebla y los parajes nevados son escenarios desapacibles para sus personajes, provocando en ellos aspereza y aislamiento, pero en donde el amor y la esperanza también tienen cabida.
Un blanco, blanco día (Hvítur Dagur, Islandia, Dinamarca, 2019)
Dirección: Hlynur Pálmason / Producción: Join Motion Pictures, Snowglobe Films Distribución: La Aventura / Guion: Hlynur Pálmason / Música: Edmund Finnis / Fotografía: Maria von Hausswolff / Reparto: Ingvar Eggert Sigurdsson, Ída Mekkín Hlynsdóttir, Hilmir Snær Guðnason, Sara Dögg Ásgeirsdóttir, Björn Ingi Hilmarsson, Elma Stefania Agustsdottir, Haraldur Ari Stefánsson, Laufey Elíasdóttir, Sigurður Sigurjónsson, Arnaldur Ernst, Þór Hrafnsson Tulinius, Sverrir Þór Sverrisson