TODO EL DINERO DEL MUNDO
Entretenida frivolidad
“¿Cuánto pagarías por una vida?”, reza el subtítulo oficial del último trabajo de Ridley Scott, pero el oficioso (o, mejor dicho, el morboso) es: “la película en la que no sale Kevin Spacey”. Tras completar su trabajo encarnando a uno de los personajes secundarios con mayor peso en la cinta, las controvertidas y no desmentidas acusaciones de acoso sexual vertidas sobre Kevin Spacey hicieron que, a menos de un mes del estreno del film, se decidiera volver a grabar todas las escenas en las que aparecía el veterano actor y así sustituirle por el también experimentado Christopher Plummer. Si, además, añadimos el hecho de que este último ha resultado nominado al Oscar a mejor actor de reparto por su “sustituta” interpretación, la polémica termina de estar servida, y el gancho comercial de la película se deduce tan evidente como inapelable. Esta popularidad y expectación previas son, sin ninguna duda, un arma de doble filo: aunque se llenen más las salas, ¿y si lo más reseñable del film resulta ser este episodio que parece sacado más de la prensa amarilla que de una revista de cine?
Sin ser un trabajo desdeñable, es como si el propio Scott reconociera añorar tiempos mejores, en los que él era quien suministraba el pan y circo al público (Gladiator ganó el Oscar a la mejor película del año 2000, además de otros cuatro galardones y doce nominaciones). No en vano, una de las escenas más atmosféricas, profundas y grandilocuentes de Todo el dinero del mundo tiene lugar entre las ruinas del Foro Romano, protagonizada por un decadente John Paul Getty (pasado) que le habla a su floreciente nieto (futuro) de la brillante grandeza del hombre que fue él en una vida pasada. Esta aparente modestia del director hacia su estado de forma actual, se torna en posible sinceridad cuando reparamos en aspectos como el empleo de la música: obvio, evidente, sin dejar lugar a la imaginación ni a la interpretación, te lleva de la mano en todo momento e incluso, en ocasiones, augura lo que se supone que debería ser un giro de guion inesperado. Tampoco pasa desapercibido el (mal)trato que recibe la parte italiana del film, en la que se ven casi todas las costuras del guion, basadas muchas veces en la falta de luces de los personajes italianos, además de un déficit interpretativo causado, muy seguramente, más que por los actores, por la curiosa visión estereotipada y exagerada que tiene los norteamericanos de todas las culturas que no sean la suya. En general, el film no se sale de la plantilla confeccionada por la industria a la hora de realizar este tipo de trabajos, por eso sorprende gratamente la austeridad y llaneza con que, inteligentemente, se lleva a cabo el reencuentro madre-hijo que se espera durante todo el metraje y que podría ser nido de fanfarrias y trompetas.
Con todo, Scott consigue salvar la propuesta al tratar magistralmente la que es la piedra angular de la cinta tanto a nivel temático como argumental y técnico: el dinero y sus consecuencias. La frivolidad con la que el realizador se acerca al «poderoso caballero» y nos dibuja su cara más oscura es propia de la mente que, dieciocho años atrás, convirtió a la antigua Roma en Las Vegas. Solo él podía hacerlo así. En este caso, mujeres italianas del campo, la mayoría de edad avanzada, cuentan el dinero del pago de un secuestro como si de un grupo de azafatas de casino recién salidas de Molly´s Game (2017) se tratara, mientras la música rock termina de banalizar una escena en la que hay una vida en juego. Ridiculizar adrede un momento que, argumentalmente hablando, es tan espinoso, no tendría ninguna lógica si no fuera porque eso es exactamente lo que hace John Paul Getty a lo largo de todo el largometraje y sobre lo que se sustenta este, precisamente. El mensaje nos llega además de por el qué, por el cómo se nos cuenta: es en escenas como esta en las que fondo y forma reman en la misma dirección y se alcanza la perfección del lenguaje cinematográfico –al fin y al cabo, y a pesar de todo, estamos hablando del hombre que gestó Alien, el octavo pasajero (1979), Blade Runner (1982) y Thelma y Louise (1991)… -. David Scarpa, guionista de la película, y John Pearson, autor del libro en el que se basa, nos regalan también algunas reflexiones realmente interesantes sobre el dinero: su general y subjetiva importancia, su puntual e imparcial futilidad, su poder transformador en el hombre y, lo más importante, su poder de encubrimiento de una poderosa familia que, a pesar de sus trajes y mansiones, es más corrupta y está más podrida que las familias italianas que secuestran niños y a las que se conoce como “mafia”.
Todo el dinero del mundo (All the Money in the World. Estados Unidos, 2017)
Dirección: Ridley Scott / Guion: David Scarpa (Libro: John Pearson) / Producción: Chris Clark, Quentin Curtis, Dan Friedkin, Mark Huffam. Ridley Scott, Bradley Thoma y Kevin J. Walsh para Imperative Entertainment y Scott Free Films / Música: Daniel Pemberton / Fotografía: Dariusz Wolski / Edición: Claire Simpson / Diseño de producción: Arthur Max / Reparto: Michelle Williams, Christopher Plummer, Mark Wahlberg, Timothy Hutton, Kevin Spacey…
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