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THE SOUVENIR

Un ladrón en la alcoba

¿Por qué no habíamos oído hablar antes de Joanna Hogg? El caso de la cineasta británica es paradigmático del ostracismo al que el circuito de festivales y la distribución corren el riesgo de condenar cuando no se figura en determinado palmarés o la forma de entender el cine se escapa de las lógicas y estéticas dominantes. No es el único. Otra directora de su generación, la alemana Angela Schanelec, tiene pendiente de estreno Estaba en casa, pero… (2019), su octavo largometraje, premiado en Berlín y San Sebastián. En cambio, será el primero en llegar a cines españoles. The Souvenir (2019) no ha corrido la misma suerte, lo ha hecho online en el Atlántida Film Fest de Filmin, previo paso por el Festival de Sevilla, que le dedicó una retrospectiva con la que en cierto modo se reparaba el error, invitando a redescubrir la tan escueta como coherente filmografía de Joanna Hogg.

The Souvenir (2019)

Quizás las razones por las que, con su cuarto largometraje, la crítica internacional haya puesto en órbita a Joanna Hogg respondan a factores más superfluos. Su estreno en Sundance de la mano de la distribuidora A24, la figura de Martin Scorsese como productor y contar con Tilda Swinton en el reparto parecen suficiente reclamo. Pero también, y esto nos lleva a entrar en materia, su carácter autobiográfico. The Souvenir está inspirada en un pasaje de la vida de Joanna Hogg, cuando estudiaba cine a principios de los 80, lo que resalta la singularidad de su trayectoria. Inmersa en el mundo del videoclip y la televisión británica desde entonces, Joanna Hogg no rodó su ópera prima hasta 2007, con 47 años. No hablamos precisamente de una primeriza ni debutante. Por lo tanto, tampoco cabe esperar ingenuidad ni complacencia en esta desafiante reflexión sobre la creación y el cine mismo, que evita caer en los lugares comunes de la cinefilia y aboga por la sutileza en el retrato de una relación tóxica, la que mantiene su protagonista, Julie (interpretada por Honor Swinton Byrne, hija de Tilda Swinton), con un burócrata del Ministerio de Exteriores, Anthony (Tom Burke), adicto la heroína.

Otro cineasta, alumno de Jean Rouch, que filmó durante años antes de dar forma a su primer largometraje, fue Eric Pauwels. Al inicio de Les film rêvés (2010), cuaderno de notas en el que recopila imágenes, sonidos, fragmentos de historias y conversaciones alrededor de la idea del viaje, el cineasta belga distingue de manera poética los distintos tipos de películas que existen: “Están las películas que callan y las películas que hablan. Las películas que actúan y las películas que miran”, antes de llegar a una conclusión desde la que se hace posible abordar The Souvenir. “Hay películas de recuerdos y recuerdos de películas” (en francés “Il y a des films de souvenirs et des souvenirs de films”). Para describir la primera utiliza una imagen de archivo en blanco y negro, la segunda es el soporte de celuloide en el que está impresa. Se podría decir que Joanna Hogg se nutre de ambas, sus recuerdos y el material del que están hechos se entrelazan, pero es el soporte, es el objeto, el que brinda de color al recuerdo y lo distingue de la nostalgia, en la que evita caer en todo momento. Aunque en ocasiones recurra a canciones reconocibles de los 80 (sobre el uso de la música convendría detenerse en profundidad), las dispone de forma sugerente y poco obvia, son un señuelo.

Souvenir

Acerca de la deliberada indefinición del título, inspirado por un cuadro de Jean-Honoré Fragonard sobre el que Anthony y Julie mantienen una reveladora conversación, alude por un lado al souvenir como algo tangible. Un cuadro, una postal, una carta, un dibujo en un árbol o cualquier elemento del apartamento de la protagonista, que uno sospecha ha sido reconstruido fielmente hasta el último detalle y la primera lámpara (que lleva entre manos la madre, una contenida Tilda Swinton), entendiendo el objeto como un elemento vivo que mantiene encendido ese recuerdo. Pero, por otro lado, también se nos presenta como un recuerdo privado, un fogonazo de luz que irrumpe en el metraje, desordenando la narración y a su vez dando sentido a todo. Un instante veraz, que no realista, que Hogg incorpora en el interior de una narrativa abrupta, cuyas elipsis deciden omitir detalles al espectador por tal de preservar únicamente aquellos recuerdos arrebatadores, como el del vestido en Venecia camino a la Ópera. No vimos el viaje, como no vemos el asesinato en la ducha de Psicosis. Tampoco veremos el amor, solo el triste reflejo que deja a su paso.

The Souvenir da comienzo con una sucesión de fotografías en blanco y negro, tomadas por la directora en aquella época, mientras en off escuchamos la sinopsis de la película que quiere rodar la protagonista. En ella cuenta la dura vida en Sunderland de un joven muy apegado a su madre. Relación con la que pretende reflejar la decadencia de la ciudad, a la manera en la que lo hizo la trilogía de Terence Davies. La importancia de este prólogo, que funciona como una película dentro de la propia película, se demuestra de inmediato, al conocer a Anthony. Volveremos a ver a Julie contar el argumento en repetidas ocasiones, cada vez más imprecisa, más tenue, menos lúcida, mientras otra ficción se apodera de su propia vida. No es difícil interpretar su relación con Anthony como un sustituto del cine, de la película que imaginaba en su cabeza. «Encuentra la conexión entre tu experiencia y la experiencia que quieres filmar», le aconseja su tutor. ¿Pero qué busca ella en este hombre? No es una relación meramente afectiva, desde un principio mantienen una distancia que la puesta en escena manifiesta mediante su separación en diferentes estancias del apartamento o con el uso del fuera de campo pero, junto a Anthony, Julie puede dar rienda suelta a sus fantasías y a un lado oscuro que se tornará en su contra en una secuencia rodeada de espejos, cuando unos amigos le revelen sus adicciones. Porque en toda película de Joanna Hogg se produce un silencioso estruendo, una lejana explosión. Puede ser una discusión familiar en Unrelated (2007) y Archipelago (2010), o la venta de una casa en Exhibition (2013), pero no tiene vuelta atrás.

The Souvenir (2019)

Como no hay vuelta atrás en las idas y venidas de la relación de Julie. Puertas que se cierran y se abren, reencuentros y despedidas, espejos rotos que ocupan un lugar trascendental en sus vidas y anticipan el desastre. Resulta inevitable volver a aquella secuencia de Un ladrón en la alcoba (Ernst Lubitsch, 1932) en la que la pareja de ladrones protagonista se declara amor eterno mientras Lubitsch lo pone en duda, no sin ironía, al encuadrarles a través de espejos y sombras. La situación de autoengaño y encubrimiento de Julie es similar, y aunque no recurra a la cita explícita, Hogg sí que evoca el cine clásico al introducir una canción de Jessie Matthews, protagonista de las grandes comedias musicales británicas de los años 30. Y que suene en una prueba de vestuario también invita a pensar en la relación tóxica más memorable del cine contemporáneo, la de El hilo invisible (Paul Thomas Anderson, 2017). Pero Hogg no busca la mímesis ni el guiño al espectador, al contrario, por ello probablemente sus películas han sido acusadas de frialdad, cuando en su ejercicio late el deseo de encontrar un sentimiento preciso, íntimo, secreto. Acorde a sus recuerdos, su particular souvenir, que, aunque no responda a las demandas del cinéfilo, se hilvana entre el pasado y el futuro del cine.

¿Pero qué es la cinefilia? Atendiendo a la reacción de instituciones y medios de comunicación frente a la crisis que nos ocupa, sanitaria y de modelo de exhibición, cuyas consecuencias no solo intuimos, sino que comenzamos a percibir, el cine sigue ocupando ese lugar destinado a las historias familiares que nos entretienen, reconfortan y encaminan «hacia la felicidad». De nuevo la magia de la gran pantalla y su fábrica de sueños, términos que parecen producto de las lógicas de márketing en lugar de ser fruto de nuestra experiencia colectiva y de la historia del cine en su conjunto. El reestreno de Cinema Paradiso así lo atestigua. Un lugar común, perpetuado por generaciones, que no responde a nuestra relación individual con el cine sino a la que demanda la nostalgia. Es el mercado, amigos. ¿Pero qué es la cinefilia para Joanna Hogg? No es aquello que sucede en la sala, The Souvenir rehúye de cualquier elemento metacinematográfico, apenas hay referencias explícitas a otras películas. Incluso los rodajes están desprovistos de la idealización con la que suelen ser representados. Tan solo algunos nombres como los de Godard, Powell y Pressburger se mencionan en determinadas conversaciones, que Julie observa con desdén. El cine y la cinefilia están en el encuentro con el otro. Después del rodaje, de ver la película, al salir del cine y volver a casa, reconociéndote en ese monstruo o ladrón en la alcoba con el que convives. Que puedes ser tú misma.


The Souvenir (Reino Unido – EEUU, 2019)

Dirección: Joanna Hogg / Guion: Joanna Hogg / Producción: Joanna Hogg y Luke Schiller (para BBC Films, BFI Film Fund y JWH Films) / Fotografía: David Raedeker / Montaje: Helle le Fevre / Diseño de producción: Stéphane Collonge / Reparto: Honor Swinton Byrne, Tom Burke, Tilda Swinton, Ariane Labed, Richard Ayoade, Jack McMullen, Jaygann Ayeh, Frankie Wilson, Jake Phillips Head, Chyna Terrelonge-Vaughan, Fabrizio Matteini, Hannah Ashby Ward, Richard Tree

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