THE RIDER
Retrato de un jinete sin caballo
Si ser ya es difícil, más difícil aún es dejar de ser. Pasamos toda la infancia y adolescencia construyendo una identidad y una maleta llena de sueños con la que, luego, tendremos que cargar a lo largo de nuestra vida. Buena parte de las grandes crisis a las que un individuo se puede enfrentar tienen que ver con decidir si seguir peleando o sencillamente soltar lastre y aceptar una nueva realidad. Pero ¿cómo se acepta esa nueva realidad?, ¿cómo se asume que ya no eres lo que querías ser (o lo que creías ser) sino otra cosa diferente?
En esa situación se encuentra Brady Blackburn, el protagonista de The Rider, un joven jinete de rodeos que un día sufre una grave herida que le deja con una placa de metal en la cabeza y el mandato médico de no volver a montar a caballo jamás. A partir de ese momento, Brady no solo pierde su fuente de ingresos, también ve cómo su identidad se tambalea. Si ya no puede montar, si ya no puede ser un vaquero, ¿qué le queda? Brady ignora el peligro y trata de volver al trabajo, no a los rodeos sino domando caballos. La película le muestra convirtiendo a un potro salvaje en un animal dócil y en ese momento resulta evidente no solo que Brady es feliz trabajando con caballos, también que todo su ser ha sido diseñado para hacerlo. Cuando, apurado por la falta de dinero, coge un trabajo en un supermercado, verle con el uniforme y el lector de códigos de barras resulta doloroso: por mucho que Brady sepa que tiene que estar allí y lo acepte con resignación, hay algo antinatural en encerrar a ese muchacho entre estantes de comida.
Ese “algo antinatural” proviene de la forma en que la directora, Chloé Zhao, nos mantiene siempre dentro de la mirada de Brady. Cuando está en exteriores, con su sombrero y su camisa vaquera, los cielos son inmensos y el horizonte profundo. Los colores se intensifican y la cámara acaricia a los caballos con su mirada. Por el contrario, los interiores resultan grises y opresivos: la única vida que Brady encuentra en ellos es la de la gente a la que quiere, su hermana, su padre, sus amigos. La relación con esta gente sirve para mostrar, siempre desde los ojos de Brady, el otro conflicto de identidad que asola al protagonista. Si deja de ser un vaquero, ¿deja también de ser un hombre? ¿Cómo puede Brady replantear su masculinidad en un mundo como el que le rodea, donde todo es tan físico? Sus amigos le recuerdan que lo que hace un vaquero es aguantar el dolor, ignorar el miedo, mientras su amistad se expresa a través de peleas, beber cerveza, fumar porros y saltar hogueras. Como contraposición, Zhao hace hincapié en la relación de Brady con su amigo Lane, antaño un paradigma del macho rebosante de testosterona y ahora confinado a una silla de ruedas, y su hermana Lilly, una chica autista que quiere a su hermano con locura y lo demuestra con una desarmante mezcla de sinceridad e inocencia nada azucarada.
La relación que tiene con Lane y con Lilly ofrece una salida a la crisis de masculinidad que afecta a Brady, pero The Rider se guarda mucho de dar respuesta a ninguna de las preguntas que plantea. Respetuosa con su mirada y buscando alejarse del modelo de cine de superación en que la película podría haber caído fácilmente, las dudas siguen abiertas y los miedos permanecen cuando llegamos a los créditos finales. ¿Cómo podría atreverse Zhao a darle un cierre a todo lo que propone, cuando la propuesta, asumiendo su condición de artificio, juega tan claramente a mantener la vida lo más cerca posible? Eso resulta evidente cuando se comprueba que la base de todo es una historia real y que los protagonistas, Brady, Lilly, Lane, todos, son actores no-profesionales interpretando versiones de sí mismos. Sería impúdico por parte de Zhao ofrecerles nuevas identidades con las que acercarse a sus propias vidas para luego pretender que esas vidas duran solo los 105 minutos de metraje. The Rider destaca por muchas razones, pero la desvergüenza no es ninguna de ellas.
The Rider (EEUU, 2017)
Dirección: Chloé Zhao / Guion: Chloé Zhao / Producción: Mollye Asher, Sacha Ben Harroche, Bert Hamelinck y Chloé Zhao para Caviar y Highwayman Films / Música: Nathan Halpern / Fotografía: Joshua James Richards / Montaje: Alex O’Flinn / Reparto: Brady Jandreau, Tim Jandreau, Lilly Jandreau, Lane Scott, Cat Clifford, Leroy Pourier, Tanner Langdeau
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