TENET
Al servicio del prejuicio
Existen diferentes y múltiples situaciones que pueden estar sometidas al siempre infame ejercicio del prejuicio. Usted puede caminar por la calle y crucificar al de la esquina por llevar la bandera de tal o cual equipo, usted puede negarse a conocer al de enfrente porque manifiesta públicamente su apoyo a equis causa o usted puede decidir odiar una película sin ni siquiera verla. Un largo etcétera. A Woody Allen antes incluso de cada estreno, incluso antes de saber cuál será su próximo proyecto y si llegará vivo a él. No sabe qué cuenta su película, no sabe cuáles serán los diferentes mecanismos que la harán funcionar, pero a usted, antes que a nadie, no le gusta ninguno; James Cameron se las busca con su arrogante ambición, así que a usted le dan igual sus películas, escupe fuego y las crucifica solo por ser de quién son; a Pedro Almodóvar le tiene debajo de una muela solo por ser Pedro Almodóvar. El saco es profundo y oscuro, y, desde hace unos años usted ha metido un nuevo nombre en él: Christopher Nolan. No se sabe exactamente cuándo empezó usted a ser prejuicioso con él, quizás en cuanto su nombre y el de Batman formaron equipo y culminó cuando el director británico se adentró en las posibilidades del espacio y las posibilidades cinematográficas de, también, jugar a su antojo con el tiempo (otorgándole la importancia de un personaje más).
Ya adquirió una postura suspicaz cuando en Origen (2010), la tensión narrativa basada en la estructura del tiempo en cada una de las mentes en las que se adentra el espectador le parecía de una dimensión casi kubrickiana. Apreciación que no ha hecho más que ratificársele en cuanto acudió en 2016 al estreno de su siguiente coqueteo con el espacio-tiempo, Interestelar, un título anclado a las teorías físicocuánticas del espacio exterior, los agujeros negros y a los viajes en el tiempo. Además decidió odiar tanto a la cinta como al director cuando el empuje de su final no era sino un acto de fe y de amor. Pues con su último estreno, Tenet (2020), Christopher Nolan sigue empeñado en borrar los límites del tiempo como ecuación simple y lineal.
Tenet es efectivamente un complejo y nuevo mecanismo temporal, un juguete muy peligroso en las manos correctas. Es ambiciosa, pues no conforme con los anteriores viajes en el tiempo, aquí los somete a una distorsión nunca vista, los invierte. Usted podría, por ejemplo, volver a hace siete días exactos cuando decidió odiar la película sin todavía verla. Todo ello caminando hacia atrás, invertido, hablando del revés y recogiendo sus prejuicios como las balas de John David Washington (digno James Bond fuera de una película de James Bond) en la propia película. Si usted decide aparcar los prejuicios, liberar su mente y dejarse llevar (esto es una perogrullada, pero con Tenet es cierto) se encontrará con un thriller de acción con imágenes frescas, novedosas pero de intenciones y estructura clásica, evocando a los títulos de espionaje de décadas atrás. John David Washington es el Protagonista sin nombre, agente secreto y espía que tiene que evitar el inicio de la Tercera Guerra Mundial con la ayuda de una organización que es conocedora de los secretos del enemigo, la inversión temporal. Hasta aquí lo superficial, pues a medida que avanza la película Nolan lo complica todo. Para muchos en el buen sentido, para usted en el malo. La propia película es sincera, y uno de sus personajes explicativos -siempre abunda la sobreexplicación, la toma o la deja, pero es uno de los puntos característicos de Nolan- dice que no trate de entenderla, y el espectador, si es activo y trata de adivinar los derroteros del filme, sabrá cuándo debe dejarse llevar y cuándo intervenir. La puesta en escena de la película es sincera desde sus primeros instantes, una gran secuencia de acción dentro de una ópera donde el caos (un caos totalmente orquestado) y la anarquía gobiernan las imágenes y las interacciones de los personajes. La banda sonora de Ludwig Goransson (asesorado o directamente copiado, en el buen sentido de la palabra, de las partituras de Hans Zimmer) aprieta tanto o más que las propias escenas de acción y lucha y el montaje, trepidante en sus cortes, muestra el cine siempre en movimiento de Christopher Nolan. Los compases iniciales le permitirían engancharse, aún sin entenderlo todo, desde el principio. Durante Tenet hay sitio para las características o recursos propios del autor de El caballero oscuro (2008) como la estructura narrativa in crescendo a la par que las explicaciones o revelaciones con un montaje que se ramifica a medida que la envergadura de su clímax no hace más que ensancharse como ya hacía en las ya mencionadas o en su penúltima cinta, Dunkerque (2017), donde un triple montaje desentrañaba las resoluciones finales del filme. Cada detalle funciona, cada imagen y cada sonido transmiten.
Incluso hay cabida para más carne de prejuicio, uno de sus protagonistas y grandes reclamos es de Robert Pattinson, antes vampiro, ahora espía, próximamente justiciero y elemento indispensable para que Tenet funcione, tanto a nivel interpretativo como a nivel narrativo. Si usted quiere, aparque sus opiniones hasta que finalice la película, entonces sea libre de disparar. Hasta entonces, vea, no entienda y disfrute.
Tenet (Estados Unidos, 2020)
Dirección: Christopher Nolan / Producción: Distribuida por Warner Bros. Coproducción Reino Unido-Estados Unidos; Syncopy Production, Warner Bros. / Guion: Christopher Nolan/ Música: Ludwig Goransson / Fotografía: Hoyte Van Hoytema / Reparto: John David Washington, Robert Pattinson, Elizabeth Debicki, Kenneth Branagh, Dimple Kapadia, Aaron Taylor-Johnson, Michael Caine, Clémence Poésy, Martin Donovan, Himesh Patel