SWEAT
La soledad visual
Las sensibilidades generacionales al respecto de ciertos temas marcan de manera indeleble los discursos cinematográficos. Tan pronto como un fenómeno, una tendencia, una filosofía o una actitud adquiere repercusión social y cultural, será cuestión de tiempo que sea analizada en una película. Lamentablemente, esta traslación al medio fílmico puede ser precipitada y sin aproximarse desde el entendimiento adecuado. Tal ha sido el caso de la mayoría de las encarnaciones fílmicas producidas hasta la fecha sobre la cultura de internet. Estos acercamientos superficiales y caricaturescos estaban debidos, en mayor parte, al desconocimiento o rechazo del director al cargo, que en muchos casos encuentra una brecha generacional con el objeto de estudio. El punto de partida del argumento de la presente película polaca Sweat, dirigida por Magnus Van Horn y acompañado de la etiqueta de Cannes 2020 (la edición que nunca será pero que dejó una selección de títulos recomendados), invitaba sin duda a la desconfianza: representar la rutina diaria de una influencer, un perfil laboral que sigue siendo tratado con mucho prejuicio por la mayor parte de la ciudadanía. La tentación de quedarse en los lugares comunes, los aspectos más aparentes de este trabajo (lo cuál es, le pese a quién le pese) y la burla condescendiente. Y sin embargo, si en algo tropieza Sweat no es en absoluto en este terreno, introduciéndose en la psique de una personalidad de internet con mucha empatía y una mirada muy certera sobre las luces y sombras de este rol. Un filme desangelado y aséptico, que recoge con claridad y amargura los problemas relacionales a los que nos avoca irreversiblemente el ahora digital. Y lo hace mayormente a través de la imagen.
Si bien Sweat es un filme muy poco lucido en lo que a entramado formal se refiere, es de rigor reconocerle que encuadra la acción con mucho criterio. Unos encuadres donde el personaje de Sylwia Zając, la enérgica y desbordante influencer de fitness que ejerce de protagonista absoluta de este drama europeo, es permanentemente el elemento nuclear. La decisión más rígida y evidente de la planificación es encerrarla en primeros planos y planos medios cortos cercanos, la manera más clara de oprimir a un personaje, de transmitir ese agobio, de forzar una intimidad y cercanía netamente agresiva. La película opera en una cercanía casi impúdica a Sylwia, y sin embargo es un filme muy frío, coqueteando puntualmente con la sordidez. Y es frío aún incluso pese al torrente energético que desprende Sylwia en una rutina diaria frenética llena de actividades, ya desde los primeros compases en una lograda primera secuencia de eficaz coreografía de fitness, música machacona y cámara en mano en movimiento maníaco.
En la vida de Sylwia todo son sonrisas, mensajes amables y tono paternalista. Luz, alegría y superación. Y sin embargo, se siente vacía. Una honda tristeza la asola cuando termina sus stories, abandona una emisión televisiva o apagan el reproductor de música de sus multitudinarias sesiones de ejercicio. Pues si bien millones de personas la ven a diario desde sus teléfonos móviles y la sostienen económicamente a través de su seguimiento, en su círculo privado está desoladoramente sola. Abandonada y condenada al fracaso cada vez que se aproxima a esa intimidad amorosa que ansía (el filme hace un claro esfuerzo de indicar la estremecedora naturaleza de todos los contactos de Sylwia con la sexualidad). Esta soledad se asienta rodeando muchas acciones de Sylwia de silencio, e incluso recurriendo al atractivo recurso de filmarla en plano cerrado pero desde una distancia amplia, dejando varios términos de personas desenfocadas que se encuentran todas, como no podía ser de otra manera, alejados de ella.
Bien es cierto que Sweat esparce sobre la mesa su hoja de ruta antes de la primera media hora, y no abre nuevo camino en los minutos restantes. Se acomoda en una estructura reiterativa, pierde su capacidad de sorprender y recurre a ciertas costumbres del cine cruel europeo que aportan un toque escabroso que el filme tampoco necesitaba. Morbo apoyado en el recurso de declaraciones en vídeo o participaciones televisadas que recalcan un discurso que ya había quedado expuesto con claridad previamente.
El alcance temático de los temas de estudio de Sweat es mediano, y el impacto cinematográfico que ofrece se diluye progresivamente, pero sería un error ignorar o desmerecer las clarividentes virtudes de un drama que se muestra muy acertado y comprensivo al retratar los claroscuros de un perfil laboral de implantación todavía demasiado cercana.
Sweat (Polonia y Suecia, 2020)
Dirección: Magnus von Horn / Guion: Magnus von Horn / Producción: Mariusz Włodarski / Fotografía: Michal Dymek / Montaje: Ayris Alptekin / Música: Piotr Kurek / Diseño de producción: Jagna Dobesz / Reparto: Magdalena Kolesnik, Julian Swiezewski, Aleksandra Konieczna, Zbigniew Bielawski, Lech Lotocki, Magdalena Kuta, Wiktoria Filus, Katarzyna Cynke, Mateusz Król,
Sweat home es una peli sobre el hogar de los influidores que ni es hogar ni es dulce ni es nada. Eso sí, con una cara tan bonita como la de la influidora Magdalena el mismísimo Néstor, que tiene más cara que espalda, habría superado los 600000 influenciados.