SUPERNOVA
Luto anticipado
Aquello de que a veces amar es aprender a despedirse es una de las mayores certezas que se pueden tener en la vida. Y probablemente la más dolorosa. Nadie nace con las herramientas necesarias para dar el irreversible adiós sin que explosione toda la cosmogonía que sustenta la rutina de una persona. De esa premisa parte Supernova (Harry Macqueen, 2020), una especie de road movie que sigue el final -tan voluntario como impuesto- de Tuskey (Stanley Tucci), un viejo escritor que está iniciándose en el camino hacia el olvido del universo conocido. Un final escrutado por los ojos temerosos de un Sam (Colin Firth) que se siente abandonado y que se niega a perder a su compañero de viaje. A su estrella vecina.
Y ahí reside el descubrimiento de la película, en no abandonar a ninguno de los dos personajes para acompañarlos en sus dos lutos particulares, porque cuando la muerte acecha de cerca, el luto toma ventaja y se adelanta a la tragedia; se interpone entre las personas y dictamina todas y cada una de las decisiones que se toman. Las palabras y las acciones. A Tuskey lo que más le duele es sentir la distancia -casi a años luz- de Sam a pesar de sentir el calor de su piel y a Sam que el primero se rinda y apague para siempre su luz.
Todos esos miedos, contradicciones y paradojas se hacen palpables mediante las actuaciones de los dos protagonistas que dan una lección de contención que funciona mucho mejor que la explosión exacerbada de sentimientos. Durante toda la película los ojos de Colin Firth brillan acristalados y los de Stanley Tucci se oscurecen como dos agujeros negros que amenazan con devorarlo todo. Ambas voces parecen estar a punto de romperse. Con todo, se contienen. Esa decisión de dirección de empequeñecer a ambos titanes -como es natural en el ser humano con la vejez- le aporta a la película la cercanía y credibilidad que otros aspectos le recortan y le permite acercarse a la masculinidad desde lo frágil y quebradizo. Desde la duda .
Sin negar la delicadeza con la que la cámara se acerca a los rostros agrietados y curtidos de los personajes, ni la elegante manera de filmar la intimidad de la pareja través del roce de las manos cuando van a dormir, de los besos en la frente para calmar el dolor y las miradas furtivas llenas de prisa, Supernova en conjunto termina por toparse con los senderos -a bordo de la furgoneta hípster- de la sensiblería. No tanto la banda sonora que contribuye a aportar esa suerte de épica cotidiana que envuelve los últimos días de una persona, sino más bien todos los clichés que se suceden en una historia de despedida: la carta de agradecimiento del moribundo al «faro» que lo cuida, las instrucciones del primero para el cuidado del segundo, la extraña vitalidad y optimismo del que sabe que se marcha… Todos esos ingredientes sumados a secuencias excesivamente melodramáticas -aquella en la que Sam descubre los planes de Tuskey- y metáforas algo subrayadas como la del fenómeno que da nombre a la película, alejan a la propuesta de la sobriedad y madurez de la premisa de la que parte y de las decisiones formales anteriores.
Aun así, sin ser perfecta, Supernova va calando de tal forma que el vidrio de los ojos de Sam sale de la pantalla para instalarse en los de quien mira. Una pantalla protectora que emborrona y protege de la intensa irradiación de luz de la estrella que termina por desaparecer en el oscuro universo celestial del principio. Y así, el prólogo encuentra su rima en la melodía que emiten las teclas del piano en el epílogo, que de la misma forma que la vida de las estrellas -y la humana- tiene comienzo, desarrollo intenso y desenlace. Siempre más breve de lo que nos gustaría.
Supernova (Reino Unido, 2020)
Dirección: Harry Macqueen / Guion: Harry Macqueen / Producción: BBC Films, British Film Institute, Quiddity Films, The Bureau / Música: Keaton Henson / Fotografía: Dick Pope / Montaje: / Reparto: Colin Firth, Stanley Tucci, James Dreyfus, Pippa Haywood, Sarah Woodward, Tina Louise Owens, Julie Hannan, John Alan Roberts, Lori Campbell, Peter Macqueen