SPIRAL SAW (2021)
De cazado a cazador
Poco queda ya de la idea inicial de aquel James Wan que propulsó una de las sagas de terror más rentables de los últimos tiempos. Tanto el cortometraje, que sirvió de carta de presentación, como la primera película de un chicle estirado que alcanza ya los nueve números, fueron el punto de partida de la aparición del torture porn o “gorno”. Este subgénero, una variable dentro del cine gore, se caracteriza por la aparición de desnudos y torturas, y se relaciona sobre todo con la saga Saw y con otras películas similares de comienzos del siglo como Hostel (Eli Roth, 2005). Esa primera prueba permitía –todavía permite– reflexionar sobre la imagen cinematográfica en cuanto a representación ficticia de la realidad, y la posible legitimización que el espectador adquiere para disfrutar, en cierta forma, de la tortura de una serie de individuos que son llevados al extremo para intentar sobrevivir.
De esta manera, Saw (James Wan, 2004) dejaba patente el carácter voyeur (en su vertiente más sádica) del espectador que, como Jigsaw, observa a través de un agujero –en este caso la pantalla– cómo varias personas son cercenadas hasta, habitualmente, morir. La idea de John Kramer (Jigsaw) de “recuperar la sensación de estar vivo” para personas que, según él, no aprovechan su vida, no es más que una justificación moral para liberar al espectador y permitirle disfrutar, en cierta forma, de escenas lo suficientemente violentas como para traspasar la insensibilidad de una sociedad acostumbrada a este tipo de imágenes. Esta crítica, más o menos velada, a nuestro morbo por la violencia es algo que vertebra la saga pero que encuentra su culmen en Saw 3D (Kevin Greutert, 2010), que, además de buscar una mayor inmersión por su carácter tridimensional, sitúa su primera prueba en una plaza llena de gente que observa y graba con sus móviles.
En Spiral: Saw (dirigida por Darren Lynn Bousman, encargado también de la segunda, tercera y cuarta entregas), poco, o nada, queda ya de estas ideas. Esta vez la saga da un giro en busca del thriller policial, al centrarse menos en las torturas de las pruebas y más en la investigación y en su detective protagonista (Chris Rock) –estableciendo así una dinámica de “buenos contra malos” que no existía en otras entregas–. Estamos ante un mundo en el que ha existido Jigsaw y surgen imitadores de su modus operandi, por lo que los símbolos cambian: la saga se despide de su icónica marioneta, sustituyéndola por un cerdo y apropiándose de la espiral, que aparecía por primera vez y sin mucha importancia en Saw VI (Kevin Greutert, 2009), representando esta vez el cambio y la evolución que va a dar la saga. A pesar de todo, mantiene ciertos vicios y características del estilo propio de Saw, como la (sobre)explicación al final del relato, la música, el montaje de corte rápido y tempo acelerado para mostrar la desesperación del personaje cuando es torturado y una escena que remite directamente a la película de James Wan.
A pesar del cambio de tono de Spiral: Saw, que busca acercarse a una Se7en (David Fincher, 2005) con toques humorísticos, resulta ser una película consciente del público al que se dirige al introducir canciones de artistas como 21 Savage y al centrar su relato en una crítica a la policía, marcando su contemporaneidad con la muerte de George Floyd. El tiempo dirá si todo esto se trata de un giro refrescante para la saga o una forma desesperada de resucitar algo que tendría que haber muerto hace mucho tiempo.
Spiral: Saw (EE. UU., 2021)
Dirección: Darren Lynn Bousman / Guion: Josh Stolberg, Pete Goldfinger / Producción: James Wan, Chris Rock, Leigh Wannell, Stacey Testro / Fotografía: Jordan Oram / Música: Charlie Clouser / Montaje: Dev Singh / Diseño de producción: Anthony Cowley / Reparto: Chris Rock, Max Minghella, Samuel L. Jackson, Marisol Nichols, Dan Petronijevic, Richard Zeppieri