SPAIN MOVING IMAGES FESTIVAL: SECCIÓN OFICIAL LARGOMETRAJES
Seis películas al margen
Incluir en la Sección Oficial una película iraní con el título de Simulation (Abed Abest, 2017) es toda una declaración de intenciones por parte de un festival: mostrar aquellas películas, asiáticas, que por distintos motivos se suelen quedar al margen tanto de la distribución comercial como del circuito de festivales. El resultado, con excepciones, no desmerece tan nobles intenciones.
Precisamente Simulation fue una de las películas más interesantes de la selección y recibió el premio ex aequo al mejor largometraje a concurso “por su atrevimiento formal, arriesgada puesta en escena y deslumbrante elenco, todo ello puesto al servicio de un guión brillante que refleja cómo la imposibilidad de vivir la diversidad sexual puede desencadenar una tragedia”. En las antípodas del cine de Abbas Kiarostami, Simulation está filmada sin salir de una cámara oscura, un plató teatral que no oculta su artificio y con una estética más parecida al movimiento Dogma, si se le añadiesen cámaras de vigilancia, que al realismo que asociamos a la cinematografía iraní. A través de esta distancia y extrañamiento, el director Abed Abest disecciona las distintas versiones de un altercado sencillo que se tiñe de violencia por las presiones de la República de Irán.
Tal vez la mejor película de la selección, la japonesa Our House, de Kui Kiyohara (2017), compartió con Simulation el premio ex aequo “por su estilo personal, su aproximación visual intimista en la tradición del lenguaje cinematográfico oriental y la acertada contención actoral de las actrices protagonistas”. A partir de una historia de fantasmas y universos paralelos que recorre una noble tradición desde Henry James hasta Kiyoshi Kurosawa y con trazas de Mulholland Drive (David Lynch, 2001), Our House trama dos historias paralelas que tienden un mismo espacio, una casa, como puente entre dos mundos e incluye entre sus protagonistas a una mujer que ha perdido la memoria. El resultado, un contenido ejercicio de estilo a partir de las huellas, las resonancias y las divergencias que se acumulan en un espacio compartido.
También de Japón provenía Amiko (2017), filmada por su director, Yoko Yamanaka, con tan solo 20 años y un ínfimo presupuesto. La película se sumerge enérgicamente en la subjetividad de una adolescente rebelde y nihilista que odia el mundo, y su vida, y debe enfrentarse a que un primer amor que confundió por su alma gemela abrace en Tokio aquella cultura de masas que ambos dijeron odiar. De manera similar, pero con mayor presupuesto, un lirismo naif, un estilo chillón e insoportable afectación, Tokyo Night Sky Is Always the Densest Shade of Blue (Yûya Ishii, 2017) exploraba las contradicciones, el nihilismo y los intentos desesperados por conectar con alguien de los jóvenes japoneses que sobreviven en la capital nipona.
En un registro muy distinto, aunque también tenga protagonistas adolescentes y a un joven director, se encontraba la japonesa The Blooming (Isora Iwakari, 2016), en la que el director mezcla los formatos del videodiario, el found footage y el género fantástico en un resultado inclasificable. Lo que parece un trabajo de fin de carrera consistente en convertir el videoensayo en un film de ficción está lleno de hallazgos interesantes y una idea de todo menos dogmática sobre las posibilidades del cine y la imagen audiovisual contemporánea.
Para terminar, y ya abiertamente en el terreno del documental creativo, estuvieron las otras dos películas de la selección: A Free Man (Andreas Hartmann, Alemania, Japón, 2017), que vuelve a introducirse en los problemas de la juventud en Tokio a través de un personaje que quiere mantenerse libre aunque implique vivir en la calle pero que acabará teniendo que enfrentar su romanticismo con la realidad; y la filipina The Ashes and Ghosts of Tayug 1931 (Christopher Gozum, 2017), donde una premisa metaficcional da lugar a una reflexión sobre la historia del país (el levantamiento de Tayug en 1931 del título) y la memoria.
Por su estética divergente, por una voluntad comercial demasiado anclada a su país o por la juventud de sus directores, se trataron de seis películas diferentes a las imágenes que suelen verse en nuestros cines y que ayudan a redefinir lo que entendemos por “Cine asiático”. En suma, una selección que, independientemente de su resultado, justifica el nombre de un festival llamado “Spain Moving Images”.