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SOMBRA


Intrigas públicas, amores privados

Sombra (2018), de Zhang Yimou

La recepción internacional de la obra de Zhang Yimou ha sido siempre una sucesión de malentendidos. El director estrella de la Quinta Generación nunca fue un cineasta independiente, nunca fue un disidente y crítico radical del Estado chino y, desde luego, nunca ha sido el director oficial del Régimen ni ha tenido que renunciar a sus ideas. Sus películas se han realizado siempre en el seno de las productoras estatales y si La linterna roja no pudo estrenarse en China fue por haberse presentado sin permiso al Festival de Venecia en nombre de Hong Kong (y no de la República Popular), sin que podamos saber nunca cómo habrían reaccionado los censores de Beijing a ella (la retirada a última hora de One Second de la Berlinale, no obstante, podría apuntar a motivos políticos aunque se arguyeran razones técnicas). Cuando en Hero (2002) Yimou perdonaba al emperador Qin Shihuangdi, y con él a una praxis política que pone la estabilidad del Estado por encima de los individuos, estaba siendo coherente con el resto de una filmografía que siempre ha partido de la aceptación de un poder abstracto dentro del que hay que trabajar y vivir, lo que no implica conformidad con él.

En los iniciales dramas rurales de Yimou junto a Gong Lin (de Sorgo rojo a Qiu Ju, una mujer china), en sus comedias urbanas (Keep Cool), los wuxia (Hero, La maldición de la flor dorada) o los melodramas a lo Xie Jin (¡Vivir!, Regreso a casa) encontramos la misma tensión entre la razón de Estado (y la Historia) y las pasiones individuales. La misma necesidad de los personajes de vivir bajo una máscara, una figura pública que a veces requiere sacrificios personales; otras, está motivada por intereses privados y, a menudo, se soporta precisamente por los sentimientos íntimos que surgen debajo. Y es que si algo abundan en las películas de Zhang Yimou son las apariencias, los rituales y las sombras.


Sombra (2018), de Zhang Yimou

Con Sombra (2018) Yimou vuelve al pasado imperial chino para entregar un digno entretenimiento de época -muy superior a La gran muralla (2016)- en el que volver a situar las vidas de unos personajes dentro de un entorno determinado por las relaciones de poder y bajo el rol público que han de representar en él. A ello refiere la “sombra” del título, el doble de un comandante que ha sido entrenado en secreto para engañar al mismísimo rey y recuperar una ciudad perdida.

Una tensa primera escena le sirve al veterano director para mostrar el carácter de sus personajes en la corte. A un lado, el monarca Pei Liang y su hermana Qing Ping; interpretados por Zheng Kai y Xiaotong Guan como dos jóvenes frívolos que parecen salidos de la China contemporánea. Zheng Kai se mueve constantemente, gesticula, señala, grita y mueve las amplias mangas de su kimono y los mechones de pelo que se escapan de lo que debía ser un moño tradicional; a veces, cuando se recuesta sobre el trono parece amenazar con sacar un iPhone de un momento a otro. En el otro lado, el comandante Jing Zhou y su esposa son caracterizados por Chao Deng y Li Sun con la entereza, la parquedad de movimientos y el moño prieto que esperamos de cualquier honorable guerrero y su consorte de la China tradicional. Cuando el monarca y el comandante se enfrentan parece, más que un choque de caracteres, el de dos Chinas diferentes. Pero nada es aquí lo que parece.

Sombra (2018), de Zhang Yimou

Pronto sabremos que ni si quiera el comandante es quien dice ser, sino la sombra del verdadero guerrero que, herido, mueve los hilos en secreto desde las catatumbas del palacio. A partir de aquí la trama avanzará en una sucesión en crescendo de giros de guion, intrigas shakespeareanas y dilemas que remiten a Kagemusha (Akira Kurosawa, 1980), con una impresionante secuencia de batalla a modo de clímax, tal y como demanda el género, y hermosamente escenografiada por Yimou a partir del enfrentamiento de unas alabardas pesadas y mortales y unas mortíferas sombrillas formadas de dagas.

Como película de artes marciales, la alternancia entre intrigas palaciegas y sus consecuencias bélicas y la violencia dura de Sombra la acercan más a La maldición de la flor dorada (2006) que al lirismo de La casa de las dagas voladoras (2004) o a la épica colorida de Hero (2002); pero los romances secretos y privados de sus protagonistas recuperan, por otro lado, al Yimou dotado para el melodrama del que carecía aquella. Tan espectaculares como las escenas de batallas lo son la fotografía de colores degradados y los juegos de sombras, telas y biombos que Yimou despliega en los interiores influido por la técnica de la tinta china. Es aquí, en el territorio de los amantes, cuando parecen bajarse las máscaras de estos jóvenes frívolos y crueles, que no son tan cobardes como parecen, estos comandantes despiadados y sus sombras leales. Y si todo ello no trae de vuelta al mejor Zhang Yimou, sí al gran escenógrafo que nunca dejó de ser y a un cineasta que conserva intacta su capacidad de sorprender con cada proyecto sin dejar de ser fiel consigo mismo.

Sombra (2018), de Zhang Yimou

Sombra (Jing (Shadow), China y Hong Kong, 2018)

Dirección: Zhang Yimou / Guion: Zhang Yimou y Wei Li / Producción: Jun Liu, Catherine Pang y Xiaozhu Wang (para Perfect Village Entertainment, LeVision Pictures y Shanghai Tencent Pictures Culture Media) / Fotografía:  Xiaoding Zhao / Montaje:  Xiaolin Zhou / Música: Lao Zai / Diseño de producción:  Horace Ma / Reparto: Deng Chao, Sun Li, Ryan Zheng, Guan Xiaotong, Wang Qianyuan, Wang Jingchun, Hu Jun, Lei Wu

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