Videoclip

SOFIA COPPOLA: ENTRE EL CINE Y EL VIDEOCLIP


Motivos visuales y chicles suicidas

Un chicle. El videoclip de la canción Playground Love de la banda francesa de rock indie Air tiene como vocalista a un chicle de suave color verde que Kirsten Dunst, en el papel de esa Lux Lisbon de 14 años de Las vírgenes suicidas (Sofia Coppola, 1999), se saca de la boca para poder cenar en el comedor familiar. Pegado en el extremo exterior de un plato, el chicle adquiere ojos y boca para comenzar a cantar. A partir de ahí él se convierte en el centro de atención, en espectador y fruto de una atmósfera de seductora melancolía juvenil que pasea por escenarios y lugares estratégicos de la película de Sofia Coppola. Utilizando imágenes de su primera película la cineasta construyó en este, su más original y destacado vídeo musical, una historia nueva y sencilla que resumía el espíritu de su opera prima y al mismo tiempo le servía de introducción a la misma. El clip es tanto un tráiler diferente como una foto fija que filtra el lado más optimista de Las vírgenes suicidas. Una forma de destilar las sensaciones de romanticismo y euforia de los jóvenes Lux y Trip manteniendo a la vez ese halo de desencanto agridulce que tanto atrae en la película. Para hilar el metraje extraído de la cinta Coppola sólo tuvo que añadir, en los planos detalle de sus chicles cantores, pequeños elementos para integrarlos en la continuidad del conjunto. Este no es el único vídeo musical que en el que Coppola utiliza imágenes de su filmografía.

En 2003 la cineasta repitió jugada con el video de la canción City Girl de Kevin Shields. Fragmentos de Lost in Translation (2003) se engranaban, como piezas de un puzle nuevo, formando un relato que observaba a Scarlett Johanson mirar con curiosidad el ajeno paisaje de Tokio. Nuevamente el rock alternativo acompañaba a una juventud que la directora mira siempre con admiración y que, esta vez, muestra perdida en un mar urbano (de luces de neón, de paraguas en manos de desconocidos…) en un viaje que es tan literal como interior. El video, creado para ilustrar la canción de Shields, vuelve a aislar las emociones de un personaje de Coppola dejando al final una sensación de suave positividad respirada en un ambiente de duda existencial.


Los mencionados videoclips de Coppola se alimentan en un círculo infinito: las películas a las que estos remiten explotan la sinergia de una atmósfera apoyada en el soundtrak, tanto Las vírgenes suicidas como Lost in Translation parecen albergar pequeños videoclips en su interior y, a su vez, su material cinematográfico sirve para crear nuevos videos musicales propiamente dichos. Retroalimentación. También se pueden considerar ambos clips comentados anteriormente casi como spots de las películas. O puede que estos y otros videos musicales le hayan servido a la neoyorquina, al igual que sus trabajos en publicidad, como campo de experimentación. Sofia Coppola ha dirigido spots de campañas para marcas de moda, especialmente para perfumes. La mujer joven de look romántico en exhibicionista rosa pastel (que tanto le gusta a Coppola) se puede ver en formato concentrado, y ultra empalagoso, en las campañas creadas por la cineasta en 2013 y 2014 para Dior (“Miss Dior Cherie” y “Miss Dior Blooming Bouquet«, protagonizados por Maryna Linchuik y Natalie Portman, respectivamente). Estas campañas publicitarias emplean los mismos usos del color, el montaje, los movimientos de cámara y la temática juvenil que explota Coppola en su cine. Igualmente, no dejan de ser vídeos musicales al servicio de un fin publicitario de productos de naturaleza muy diferente.

Pero no solo en tonos pastel se expresan los videclips de Coppola. El blanco y negro reina en I Just Don’t Know What to Do With Myself de The White Stripes (2003) y Chloroform de la banda francesa Phoenix. El primero se centra en el baile lencero en barra de streaptease de la icónica Kate Moss, símbolo de un nuevo canon de perfección imperfecta acompañada de extrema delgadez que desbanco a la imagen de supermodelo defendida en los 90. Actualmente YouTube tiene capado este en I Just Don’t Know What to Do With Myself para menores de edad y lo reproduce tras la advertencia de que puede resultar “inadecuado para algunos usuarios” (¿Tal vez por un exceso de gusto plástico? Absurdo). Por su parte el video de Chloroform, se basa en la curiosidad creada por un travelling de lo que sería el idílico front row de un concierto de Phoenix. El mismo muestra en primer plano una hermosa joven tras otra llorando con poética serenidad. Flotan en ambos trabajos la sutileza y el estilo gracias al uso de la luz y a motivos visuales recurrentes en toda la trayectoria de Coppola. Llama la atención, por ejemplo, como en Somewhere (2010) la cineasta vuelve a filmar a jóvenes rubias (esta vez gemelas) que bailan en una barra de streaptease pero subvirtiendo el punto de vista. El mismo motivo visual que exploró en el videoclip protagonizado por Kate Moss le sirve en Somewhere para reflejar la decadencia a la que ha llegado un personaje abatido (ese Johnny Marco interpretado por Stephen Dorff) que mira la escena drenada de sensualidad mientras toca fondo.

I Just Don't Know What to Do With Myself
Fotograma del videoclip I Just Don’t Know What to Do With Myself  – The White Stripes (2003)

De igual manera que plasmar la imagen femenina juvenil y adolescente siempre ha sido una constante en la cineasta, también lo han sido sus típicas formas que se pueden rastrear en sus videoclips. Antes incluso de rodar su primer cortometraje Lick the Star en 1998 (también en blanco y negro) Coppola ya plasmaba personajes tumbados, zambullidos en el agua, viajando en vehículos desde los que observan el paisaje… en sus dos primeros vídeos musicales cargados de un ambiente distendido y de rebeldía a la manera en que Sofia Coppola ve al rock alternativo: Walt Mink (1993) de Shine (montado por Spike Jonze) y This Here Giraffe (1996) de la banda The Flaming Lips. El máximo gamberrismo que se puede encontrar en los vídeoclips de Coppola lo contiene su segundo video creado para The Flaming Lips: aquel que pone imágenes la canción VOID (Video Overview Deceleration, 2005) y que, siendo la firma menos reconocible de su directora, responde a una intención de querer reflejar más la personalidad de una banda que llegó a usar las grandes burbujas de plástico que aparecen en el vídeo durante sus conciertos.

Las elecciones para tratar esa crisis existencial, que inunda las obras de Sofia Coppola, hablan de una autora que piensa y se expresa en sus películas empleando la música como uno de sus recursos fundamentales. Su uso, combinado con el montaje, consigue remitir al plano emocional sintetizando rápidamente estados de ánimo sin necesidad de palabras. Esto funciona igualmente en sus videoclips que esgrimen las mismas armas visuales que suele utilizar su cine. Sofia Coppola es impacto visual subrayado con música tanto como ambiente musical traducido en imágenes. Exceptuando en su mucho más sobria (tanto en lo musical como en otros aspectos) última cinta, La seducción (The Beguiled, 2017), Coppola ha ido creando y aumentando con cada película su propio jukebox al servicio de la soledad y el aislamiento. Un estado que hasta sus chicles de Playground love parecen sufrir.

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