SMALL AXE: LOVERS ROCK

Para todos los amantes y rockeros

Small Axe: Lovers Rock. Revista Mutaciones

«Para todos los amantes y rockeros». Con esta dedicatoria termina Lovers Rock (2020), tras El Mangrove, la segunda película de la antología Small Axe creada por el cineasta Steve McQueen en torno al racismo sufrido por la comunidad negra en Londres en las décadas de los 60, 70 y 80. Este pequeño y notable film concentra, en poco más de 70 minutos, ese sentimiento musical que sonaba en los hogares de la juventud negra a principios de los 80, cuando las fiestas eran segregadas y tenían que buscarse la vida al verse rechazados en discotecas y clubs. Este hecho, apenas explicado en la sinopsis y descubierto por los curiosos que se aventuren a indagar en el término «Lovers Rock» – estilo de música reggae caracterizado por su sonido y contenido romántico que sonaba en dichas casas- es solo un contexto para explorar cinematográficamente a una comunidad en pleno éxtasis y ebullición de sentimientos, gestos y costumbres.

La fiesta comienza a los pocos minutos tras un pequeño prólogo, donde algunos chicos preparan el equipo de música que dará ritmo a la noche. Ante los ojos de los jóvenes blancos en la acera de enfrente, la casa comienza a coger aire y algunas de sus ocupantes allanan el terreno con voces y estrofas a capela. Cocinan y se mueven al ritmo de las canciones mientras McQueen las filma con detalle, acercándose a los recipientes abundantes de alimentos o a las ropas que ligeramente se mueven al son de la música. En pocos detalles, el cineasta nos anticipa cuál es su verdadero interés en el devenir de la trama. En el núcleo nos encontramos una historia de amor: un chico y una chica que acuden a la fiesta con sus respectivos amigos y la atmósfera va convirtiéndose en la propicia para levantar pasiones. Pero también hay otras pequeñas tramas o detalles: un drama familiar que interrumpe por unos segundos el idilio, una brecha generacional a través de la religión, un sentimiento de amistad y traición habitual en noches de fiesta o una marcada radiografía de las actitudes masculinas tóxicas y agresivas en un intento, entre otros sucesos, de violación. Pero por suerte, estos elementos necesarios para armar la estructura, son evitados por McQueen como principal eslabón de la película, que en este caso tiene su base más en el sentir, que en el reflexionar sobre los hechos.

Small Axe: Lovers Rock. Revista Mutaciones

Se ha de reconocer que el cine McQueen ha acudido, en muchas ocasiones, a un subrayado algo explícito de ciertas gravedades. Aquí, especialmente en la mencionada escena de la violación, la película parece estar a punto de salirse de su vía para cargar de gravedad el entorno. No es poco el suceso como para no hacerlo, pero la cinta navega por cierta sensación de microuniversos que dan cuerpo a la fiesta, lo que entrar con ahínco en algunos concretos debilitaría, y mucho, el concepto y búsqueda final. Lo mismo ocurre en otra escena donde la protagonista sale al alcance de su amiga y unos jóvenes blancos se acercan a ella con previsible peligro. Dicha secuencia, que parece una nueva oportunidad de estallar en el drama más rutinario, queda satisfactoriamente interrumpida sin mayor continuación. Por ello que lo mejor de Lovers Rock se encuentre, aparte de en su vibrante cámara, en sus deliciosas coreografías, en su repertorio musical y en su atmósfera inmersiva de seducción y ocio, en la capacidad de McQueen para invitarnos a la experiencia de vivir una noche de celebración a través de la habitual fragmentación sensorial que aporta el alcohol y la música. Diferentes momentos que fluyen entre bailes, perdiéndose con la misma facilidad con la que han llegado.

La película cumple así su cometido a través de un objetivo que filma la casa y los cuerpos mediante precisos y cautivadores planos detalles que casi pueden tocarse y sentirse. Que huelen y saben a calor, seducción, amor y erotismo. También a esa sensación casi narcótica de noche sin fin, en especial en dos escenas brillantes: la primera, el baile sensual a ritmo de «Silly Games», de Janet Kay, que nos acerca al momento de mayor tensión sexual entre los cuerpos de los protagonistas, a la vez que nos conduce por un ambiente de celebración apasionada que termina con un impresionante coro a capela de todos los asistentes a la fiesta. La segunda, en ese final de la noche donde incluso los protagonistas se pierden en un recorrido intenso de experiencias en cuyo estallido la cámara se funde una vez más con los cuerpos. Es por ello muy reseñable lo que McQueen consigue aquí: una pequeña película que es una experiencia detallada y entusiasta. También melancólica porque, sin quererlo, este sentimiento de noche eterna resuena con más necesidad y emoción que nunca en el momento histórico que vivimos. Una invitación segura a una vehemente danza que, a fuerza de no poder vivirla, al menos nos recuerda a la sensibilidad espontánea de su atmósfera. A su álgida y cautivadora sensación de libertad.


Small Axe: Lovers Rock (Reino Unido, 2020)

Dirección: Steve McQueen / Producción: Turbine Studios, BBC, Lammas Park, Emu Films, Amazon Studios / Guion: Steve McQueen, Courttia Newland / Música: Mica Levi / Fotografía: Shabier Kirchner / Reparto: Amarah-Jae St. Aubyn, Micheal Ward, Shaniqua Okwok, Kedar Williams-Stirling, Ellis George, Francis Lovehall, Alexander James-Blake, Daniel Francis-Swaby, Kadeem Ramsay, Romario Simpson, Jermaine Freeman, Marcus Fraser, Saffron Coomber, Frankie Fox

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