SITGES 2019: LO MÁS DESTACADO (PARTE I)
El festival de Sitges 2019 nos brindó en su 52ª edición casi 2 centenares de películas de terror, fantasía, ciencia ficción y thriller, sobre las que El hoyo triunfó alzándose con el Premio a Mejor película y el Premio del público. Con este artículo iniciamos el repaso a lo más destacado del certamen.
INAUGURACIÓN – En la hierba alta (Vincenzo Natali)
El festival de Sitges comenzó su 52ª edición abrazando a Netflix como colaborador más importante. Además de la inauguración, la plataforma de contenido online presentó en el festival el epílogo en forma de película de Breaking Bad, El Camino (Vince Gilligan), con la presencia de su protagonista Aaron Paul, y los nuevos trabajos de Brad Anderson (Fractura) y Sion Sono (The Forest of Love). Si en Cannes la proyección en cines y la posterior ventana de 3 meses para que una película esté disponible en Internet fue motivo de conflicto, aquí todo lo contrario. En la hierba alta estuvo disponible en Netflix pocas horas después de su presentación en Sitges, mientras que El Camino se programó un día después de estar disponible internacionalmente. Y, sinceramente, qué más da.
Pero vamos a dejar el debate y hablar de la enésima adaptación de Stephen King. En esta ocasión, un relato de apenas 68 páginas escrito a cuatro manos junto a su hijo Joe Hill para la revista Esquire. De entrada, puro King. Una pareja de hermanos hace una parada al borde la carretera durante un largo viaje y oyen la voz de un niño que les dice que se ha perdido entre la hierba alta que se extiende desde la cuneta hasta el horizonte. Los hermanos se adentran para intentar ayudar y quedan atrapados, descubriendo que la hierba alta controla el tiempo, el espacio y se podría decir que está… viva. Vincenzo Natali se mueve como nadie en este tipo de juegos (no hay más que ver su obra más reconocida, Cube, ganadora en Sitges en 1998), y Patrick Wilson (también presente en la inauguración) demuestra una gran plasticidad para encarnar un personaje tan aterrador como pasado de vueltas. ¿El problema? Pues que el relato era eso, un relato, y para convertirlo en largometraje han tenido que meter relleno, dar vueltas y vueltas sobre la misma idea y poner muchos, muchísimos, demasiados planos de la hierba porque sí.
Ni siquiera en su tramo final, con trazos macabros de una negrura al límite de lo permitido en una plataforma mainstream, termina por remontar, culminando en un desenlace que desentona por lo naif de su propuesta.
MEJOR PELÍCULA, PREMIO DEL PÚBLICO, MEJOR DIRECTOR NOVEL, MEJORES FX – El hoyo (Galder Gaztelu-Urrutia)
La producción española sorpresa del año, ganadora del Premio del público en la sección Midnight Madness de Toronto y aplastante triunfadora de este festival de Sitges con premios a Mejor película, Premio del público, Director novel y Mejores efectos especiales. Galder Gaztelu-Urrutia debuta en el largometraje, y de qué manera, con una distopía futurista capaz de radiografiar nuestra sociedad en un extraño edificio que mezcla el cubo de Vincenzo Natali (Cube, 1998), el rascacielos de J.G. Ballard (High-Rise, Ben Wheatley, 2015) y el tren rompenieves de Jean-Marc Rochette y Jacques Loeb (Snowpiercer, Bong Jon-hoo, 2013), sin olvidarnos de la Albacete de 9177 en la reciente e infravalorada Tiempo después (José Luis Cuerda, 2018). El hoyo es una construcción, a medio camino entre la prisión y el experimento social, con infinidad de niveles de altura y con dos inquilinos por nivel. Todos los días, por un agujero central que sirve de ascensor entre los pisos, desciendo un banquete repleto de comida y bebida, deteniéndose unos segundos en cada nivel. Si estás en un nivel superior, no hay problema. Puedes comer lo que quieras. La cosa se complica cuando la mesa comienza a bajar y solo quedan las sobras de los de arriba. Además, cada mes los “habitantes” de El hoyo cambian de nivel aleatoriamente. Un mes puedes estar arriba, al siguiente abajo, y así sucesivamente.
El argumento, como veis, no deja de ser una metáfora nada sutil de la lucha de clases, la injusta repartición de bienes y el egoísmo humano. Como bien dice Trimagasi (Zorion Eguileor), y resumiéndolo mucho, los de arriba te putean porque están arriba. Y tú puteas a los de abajo porque están abajo. Obvio. Nuestro protagonista, Goreng (Iván Massagué), tratará de cambiar esa desigualdad por todos los medios, encontrándose con lo peor y lo mejor del ser humano, y entendiendo que, digámoslo así, “para hacer una tortilla, primero tienes que romper unos cuantos huevos”.
Esconde mucha más reflexión de la que parece, y no renuncia a entretener, desafiar y buscar la complicidad del espectador cuando tiene que hacerlo. Pequeña gran joya de esta edición, que seguramente quedará injustamente eclipsada en época de premios por Almodóvar, Amenábar y similares.
The Lodge (Severin Fiala y Veronika Franz)
Los autores de la inédita en España Goodnight Mommy (2014) regresan a Sitges con una de las poquísimas propuestas de terror que hemos podido ver este año en el festival, en una edición más centrada en dramas de autor y en comedias desenfadadas. Pero, aunque solo hubiéramos visto una película de terror, si esa hubiera sido The Lodge, ya habría merecido la pena. Herederos del peculiar universo de Ulrich Seidl, para el que Franz fue guionista y ayudante de dirección, su retorcido humor negro y su valentía a la hora de derribar tabúes ya despuntó en su anterior trabajo, pero con The Lodge dan un paso más sumando a su propuesta el terror psicológico del Ari Aster de Hereditary (2018), o incluso del Kubrik de El Resplandor (1980).
Intentando no desvelar demasiado, podríamos decir que The Lodge es la historia de la única superviviente de un suicidio colectivo integrándose en una familia que ha sufrido el suicidio de uno de sus miembros. Ella (la estrella en ciernes Riley Keough) y dos niños se verán atrapados por un temporal en una cabaña perdida en el bosque, teniendo que afianzar una relación inexistente entre extraños fenómenos y siniestras premoniciones. Un tono de agobio sepulcral engloba el ambiente durante todo el metraje, asfixiando toda opción de optimismo o alegría (terror psicológico en su máxima expresión), y si bien es cierto que su parte final inicia con un giro radical que requiere la complicidad del espectador, podemos afirmar que estamos ante uno de los filmes más redondos del festival.
El faro (Robert Eggers)
Después de inaugurar magistralmente la edición de 2015 con La bruja, su primer largometraje, Robert Eggers ha vuelto para demostrar que su particular visión del horror y del fantástico no fue flor de un día. En El faro nos encontramos ante una premisa clásica del género desde que HP Lovecraft y Edgar Alan Poe relataran ancestrales criaturas abisales y macabras historias de marineros. Un viejo lobo de mar (Willem Dafoe) y un joven primerizo (Robert Pattinson) dan el relevo para custodiar un faro en una isla perdida de Nueva Inglaterra. Una vez allí, las condiciones extremas del clima, las asperezas entre sus personalidades y el inexorable paso del tiempo harán que comiencen a aflorar los delirios y la línea entre realidad y fantasía se haga cada vez más fina.
Relato gótico de fotografía en blanco y negro, la espiral de locura desplegada por Eggers descansa sobre los hombres de su genial pareja de actores, que rivalizan entre diálogos y monólogos dando auténticas clases de interpretación. Pero si Pattinson está soberbio, lo de Dafoe es de otro mundo. Dafoe engulle a su personaje y se transforma en algo sobrehumano, desfigurado, casi demoníaco, regalándonos la interpretación del año (y que ningún payaso intente convenceros de lo contrario). Demonios externos e internos van devorando a los personajes en un in crecendo no exento, eso sí, de un humor negro y escatológico impropio de ese “terror elevado” del que muchos dicen que hace gala Eggers.
Una de las imprescindibles de esta edición, gloriosa en pantalla grande per, opinión impopular, será curioso poder disfrutar de ella en formato doméstico y ver cómo el gris oscuro de la proyección se convierte en negro profundo en una pantalla Oled, desvelando el auténtico contraste de su fotografía.
CLAUSURA – The Vigil (Keith Thomas)
Keith Thomas ha recibido el honor de cerrar la edición de 2019 del festival de Sitges con el que es su debut en el largometraje, The Vigil, una película de terror religioso. Cuando una persona muere en una comunidad judía ortodoxa, un familiar o alguien cercano al fallecido realiza una vigilia nocturna, velando el cadáver durante toda una noche. Si nadie puede (o nadie quiere), se puede pagar a otro miembro de la comunidad para que realice la tarea. Estos “vigilantes” reciben el nombre de shomer, y el protagonista de The Vigil recibe el encargo de velar el cuerpo de un fallecido tras la negativa repentina del shomer al que le correspondía el trabajo.
Por lo tanto, estamos ante un cadáver, una persona que vela por él, y toda una noche por delante. Sin duda, un buen argumento de partida para una película de terror. Y, tal y como ocurría en la película de temática similar La autopsia de Jane Doe (André Øvredal), que maravilló en Sitges hace 3 años, los fenómenos paranormales no tardan en comenzar. Es cierto que la producción tiene sus limitaciones (tanto presupuestarias como de falta de experiencia, recordemos que estamos ante un debutante), y que se abusa demasiado del recurso del jump scare, pero que la historia se cuente desde un punto de vista judío-ortodoxo tiene su aquel. Acostumbrados a la tradición cristiana, la percepción del mal desde otra religión y los ritos para eliminarlo nos dan una nueva perspectiva. Por un lado, no hay agua bendita ni crucifijos, pero los paralelismos también existen: la crisis de fe del protagonista, la luz como salvadora (el día frente a la noche), objetos y rituales de poder…
Sin ser nada del otro mundo, The Vigil al menos logra cerrar el festival de manera digna y diferente. Algo por lo que no nos vamos a quejar, sobre todo después de 10 días viviendo en una sala de cine.
Me apunto estas películas para verlas. Sin duda es ideal que «viváis en una sala de cine» esos días para guiarnos.
Dafoe siempre es imprescindible y los argumentos de «Vigil» y » the Lodge» son perfectos…
Veremos a qué sabe todo esto…
Un saludo, mutantes. Y enhorabuena a Fran Chico por sus artículos.
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