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SIERVOS

La mirada divina

El color de los recuerdos es el blanco y negro. Decía M. Haneke a propósito de La cinta blanca (2009) que “el blanco y negro crea una distancia que impide cualquier enfoque naturalista […], recuerda a cada momento que no se está en una falsa realidad, sino en una recreación”. En esta dimensión onírica de la imagen-recuerdo se adentra Ivan Ostrochovský en su nueva película Siervos, que nos desplaza a principios de la década de los 80 en Checoslovaquia. Acompañamos a Michal y Juraj, dos chavales que asisten a un seminario de teología en un momento  en que la Iglesia católica se tambalea al ceder a las presiones del Partido Comunista que gobierna el país.

Aunque su aspecto visual recuerda indudablemente a los últimos trabajos de Pawel Pawlikowski: Ida (2013) y Cold War (2018), en este caso la rigidez compositiva termina por oprimir a unos personajes que no encuentran salida a su conflicto y parecen encerrados en el plano. Al abandonar el formato panorámico, la imagen adquiere un punto de vista más antropocéntrico (a pesar de que estamos en un seminario cristiano la película va fundamentalmente sobre personas), que permite a la cámara fijarse en los cuerpos, en ocasiones fragmentándolos y centrándose en un rostro, piernas o manos (ya dijo Deleuze que estas últimas ocupan el puesto del rostro para representar la imagen afección), mostrando así la psicología de los personajes de una forma que no hace con los diálogos. A pesar de esto, hay una presencia continua de Dios a través de figuras, cuadros, esculturas, crucifijos e incluso mediante la composición, que deja aire encima de los personajes cuando rezan y con un recurrente plano cenital para mostrarlos cuando salen al patio, como un punto de vista artificial que sólo puede venir de lo más alto.

Ese blanco y negro responde a una búsqueda por generar un contraste entre los alumnos, perfiles negros por su sotana, y la arquitectura blanca y pura de la Iglesia, como peones en un tablero de ajedrez inestable. Además, al igual que bajo una oscuridad casi total, la falta de color despoja al film de todo artificio y permite percibir sólo lo esencial. Esto es, el sentimiento de fraternidad y apoyo entre los estudiantes, siempre en grupo bajo una arquitectura (el Poder) siempre demasiado grande para poder plantarle cara. 

No deja de resultar curioso participar de un relato como este en una sociedad como la nuestra en la que Dios parece haber muerto o, por lo menos, en la que la influencia de la religión se ha visto reducida a unos mínimos. A pesar de plantear una lucha de “Comunismo vs. Iglesia”, el relato permite extrapolar el mensaje, que no es más que la disyuntiva entre caer en la tentación y elegir el camino fácil o seguir tus ideales. Y es que, en realidad, Michal y Juraj no son sólo siervos de Dios, sino también del Poder. ¿Y quién no?

 


Siervos (Servants, Eslovaquia, 2020)

Dirección: Ivan Ostrochovsky / Guion: Rebeca Lankiewicz, Marek Lescák, Ivan Ostrochovsky / Producción: Ivan Ostrochovsky, Katarina Tonkova / Fotografía: Juraj Chlpik / Música: Cristina Lolea, Miroslav Toth / Montaje: Jan Danhel, Martin Malo, Maros Slapeta  / Diseño de vestuario: Katarina Hollá / Reparto: Samuel Skyva, Samuel Polakovic, Vlad Ivanov, Vladimir Strnisko, Milan Mikulcík, Tomas Turek

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