SHOW ME A HERO
…and I’ll write you a tragedy
David Simon es un creador cuyo eje se construye alrededor de un discurso. Ya sea la guerra contra las drogas, el racismo, el sexismo, la política, la educación o la prensa, su capacidad de respetuoso e incisivo analista de la sociedad americana siempre lleva aparejada una amplitud de miras ante una compleja red de subtemas que convierten el sujeto de análisis principal en todo un relato global de una sociedad de alma universal. Y es que, a su vertiente discursiva de enorme potencia siempre se suma una creación de personajes asombrosa, nada complaciente y llena de matices que desarman cualquier esquematismo de buenos/malos, honrados/ladrones o peligrosos/inofensivos. Quizás sea esta capacidad de Simon para ir desde la introspección de sus complejos e indefinidos retratos individuales la que conforma la fuerza expositiva de su discurso macrosocial.
Dirigida en su totalidad por el mismo director (Paul Haggis, realizador de la oscarizada Crash de 2004), divida en seis partes (así y no como capítulos aparecen los títulos en la serie) y sin opening más que la sobreimpresión del título, lo cierto es que Show me a hero (la cita de Scott Fitzgerald al completa es “Muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia”) parece planteada como una película cuya ingente cantidad de procesos, cambios y líneas narrativas impedían su realización como un largometraje. Durante las seis horas de metraje Simon aborda un suceso real, sucedido en la ciudad de Yonkers alrededor de los años noventa, apoyado principalmente en un único personaje protagonista, el político Nick Wasicsko, interpretado por Oscar Isaac de manera magistralmente compleja, con cálida cercanía pero también con una asombrosa, por delicada, indefinición moral. La pieza narra seis años en torno a las políticas de reubicación de viviendas sociales en la ciudad. Así, para dotar a los hechos reales y las ideas que los acompañan en torno al racismo, la política, los prejuicios, la integración de clases sociales y la idea de una delincuencia vinculada al entorno y no al individuo, Simon construye pequeñas historias alrededor de personajes secundarios que van tomando forma, a base de pequeñas pinceladas, con el paso de los capítulos. Una acomodada vecina blanca, un madre soltera afroamericana, una adolescente embarazada o una mujer de mediana edad que está perdiendo la vista sirven para anclar emocionalmente al espectador, poner rostro a las políticas, los números y las estadísticas a las que se enfrenta Wasicsko en su trabajo y las que, en último término de la narrativa del discurso, Simon utiliza para volver a llevarnos desde lo micro hasta lo macro.
Y es que Simon es capaz de describir el veneno oculto en toda una sociedad sin alardes ni sucesos grandilocuentes, le bastan las dudas de un asistente social para ir a un barrio desfavorecido o la timidez de una afroamericana pidiendo comida para llevar en un restaurante en el que todos los clientes son blancos. Pero no estamos ante el más grande showrunner televisivo solo por su mirada crítica, su compromiso social y su capacidad, digamos, periodística (aunque no es casual que esta fuese su anterior profesión), sino porque todo va acompañado de un relato ficcional de la sociedad que quiere retratar igualmente complejo en matices y emociones. Y es que, para que algo cale con fuerza de verdad, hay que llamar tanto a la puerta mental como a la emocional. Ahí es donde entra la demoledora historia personal de Nick Wasicsko, político de vocación e intereses indefinidos que canaliza su ego a través de una adicción por el éxito electoral. Esta cualidad, la de convertir a Wasicsko en un frágil ser humano retratado en pleno derrumbe desde adentro hacia afuera, cuando podía haber sido un vulgar interlocutor de los sucesos reales que se quieren exponer, provoca que toda la serie se desgrane a través de la escena final. Una visita de Nick a la tumba de su padre que empieza y acaba el relato y cuyo contenido sirve tanto de cierre de un viaje como de testigo de la dureza del mismo. Es una verdadera lástima que los créditos informativos sobre el futuro de los personajes, tan abundantes en las narraciones basadas en hechos reales, se intercalen de manera prematura con el cierre dramático de la serie. Intercalado que, sin duda, resta dramatismo al final de un personaje magistral encarnado hasta ese final intermitente con rompedora brillantez por Oscar Isaac. Sin duda, otro rostro, uno de los más importantes, en ese macrorelato en forma de denuncia social pero también de narración shakesperiana que es toda la obra de David Simon.
Rafael S. Casademont
Show Me A Hero (HBO, Estados Unidos, 2015)
Showrunner: David Simon/ Dirección: Paul Haggis/ Guión: David Simon, Lisa Belkin, William F. Zorzi / Producción: Paul Haggis, Nina Kostroff-Noble, Jessica Levin, Gail Mutrux, Michael Nozik, David Simon, William F. Zorzi / Diseño de producción: Laurence Bennett / Música: Nathan Larson (Canciones: Bruce Springsteen) / Montaje: Jo Francis, Kate Sanford / Fotografía: Andrij Parekh/ Reparto: Oscar Isaac, Carla Quevedo, Catherine Keener, Ilfenesh Hadera, Dominique Fishback, Alfred Molina, Natalie Paul, Winona Ryder, LaTanya Richardson Jackson, Peter Riegert, Bob Balaban, Clarke Peters, Terry Kinney, James Belushi.
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