SEX EDUCATION (T. FINAL)
De camino al redil de la madurez
Con independencia de sus méritos y a la vista la inquietante actualidad política e ideológica que nos rodea resulta un tanto decepcionante que una serie como Sex Education (Laurie Nunn, 2019-2023) eche el cierre desnudando de comicidad muchos de los dramas personales que ha ido desarrollando durante sus tres temporadas anteriores. La hasta ahora vitalista creación de Laurie Nunn se presentó en sociedad como la versión sofisticada y british de la caterva del cine con adolescentes inaugurado por la magnífica Desmadre a la americana (John Landis, 1978) y canonizado en su abrazo al sexo casi como sinónimo de realización personal por la desvergonzada Porky’s (Bob Clark, 1981) o la más próxima en el tiempo American Pie (Chris Weitz, 1999).
Aunque más cerca de la comprensiva dulzura del cine de John Hugues que de algunos de estas moralistas producciones, la muy exitosa Sex Education hizo de su renuncia a enjuiciar las cuitas sexuales de sus jóvenes protagonistas toda una declaración de principios capaz de sobreponerse a lo adocenado de los aspectos formales de la serie, que apenas sumaban o restaban algo a un elenco interpretativo en estado de gracia y a un equilibrio tonal entre lo cómico y lo dramático muy bien calibrado.
Haciendo camino al andar de la mano de sus criaturas las tres primeras temporadas de Sex Education se desarrollaron en gran parte en el college inglés Moordale: una institución cuyo desorientado alumnado hallaba un inesperado mentor en Otis Milburn (Asa Butterfield), adolescente sexualmente bloqueado e hijo de una reputada sexóloga (una excelente Gillian Anderson) que es capaz de fundar con éxito su propia consulta sexual junto a Maeve (Emma Mackey) compañera, luego amiga y finalmente amor en apariencia imposible. Por este lugar clandestino a ojos de las autoridades educativas pasaban buscando consuelo el matón Adam (Connor Swindells, en la piel del personaje más enternecedor de la serie) incapaz de consumar su relación con Aimee (Aimee Lou Wood) y bisexual reprimido bajo la forma de una violenta homofobia; el campeón de natación Jackson Marchetti (Kedar Williams-Stirling), fugaz amante de Maeve que cerraba la tercera temporada de la serie prendado de Cal (Dua Saleh), no binaria y en tratamiento hormonal para realizar su identidad sentida; y Lily Iglehart (Tanya Reynolds), artista obsesionada con los extraterrestres y en posesión de un universo creativo maravilloso que se diría la versión pop del de H.R. Giger.
Toda una colección de inseguridades adolescentes, a los que se irían sumando bastantes más, que la serie recogía con un grado de comprensión tan encomiable como la de Otis en su rol de terapeuta, retratando identidades sexuales alejadas de lo heternormativo con un ánimo festivo que mantuvo Sex Education prudencialmente alejada del sermoneo en el que fácilmente podría haber caído. O casi: su estupenda tercera temporada ya hizo gala de un mayor grado de autoconciencia ideológica al plantear un claro antagonista -la flamante y neoderechista directora del instituto Hope Haddon (Jemima Kirke)- obsesionado con “poner orden” ante el supuesto caos hormonal imperante en Moordale, cerrándose además con un lacrimógeno episodio capaz de poner en tela de juicio la festiva intrascendencia dramática, ideológicamente tan productiva como forma de adhesión a la causa, del resto de la serie.
Los últimos ocho episodios de la serie recogen y amplifican estos dos aspectos saturándose de melodrama y haciendo gala de un didactismo mucho más transparente que en ocasiones anteriores, puede que a causa de lo poco elaborado de algunas de las tramas que afectan a los personajes principales que han sobrevivido en la serie al cambio de instituto provocado por el cierre de Moordale en la tercera temporada. La muerte de la madre de Maeve, la superación del trauma de Aimee tras sufrir un abuso sexual temporadas atrás, la necesidad de Jackson de conocer algunos aspectos de su pasado ante la perspectiva de un posible cáncer o el sufrimiento de Cal por el proceso hormonal al que se somete, ocupan gran parte del peso dramático de esta temporada, descompensando su irreverencia en favor de una mayor solemnidad en sus planteamientos.
Las diferentes subtramas coinciden en la necesidad de sanar como común denominador que las trenza entre sí hasta elaborar una agridulce reflexión sobre el precio de la madurez pero que, debido a lo algo forzado de su desarrollo, acaban produciendo la sensación de que lo dicho en esta cuarta temporada ya se hallaba, y de forma más concluyente y mucho más satisfactoria, en la tercera. Sin abandonar la atonalidad del resto de la serie -ni tampoco su aplaudible descaro en mostrar lo escatológico o, en menor medida, lo sexual, y sin perder un ápice de sensibilidad en su tratamiento- esta nueva temporada acusa una cierta tendencia al sensacionalismo formal gracias en parte al retrato (a un paso de la parodia) de la diversidad sexual del nuevo instituto en el que transcurre la acción y de un montaje comparativamente más agresivo, destinado a trasladar los miedos y crispación emocionales de los personajes a una puesta en escena que funciona mucho mejor cuando juega las cartas del reconocimiento que cuando apuesta por un dramatismo que no siempre se trasmite efectivamente.
Esta vez, no obstante, el reconocimiento no se basa como solía en la celebración de la diversidad sexual, debido en gran parte a la mentada apuesta de esta temporada por una mayor solemnidad, si no en la nostalgia de al menos una parte del público frente a una etapa vital que Otis y sus amigos están empezando a abandonar. Quizás por eso cuanto más alto vuelta esta temporada final es cuando recoge la relación entre Otis y Eric (Ncuti Gatwa), trasuntos de Michael Cera y Jonah Hill en Supersalidos (Gregg Mottola, 2007) en su inquebrantable amistad, o cuando reúne a todos los personajes principales de la serie en un entierro que acaba inesperadamente convertido en la despedida de un momento de sus vidas que ya nunca regresará. Emotivas cumbres de una temporada que, a pesar de contagiarse de las sombras que la actualidad proyecta sobre sexualidad e ideología, no logra empañar la apuesta general de Sex Education por una visión del sexo y/o de la vida mucho más sana, por libre y desprejuiciada.
Sex Education (Temporada final) (Sex Education. (Final Season), Reino Unido, 2023)
Creadora: Laurie Nunn / Dirección: Dominic Leclerc, Michelle Savill y Alyssa McClelland / Producción: Jamie Campbell, Ben Taylor, Laurie Nunn y Clara Couchman para Eleven Films / Guion: Laurie Nunn, Troy Hunter, Krishna Ishta, Selina Lim, Ethan Harvey, Annalisa D’Inella, Bella Heesom, Thara Popoola / Dirección de fotografía: Andrew McDonnell y Arthur Mulhern / Montaje: Helen Chapman, Dan Gage, Lindsey Woodward, Jim Hampton, Jamie Pearson, Christian Sandino-Taylor y David Whittaker / Música: Oli Julian y Ezra Furman / Reparto: Asa Butterfield, Gillian Anderson, Ncuti Gatwa, Emma Mackey, Connor Swindells, Kedar Williams-Stirling, Aimee Lou Wood, Dua Saleh.