SEMINCI 2019 – CINE ÁRABE
La Primavera Árabe en la SEMINCI 2019
La Primavera Árabe dejó entre 2010 y 2013 miles de víctimas mortales y escasas esperanzas para aquellos que reclamaban menos totalitarismo y más justicia social. A excepción de Túnez, país en donde comenzaron las protestas que derrocaron al autócrata Ben Ali, lo cierto es que la guerra, la violencia y la represión continúan presentes. Sin embargo, para el cine árabe supuso un antes y un después debido al auge de nuevas corrientes de pensamiento que exigían nuevos derechos sociales. “Estamos avanzando hacia una nueva era en nuestras películas”, comentaba el productor egipcio Abdel Khalek en el Festival de Cannes de 2011. A raíz del empuje de estas corrientes se produjo cierto aumento de la libertad de expresión, y con ella una mayor autonomía de los cineastas para denunciar los aspectos que repudian de la sociedad y/o la política de sus respectivos países.
Este fenómeno comenzó con una avalancha de documentales que daban testimonio de aquellas revoluciones, para más adelante aparecer las primeras obras de ficción sobre el asunto. En el año 2013 compitieron en la Sección Oficial de la SEMINCI dos películas que reflejaron estos históricos acontecimientos. Por un lado la egipcia Clash (Mohamed Diab) que plasmaba los disturbios acaecidos en El Cairo entre manifestantes y policías, y por otro la tunecina Hedi, un viento de libertad (Mohamed Ben Attia), una historia de amor que funcionaba como metáfora de la Primavera Árabe. En la edición posterior, la del año 2014, se alzó con la Espiga de Oro El Cairo confidencial, del director sueco de origen egipcio Tarik Saleh, un poderoso thriller que tiene como protagonista a un policía corrupto que comienza a reflexionar acerca de la putrefacción del sistema en los primeros días de las revueltas.
En la edición de este 2019 se han podido visionar dentro de la Sección Oficial dos largometrajes que, aun no apuntando directamente a la Primavera Árabe, desvelaban la preocupación de sus cineastas por las libertades en estos países. Desde Argelia llegó Papicha (Mounia Meddour) que ahonda en la guerra civil argelina de 1991 y que duró una década, a través de una joven estudiante de moda que aspira a diseñar sus propios vestidos y a planear su vida con independencia. La protagonista se enfrenta a una sociedad machista y conservadora que se embrutece todavía más con el crecimiento de extremistas islámicos que tienen en la libertad de la mujer uno de sus principales enemigos. Aunque Meddour no muestra los motivos del recrudecimiento del fanatismo religioso sí expone las enormes dificultades de las adolescentes para estudiar, vestirse como deseen o avanzar en un país que aman pero no le permite ser libres.
El otro largometraje es Adam, de la cineasta marroquí Maryam Touzani. En él se narra la historia de tres mujeres (dos adultas y una menor) que debido a diferentes circunstancias conviven durante unos días en el hogar de dos de ellas. La sororidad se hace aquí presente de forma bastante directa como pocas veces se ha visto en el cine árabe, en un guion que transita por temas como la viudez, la corporeidad femenina o la reprobación de la sociedad hacia las embarazadas solteras.
También en Sección Oficial se exhibió Arab Blues (Manele Labidi Labbé) que sí dialogaba directamente con la Primavera Árabe y las transformaciones sociales que se produjeron tras esta en Túnez. La protagonista es una psicoanalista que después de terminar sus estudios en Francia decide regresar a su Túnez natal para abrir allí su propia consulta. Al principio nadie cree que vaya funcionar la terapia psicoanalista en un país árabe, pero paulatinamente la consulta va teniendo más clientes, reflejo de ese cambio en la sociedad del que venimos tratando. Es elogiable que Labidi Labbé utilice el humor para relatar las contradicciones del Túnez actual que se debate entre arcaicas costumbres religiosas y las florecientes libertades en la era post-Ben Ali. Pero es una lástima que termine utilizando demasiado a menudo las trilladas estructuras de las comedias hollywoodienses, provocando en ocasiones que la ligereza y el cliché engullan el interesante análisis social que propone esta directora franco-tunecina.
No es baladí que estas tres películas estén dirigidas por directoras y las tres sean óperas primas, así como que todas ellas pongan el foco en los derechos y las libertades de las mujeres. Fuera de la Sección Oficial, en la sección denominada como Punto de Encuentro se presentaron dos filmes que insistían en sus denuncias contra una sociedad patriarcal, misógina y anclada en vetustas tradiciones. Hava, Maryam, Ayesha supone el primer largometraje de ficción de la directora afgana Sahraa Karimi, quien compone un tríptico con episodios de tres heroínas que plantan cara al machismo imperante, al no poder ser dueñas ni de sus vidas ni de sus cuerpos. El aborto, la infidelidad y los matrimonios concertados son tratados en esta obra de notable estilo sobrio y directo que tiene en su segunda historia un formidable soliloquio de una mujer con mayor independencia que las otras dos. Un valiente y plausible debut que tuvo su estreno en el pasado Festival de Venecia, donde compitió en la Sección Orizzonti.
El reflejo del patriarcado es igualmente expuesto en End of Season, película dirigida por el joven realizador azerbaiyano Elmar Imanov. En un tono algo pesimista, Imanov utiliza la descomposición de una familia de clase media compuesta por tres miembros (marido, mujer e hijo adolescente) para retratar la sociedad de su país. El joven anhela emanciparse (nótese el sugerido cambio generacional), la madre se encuentra cansada de dedicarse por completo a su familia sin ninguna ayuda y el padre solo se preocupa porque le dejen seguir tumbado en su sofá. Un incidente en la playa los sacudirá definitivamente sin posibilidad de retorno. Se trata de una de las mejores obras exhibidas en la 64ª edición de la SEMINCI, que posee un poderosísimo final que deja entrever las diferentes historias que están sucediendo en los países musulmanes y que merecen ser contadas. Obtuvo el premio FIPRESCI en el Festival de Rotterdam.
Por fortuna (continuará la libertad de expresión) y por desgracia (seguirán las represiones hacia la mujer y los derechos humanos) lo más seguro es que se realicen más producciones cinematográficas que retraten estos aspectos y manifiesten el peligro de los extremismos. En cualquier caso, seguiremos dando cuenta de ello.
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