SCOTT PILGRIM: ENTRE EL COMIC Y LA PELÍCULA
Try again
Scott Pilgrim y Ramona Flowers se cogen de la mano, se miran a los ojos y se prometen “intentarlo de nuevo” en las últimas páginas del último tomo de Scott Pilgrim (creado por Bryan Lee O’Malley), el cual veía la luz en el verano de 2010. Verano en el que Edgar Wright estrenó Scott Pilgrim contra el mundo, una de las propuestas más carismáticas del año, que acabaría por convertirse en película de culto. Lejos de entrar en la manida disputa que enfrenta la supremacía de lo adaptado sobre la adaptación y viceversa, este artículo plantea un diálogo entre las dos propuestas buscando una lectura más rica de ambas. Así, surgen estas preguntas: ¿Qué elementos son comunes al comic y a la película? ¿Cómo adaptó el director ciertas propuestas idiosincráticas del medio escrito a la gran pantalla y cuáles propuso él? ¿Qué cosas funcionan y cuáles se quedaron por el camino?
De lo que se gana…
Los primeros 40 minutos de metraje de Scott Pilgrim contra el mundo son un alarde de calco (en el buen sentido de la palabra) del tomo inicial de la saga. Desde la primera secuencia se aprecia el acercamiento al material que trata, haciendo de los dibujos del comic una serie de primer storyboard. El montaje por corte, picado, rápido es el primer recurso que puede equipararse a la viñeta. Después viene la necesaria elipsis: si el comic en general hace de ella su bandera, aún más el creado por O’Malley. El autor usa este recurso para hacer comedia: una elipsis temporal con continuidad en la conversación a la que el director británico se apunta.
Otra de las virtudes de la película de Wright es que traslada elementos propios de Scott Pilgrim (comic) a su película de forma literal, produciendo una sensación de extrañamiento en el espectador que directamente lleva a la risa. El uso de los carteles para hacer un comentario en la viñeta se trasladan al plano, al igual que las letras superpuestas en diferentes momentos, a modo de presentación de la secuencia (el momento en que aparece la frase “the infinite sadness”, que corresponde a un tomo del tebeo). También llena sus escenas de onomatopeyas visuales que tiene en los libros su correspondiente, y de líneas que resaltan las acciones de los personajes.
Sumado a esto, el trabajo con los actores (que son muy similares a sus personajes, pudiéndose reconocer de inmediato): en lugar de gestos y reacciones similares a lo real, algo que sería bastante incoherente teniendo en cuenta lo anterior, se opta por hacer rígidos y rápidos muchos de los movimientos. Así se establece una conexión con la inevitable quietud en la que se encierran sus homólogos dibujados. También, de forma contraria, son exagerados y sobreactuados cuando la situación lo requiere. Se sustituye lo naturalista por lo manierista.
En último lugar, Edgar Wright no teme cambiar de formato constantemente, como lo hace el comic con el tamaño de sus viñetas. Desde el 16:9 a lo panorámico hasta el uso de la pantalla partida. Si en el papel la imagen no está atrapada: ¿Por qué habría de estarlo en la pantalla? Algo que podría ser torpe funciona de manera muy orgánica y es parte de esa frescura propia de la película.
…y lo que se pierde
La imposibilidad de adaptar los seis tomos del comic en una película de una duración estándar queda patente ya en la trama de la misma. Si, como se ha mencionado antes, en el minuto 40 de un film de menos de dos horas solo está presente el primer tomo, es de imaginar la cantidad de material sacrificado para el resto del metraje. La propia película lo acusa ya que presenta una aceleración en los acontecimientos. El final se va precipitando cada vez con más presteza y cada vez son más los elementos que, si bien refieren al comic, salen de la cabeza de los guionistas. Se pasa del calco a la invención, como es necesario en este tipo de casos. Así pues, ¿qué cosas ofrece la película y cuáles deja atrás?
El acierto principal de Wright en Scott Pilgrim contra el mundo respecto a la cantidad de material que adapta es que pasa de usar elementos propios del comic como medio a, cuando no puede usarlos, elegir los de los videojuegos retro. Ese uso del imaginario de los videojuegos pixel y, en general, de los que contienen la estética de las recreativas, será la baza con la que intente sortear los problemas que presenta la duración del filme. Una de las pocas escenas de la primera parte de la película que no corresponde al comic es la que nos muestra a Scott y a Knives en un salón recreativo: es una semilla que planta para el final de la película y el desarrollo de la pelea con Gideon. Esta doble secuencia le debe mucho a las películas y videojuegos de acción japoneses; y aglutinará elementos referentes al videojuego que están dispersos por todos los tomos del comic (el level up, la vida extra, la cuenta atrás final, etc).
Aun así, introduce ciertas cosas que pertenecen al cierre de los arcos de personaje (en especial de Scott y Ramona) que están en los comics pero que en la película quedan como un mero comentario al lado de la profundidad que tienen en la historia dibujada. Es evidente que la dificultad de adaptar los personajes del libro inicial, donde son todos desconocidos, es más sencilla: por eso en la película son más simples pero también por eso el choque con esos cierres de arco resulta más forzado.
Este choque sucede también porque lo que cuentan los comics acaba siendo muy diferente, en el fondo, de lo que nos transmite la película. Este humor que hay en el primer tomo, absurdo y estúpido, se mantiene pero pasa a ser más amargo y adulto al igual que los propios personajes. En el comic pasa un año desde el primer tomo, transitando todas las estaciones, de un invierno al siguiente. Scott se muda con Ramona. Encuentra trabajo. Vuelven a su vida personajes del pasado, y otros se marchan. Scott lucha constantemente contra sí mismo (la importancia del Nega-Scott es innegable y no forma parte de un mero chiste como en la película), al igual que Ramona y el resto de sus amigos. En los comics se siente, en definitiva, el paso del tiempo. Siendo un producto muy artificial y profundamente ficticio, se siente muy real.
De hecho, lo más reprochable de la película es que cae en el tropo del héroe que ha de rescatar a la damisela. Edgar Wright interpreta cierta sumisión por parte de Ramona hacia Gideon presente en los comics de forma errónea. Su personaje en las viñetas es mucho más independiente, y ese hecho de estar sometida al pasado será crucial cuando ella se rebele contra su ex pareja. Cuando en los comics Scott va a rescatar a Ramona y se pelea con Gideon ella no está, se había marchado a resolver sus problemas sola, casi como en un retiro espiritual millenial (videojuegos y sofá ad eternum). Y ese resquicio de su dependencia de Gideon es algo que ella acepta y, desde esa aceptación, algo que la fortalece. Si en la película solo hay una Ramona Flowers, en el comic hay tantas como colores de pelo pueda lucir.
Continue?
En definitiva, y a pesar de lo señalado arriba, Scott Pilgrim contra el mundo es una adaptación cercana a lo impecable, que sabe cuáles son sus límites y que apuesta por desligarse del comic cuando es necesario (aunque a veces no lo consiga o lo haga de forma imprecisa). Y los comics siguen siendo un espejo para muchos jóvenes que se han enamorado y han tenido el corazón roto, que han cometido errores y que seguirán haciéndolo. Hablan, en esencia, de la necesidad de asumir que te equivocas y que hay que pedir perdón, y de saber perdonar y perdonarse. Y esta profundidad narrativa, que no comparte la película, no debe ser usada como un reproche. Las dos son obras que nacen de un mismo lugar pero llegan a lugares diferentes. Y si no has disfrutado alguna de ellas, you can try again.
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