SCANDINAVIAN SILENCE
El pequeño milagro de una reconciliación
Esta edición del Atlàntida Film Fest presenta en su selección el segundo largometraje de Martti Helde, Scandinavian Silence, joven cineasta estonio que ya mostró en su ópera prima, In the Crosswind (2014), su atracción por planteamientos dramáticos de calculada concepción y rigurosa estética. In the Crosswind -incluida en el catálogo de Filmin- propone un viaje de reconocimiento de la historia báltica a través de las cartas de una mujer, Erna, que en junio de 1941 fue una de las 40.000 personas desplazadas a Siberia por orden del líder soviético Iósif Stalin. El dispositivo empleado por Helde consiste en la puesta en escena a partir de la ilusión de fotografías vivas, con la cámara haciendo movimientos coreográficos sobre los personajes detenidos en el tiempo como estatuas.
Esta puesta en escena nada tiene que ver con la de Scandinavian Silence, aunque también se ancle en una estructura comprometida con los discursos de los personajes y se ilustre de manera tan estricta su cumplimiento. La acción no puede ser más simple: Tom (Reimo Sagor) es un joven que acaba de salir de la cárcel y es recogido por su hermana pequeña, Jenna (Rea Lest), en la carretera para llevarlo de vuelta a casa. Si en In the Crosswind se producía una progresión poética del ánimo a partir de la lectura de las cartas, en Scandinavian Silence se incorpora sentido dramático a medida que se repite el trayecto en coche. Y es que la sencilla acción explicada unas líneas atrás se muestra tres veces en pantalla.
El silencio es un elemento fundamental de cada una de las partes que componen el tríptico sobre estos dos hermanos que se reencuentran después de muchos años, los que ha pasado Tom en prisión. Otro elemento fundamental es la palabra. El silencio y la palabra determinan las variaciones de los segmentos y se entiende que la simplicidad argumental no es una cuestión perezosa o provocada por algún desánimo personal, sino una virtuosa solución para el experimento formal que Helde ha ideado en esta ocasión. El primer tramo ofrece el silencio de Jenna y un monólogo de Tom. Es una entrada misteriosa a la película, no queda claro si pertenece al género del thriller, por el enigma y la incertidumbre; o al drama familiar de secretos y mentiras. En cualquier caso, Tom habla y habla y revela por qué ha estado en la cárcel, por qué quedan solo ellos dos de una familia rota que se nutría de los abusos. Queda claro que son dos criaturas miserables y solitarias más de este mundo.
En el segundo tramo tiene lugar el monólogo de Jenna y el silencio de Tom. La extrañeza aquí es mayor, la película ha vuelto a empezar y quien hablaba, ahora calla y quien callaba, ahora habla. Misma historia de abusos, con veladas acusaciones sobre inacciones e interesados desconocimientos. No es un reflejo fiel a la primera parte, no hay simetría, no mantienen una relación especular. La puesta en escena sigue siendo el montaje de plano/contraplano, advirtiendo pequeños gestos y miradas. El nuevo monólogo permite reflexionar sobre este recurso y el uso que hace Helde de él. Es innegable la cinefilia de este cineasta y la referencialidad cinematográfica que puede atribuirse a esta película concretamente. El monólogo recuerda a esos apartes de confesión e intimidad a los que recurría Ingmar Bergman, probablemente por su tradición teatral; mientras que la estructura repetida con variaciones refiere a la obra de Hong Sangsoo, tan juguetona y estimulante, también depurada y esencial, como esta Scandinavian Silence.
El último tramo recupera a Tom en la carretera siendo recogido por Jenna. Aquí no hay monólogos, solo silencio, con excepción de un par de frases al final. Los dolores y sinsabores de estos personajes estaban condensados en los pasados monólogos y ahora queda solo ver el maltrato social y la poca fortuna de los desangelados. ¿Cómo no iba a tener una fotografía en blanco y negro esta realidad fría y cruel? ¿Cómo no van a brotar los colores cuando ambos hermanos se cogen de la mano en un gesto de discreta y resuelta reconciliación? Sí, son dos criaturas miserables y solitarias más, pero, en ocasiones, cuando un miserable acaricia a otro, puede obrarse un pequeño milagro.
Scandinavian Silence (Skandinaavia vaikus, Estonia, 2019)
Dirección: Martti Helde/ Guion: Martti Helde, Nathaniel Price/ Producción: Elina Litvinova/ Fotografía: Sten-Johan Lill, Erik Põllumaa/ Montaje: Jaak Ollino Jr./ Diseño de Producción: Anneli Arusaar/ Música: Mick Pedaja/ Reparto: Rea Lest, Reimo Sagor.