SAN SEBASTIÁN 2020: NEW DIRECTORS
Un futuro próximo
Bajo la amenaza de ser cancelada hasta el último momento por los riesgos de la pandemia y con la permanente presencia de las medidas de seguridad contra la COVID-19, la 68 edición del festival de San Sebastián ha sido un tanto extraña. Antes de comenzar, pudiéramos haber imaginado que, además de afectar a la celebración del festival, la crisis sanitaria mundial pudiera haber disminuido la calidad de las obras programadas. Sin embargo, y teniendo en cuenta que la organización redujo el número de películas seleccionadas, el nivel mostrado, incluida la sección New Directors, no tiene nada que envidiar al de otras ediciones.
La sección de New Directors no ha sido una excepción, primeras o segundas películas de realizadores que nos muestran un panorama enriquecedor y variopinto. Además, en otras secciones, dos óperas primas como Beginning (Dea Kulumbegashvili, Georgia) y Sin señas particulares (Fernanda Valadez, México) ganaron la Concha de oro y mejor película en la sección de Horizontes Latinos respectivamente. Una edición, por tanto, relevante en cuanto a trabajos primerizos y que ilumina un futuro cinematográfico ilusionante. Centrándonos únicamente en la sección de New Directors, la organización ha programado trabajos de cinematografías asiáticas, americanas y europeas, en las que ha predominado el drama, y que hemos querido dividir en varios puntos para encontrar las similitudes o diferencias entre ellas.
Descrédito
El proceso de descrédito que sufre O-bok, una mujer de más de sesenta años que vende pescado, al querer denunciar una violación de un compañero de mercado, es el hilo conductor de Gull / Gal-mae-gi (Kim Mi-jo, Corea del Sur). Su marido no la cree, sus compañeros de trabajo no la apoyan e incluso un policía le asegura que no tiene nada que hacer ya que iba borracha, era de noche y no existen testigos dispuestos a verificar su versión. Gull / Gal-mae-gi destapa la invisibilización que sufre una mujer al denunciar una violación y lo hace de manera única y conmovedora. Primero, porque se sirve de las elipsis para eludir las escenas en las que O-bok recuerda la violación, y segundo porque utiliza el fuera de campo para evitar cualquier acto violento contra O-bok. Por tanto, no se muestra ni la violación, ni las agresiones, ni los ataques de ira que sufre su protagonista; tampoco la confesión de lo sucedido. Gull / Gal-mae-gi otorga la dignidad que se merece su protagonista, no le da voz al violador, incluso prácticamente le aparta de la pantalla. Decisiones que encumbran a la película como una de las mejores de la sección de New Directors.
Si en Gull / Gal-mae-gi no se especula con la crueldad de la violación, ni con el paroxismo de su confesión, en Spagat (Christian Johannes Koch, Suiza) el conflicto ocupa el centro de todo el relato. La desaparición de unos auriculares en un colegio conlleva el desarrollo de una trama en la que se citan un migrante ilegal perseguido por la justicia, una profesora que es infiel a su marido, una adolescente que desea participar en una competición de gimnasia y otra menor que quiere desapegarse de la protección materna. Todo un revuelto que pudiera convertirse en pastiche y farsa si no fuera por el perfecto equilibrio que guardan los giros de guion y la presencia de cada personaje en la película. Spagat habla de migración, de educación, de adolescencia y de infidelidad, pero la intención de la película no es hacer un mapeo de realidades en la suiza contemporánea, su deseo es mostrar la vorágine involuntaria que puede condenar a sus personajes a tomar decisiones indeseadas.
Bordeando el terreno de la farsa, lo cursi y el simulacro, encontramos Spring Blossom (Suzanne Lindon, Francia), una película que narra el enamoramiento de una adolescente de dieciséis años con un treintañero. La ópera prima de Lindon se aleja de cualquier mirada paternalista o moralista, como de cualquier idealización de la relación. Es sencilla en su propósito, la visión del amor de una adolescente, y sumamente sugerente en las resoluciones líricas que toma. Spring Blossom es aire fresco para una sección New Directors bombardeada por el drama.
Destierro
Desterrados y apátridas, cuerpos abandonados para la administración, pero necesarios para el sistema, escondidos en islas o en cobertizos deambulan en los márgenes imperceptibles de la sociedad. Limbo (Ben Sharrock, Reino Unido) y Along the sea (Akio Fujimoto, Japón-Vietnam) nos revelan dos historias de migración, exilio y destierro. En Limbo, unos refugiados esperan en una isla de Escocia a que se les conceda su petición de asilo para poder trabajar legalmente. Mientras tanto, su cotidianeidad se llena de conversaciones anodinas donde rebosa la esperanza. Limbo maneja el humor con ironía punzante y realidad absurda: “en medio del Atlántico teníamos más cobertura que en esta isla”, le comenta un refugiado a otro, y lo adereza con el drama de sus vidas: huidas de supervivencia, miseria y horror. La película gana en cuanto la balanza entre la ironía y la tragedia queda en equilibrio, y pierde cuando el drama opaca cualquier atisbo de humor.
Along the sea es un drama clásico en el que se narra cómo una red de trata esconde en un garaje a tres veinteañeras vietnamitas para trabajar en una industria de pescado en Japón. Las jóvenes aceptan su situación con el objetivo de conseguir un salario mayor que en su país de origen, sin embargo, tras unos problemas estomacales y la imposibilidad de usar los servicios sociales, una de ellas toma más riesgos de los permitidos por la red. Al igual que ocurría con Gull / Gal-mae-gi, Along the sea narra una historia conocida con un desenlace esperado, no necesita de giros de guion, ni de grandes destrezas narrativas para componer una obra sumamente emocionante e hiriente. Un cine que es necesario, reflexivo y conmovedor.
El destierro también es parte de la temática de Casa de antiguidades / Memory house (João Paulo Miranda Maria, Brasil-Francia) y I never cry (Piotr Domalewski, Polonia-Irlanda). La película franco brasileña se puede entender como una alegoría contemporánea del país carioca, donde algunos estratos sociales están condenados al ostracismo, donde la corrupción y el abuso de poder impregnan a las elites económicas o donde las culturas indígenas son despreciadas y sometidas. Potentes imágenes compuestas de metáforas en la que se descompone el hilo narrativo. Por otro lado, I never cry relata el viaje de una adolescente desde Polonia hasta Irlanda para recoger el cuerpo de su padre fallecido. Una odisea con tintes disparatados que a diferencia de Limbo no consigue equilibrar lo dramático con lo humorístico.
Desamparo
Una de las películas más gratas e ilusionantes fue La última primavera (Isabel Lamberti, Holanda-España). Ganadora del premio a la mejor película de la secciónde New Directors, en la obra se juega con los límites de la ficción y la realidad al dramatizar la cotidianeidad de una familia que vive en la Cañada Real. Lamberti trabaja con los prejuicios del espectador y dignifica a sus personajes. Por ejemplo, en una escena se observa al padre de familia reparando la conexión ilegal a la red eléctrica que tienen en el asentamiento, sin embargo, minutos después el propio personaje recorre el barrio para intentar recolectar dinero para comprar un transformador. Si bien es cierto que el dispositivo es funcional y se acaba prestando al drama, La última primavera muestra otra manera de hacer cine, cuyo referente más próximo es Entre dos aguas (Isaki Lacuesta, 2018).
Desamparados, intrusos en su propio entorno son los personajes de Andrey en Chupacabra (Grigory Kolomytsev, Rusia) y de Junsheng en Slow singing (Dong Xingyi, China). Andrey es un niño solitario que mantiene una relación tormentosa con su madre que quiere mandarlo a una residencia en la ciudad más cercana. Con una puesta en escena que recuerda al cine de Andrey Zvyagintsev, Chupacabra se sirve del mito para aportar posibles soluciones a las necesidades de Andrey. En contraposición a Andrey, Junsheng acaba de salir de la cárcel y vuelve a su pueblo natal. Después de veinte años, el pueblo ha cambiado y las intenciones de Junsheng por hacerse con el control del pueblo no encuentran resistencia. Ni existe un criminal temeroso ni sus antiguos compinches de delito se quieren acercar a él. La mayor virtud de Slow singing la encontramos en las escenas en las que la agresividad de Junsheng no genera ni el más mínimo temor, sino más bien el absoluto ridículo.
Si las dos anteriores obras se centran en dos personajes, Ane (David Pérez Sañudo, España) y Campanadas a muerto (Imanol Rayo, España) son películas con elencos corales con ciertas similitudes. En ambas películas, aunque lo dramático ocupa el centro del relato, predominan los giros de guion y las piruetas narrativas. En Ane confluye el embarazo de una adolescente, la delincuencia juvenil, la relación conflictiva entre padres e hijos o las protestas contra la construcción de la alta velocidad en el País Vasco. Resalta la actuación de Patricia López Arnaiz dando voz a Lide, la madre de Ane. Campanadas a muerto retuerce a un más los giros de guion en una narración en que los saltos entre pasado y presenten se combinan hasta resolver todos los entresijos de los personajes. Es una lástima que ambas obras no sostengan una narración más contenida que pudieran haber potenciado los sentimientos de sus personajes, aunque bien es cierto que las dos mantienen la tensión en historias complejas.
New Directors
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