SAN SEBASTIÁN 2019: SECCIÓN OFICIAL
Crónica de la Sección Oficial de San Sebastián 2019
Belén Funes, David Zonana, Paxton Winters, Ina Weisse, Gonçalo Waddington; Sonthar Gyal, Louise Archambault, Alice Winocour… Desde que salió el grueso de su programación, la sexagésimo séptima edición del Festival de San Sebastián era una incógnita. Los cinco primeros directores mencionados podían haber estado programados en la sección de nuevos directores pero presentaron su debut en el largometraje (o segunda película) directamente en Sección Oficial. Los otros tres apenas tenían una breve y poco conocida carrera a sus espaldas; tampoco demasiado llamativa. Algo parecido pasaba con el que, para quien esto escribe, ha sido el mayor descubrimiento del festival: el kazajo Adilkhan Yerzhanov, apenas conocido en Europa.
Había que fiarse por los avales. Belén Funes tenía tres estimulantes cortometrajes tras de sí; entre ellos Sara a la fuga (2015), su primer trabajo e inspiración de su debut en el largometraje. Filmada como si de una película de los hermanos Dardenne (Rosetta, 1999) se tratara, La hija de un ladrón acabó siendo la mejor película española a competición. Funes confía la película a sus intérpretes Eduard y ?sobre todo? Greta Fernández, padre e hija, en un poderoso relato sobre la precariedad, la soledad y la tenacidad de la joven madre protagonista. Asimismo, venía avalado por su trabajo como cortometrajista el mexicano David Zonana. Mano de obra también trata las penurias del trabajador contemporáneo pero de forma muy distinta. La inmersión, la empatía y el seguimiento de La hija de un ladrón ceden el relevo a una riguroso dispositivo de planos estáticos que no se interrumpen hasta acabar la escena, así como a un planteamiento más metafórico e intelectual de la lucha de clases, tan lúcido como amargo.
De un director estadounidense (¡tejano!) y con producción de Darren Aranofsky venía Pacificado, una película sobre las favelas de Brasil. A la postre Concha de Oro y premio a Mejor actor (Bukassa Kabengele) y Fotografía (Laura Merians). Su mayor mérito: no parecer la producción exótica que cualquiera podría temer probablemente gracias a la colaboración de siete años entre el director Paxton Winters y la comunidad de Morro dos Prazeres (según el catálogo). Pese a todo, la segunda película de Paxton Winters no es nada que no hayamos visto antes en, por ejemplo, Baronesa (ver crónicas del IBAFF y DocumentaMadrid) o Baixo Centro (Filmadrid). Paxton Winters dedica el mayor presupuesto de su película a simular la inmediatez que aquellas lograban con actores no profesionales y trabajando a pie de calle. Tal vez sea esa simulación, sin duda exitosa, lo que premió el jurado. Todo lo contrario sucede en la muy discreta Lhamo and Skalbe, que sin embargo transmite autenticidad por todas partes. Antes de convertirse en uno de los primeros cineastas tibetanos Sonthar Gyal creció en el campo, en la provincia de Qinghai (China), lo que le permite mostrar con delicadeza y sin exotismo la idiosincrasia local, sus creencias, sus ritmos y sus conflictos con la modernidad.
Ina Weisse es una actriz veterana que recientemente ha saltado a la dirección. Con su segundo largometraje, The Audition, demuestra esta experiencia al otro lado de la cámara al sacar lo mejor de una actriz brillante como Nina Hoss (merecido premio ex aquo a mejor actriz). Al contrario de tantas películas sobre música clásica o sobre el perfeccionismo patológico entre cuyas aguas navega Ina Weisse sin naufragar, The Audition corta siempre sus escenas en el punto en que otras se entregarían al éxtasis musical o masoquista. Un ejercicio de contención necesario para refinar un retrato con tantas aristas y frentes abiertos como el de la protagonista. También les sonará familiar a los amantes del cine portugués contemporáneo el nombre de Gonçalo Waddington, quien ha participado en películas de Miguel Gomes, Marco Martins, Margarida Cardoso, João Canijo e Ivo M. Ferreira. Ahora, con Patrick ha presentado su segundo largometraje como director. Una trama truculenta sobre cómo las víctimas pueden convertirse en victimarios y un atento conocimiento de los entresijos del dolor. La historia de un niño secuestrado que reaparece 12 años más tarde en escabrosas circunstancias incluye, además, una madre rota que no soporta que alguien ocupe la ausencia del hijo perdido, una tía que ha encontrado en el dolor y la dependencia de su hermana la manera de realizarse y una joven resplandeciente cuyo único rol es ser sacrificada en aras de la caída del protagonista. El único problema de Patrick, con un verdadero potencial por explotar, es no encontrar la puesta en escena que permita matizar y dinamizar relaciones tan complicadas.
También tuvo el dolor como protagonista la película canadiense Y llovieron pájaros, de Louise Archambault a partir de la novela de Jocelyne Saucier. No obstante, en este caso se trata de una película pretendidamente terapéutica que muestra cómo la vida en la naturaleza ayuda a superar (o tolerar al menos) el dolor y la pérdida. Todo resulta sin embargo una farsa de Thoreau, donde el director parece aprovecharse de las situaciones más dramáticas para exhibir orgulloso su sensibilidad para enfrentarlas. Sin entregarse nunca al melodrama o al miserabilismo, esta orgullosa, autosatisfecha y azucarada contención es algo peor. También en torno a la manera de concebir el drama giraba Proxima, la historia de una madre astronauta y su hija que venía de ganar una mención especial en Toronto y que en San Sebastián sumó el Premio especial del Jurado.
Luego estaban los nombres conocidos. A alguno era mejor no conocerlo, y apenas hubo sorpresas. Alejandro Amenábar iba a presentar una película sobre la tercera España (“ni de izquierdas ni de derechas, de…”) y los directores de la mastodóntica Handia otra película de la Guerra Civil, esta vez apostando todo a un estrecho y espectacular dispositivo: el punto de vista de un topo que vive la guerra y la dictadura encerrado en un escondite. La trinchera infinita tiene todas las ambiciones, estrellas, fotografía de claroscuros, metáforas y prótesis de la academia… que cada cual la juzgue. De ella y de Mientras dure la guerra tendremos ocasión de hablar en otro artículo.
Estaba también el creador de la simpática broma alargada El secuestro de Michel Houllebecq. Thalasso se trata de la secuela de aquella, con similar resultado y el atractivo de ver en pantalla al tándem Houllebecq-Gérard Depardieu haciendo de sí mismos. Es una película sin sorpresas, ni para bien ni para mal. Imaginen algo parecido en España con Bertín Osborne y Sánchez Dragó. Pues eso.
Otro nombre: Malgorzata Szumowska, fabricante de película de festivales (Mug, 2018). The Other Lamb es la enésima historia sobre el retorno o toma de conciencia con la primera regla de la oscuridad que anida en una comunidad cerrada, aquí una estatizada secta en el bosque. Mucho zoom siniestro y composiciones románticas para una película olvidable. Por su parte, la directora de Sufragistas (2015), Sarah Gavron, demostró en Rocks su habilidad para captar la energía de un grupo de chicas en la sociedad contemporánea de los smartphone e Instagram, pero también una tendencia sin escrúpulos hacia la lágrima fácil en este drama fácil de niños abandonados. Lo más molesto es comprobar cómo el buen hacer de la directora se pone al servicio de esconder y lavar la miseria y la pobreza hasta lo inverosímil, como si la mentira fuese el peaje necesario para hablar de ello.
Entre los directores conocidos estaban, al menos, un director querido por su cinefilia irreverente, James Franco, y un director favorito de la cinefilia más exigente, José Luis Torres Leiva, de cuya Vendrá la muerte y tendrás tus ojos ya hablamos a propósito del cine chileno de esta edición. ¡Y a última hora sacaron de concurso a Zeroville, la imperfecta pero entusiasta película de Franco, por haber sido presentada sin aviso a un festival ruso! Muchísimo más libre y sorprendente que The Disaster Artist, Zeroville es en muchos sentidos un despropósito. Como si tras investirse de Tommy Wiseau James Franco se adscribiera voluntariamente a la estela de The Room en busca de la intensidad y la energía que tiene, cuando funciona, una mala película. En algunos momentos todo esto parece demasiado buscado y pierde la gracia, pero en otros se nota la auténtica intensidad de la más imperfecta pasión por rodar de un director que no evita el riesgo.
Acabemos con lo mejor. A Dark-Dark Man es un thriller atípico fruto de una mirada personalísima, a medio camino entre los thrillers rurales (Memories of Murder, Bong Joon-ho) y la desestabilización del género criminal por la introducción de personajes propios de Jacques Tati que ha realizado Bruno Dumont (La humanidad). Adilkhan Yerzhanov adapta el género a las desangeladas llanuras de Kazajistán y a la corrupción local. El arco de redención de un policía corrupto puede parecer ya visto, pero en la película de Yerzhanov se inserta en una meditación más amplia y sin soluciones fáciles sobre el precio violento de sacar la verdad a la luz y la búsqueda de un motivo por el que merezca la pena hacerlo. En una edición sin grandes nombres, donde los desconocidos mostraron más solvencia que los habituales, la película de Adilkhan Yerzhanov es uno de esos regalos que llevarse al volver a casa.
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