San Sebastián 2017

SAN SEBASTIÁN 2017: EL TRIUNFO DEL HUMOR

El cine de 2017 se entiende en clave humorística

James Franco muestra la Concha de Oro de ‘The disaster artist’

Por su lugar en el calendario y la configuración de sus secciones, el Festival de San Sebastián se ha convertido en una especie de resumen que recoge lo más característico de Berlín, Cannes, Venecia, Locarno y Toronto. Un “festival de festivales”, en el que casi nada se estrena de nuevas, y que puede servir para trazar un mapa temático de las tendencias anuales a lo largo de otros festivales y eventos. Y, gracias a ello, podemos decir que este ha sido un año en el que ha dominado la comedia, en todas sus variantes. La Concha de Oro para The disaster artist (James Franco) es un claro ejemplo de ello, así como el Premio del Público de Tres anuncios a las afueras de Ebbing, Misuri (Martin McDonagh). Pero el festival ha acogido, en sus distintas secciones, a una amplia gama de subgéneros cómicos que han resultado triunfantes en certámenes como Cannes (The Square, Ruben Östlund), Berlín (En cuerpo y alma, Ildikó Enyedi) y Karlovy Vary (Muchos hijos, un mono y un castillo, Gustavo Salmerón), y que han recibido el beneplácito de la crítica con premios Fipresci (El otro lado de la esperanza de Aki Kaurismäki y El autor de Manuel Martín Cuenca) y del público, que ha premiado con sus votos a filmes como La gran enfermedad del amor de Michael Showalter (Premio del Público en Locarno y SXSW) y Visages/Villages de Agnès Varda (Premio del Público al mejor documental en Toronto).

El otro lado de la esperanza

Premios y reconocimientos aparte, está claro que el mundo del cine está viendo con mejores ojos a un género que siempre ha sido menospreciado, y la razón es que la comedia está mutando y adaptándose a las circunstancias. El primer ejemplo sería Le sense de la fête, de Olivier Nakache y Eric Toledano. Una de las películas con la que más se ha reído la prensa y, sin embargo, una de las que más palos se ha llevado. ¿Por qué? Porque no aporta absolutamente nada. Sus ágiles diálogos y su sentido del caos no sirven para enmascarar una comedia de enredos típica y tópica, sin conflicto, sin interés y hecha con el piloto automático. Algo parecido a Operación Concha (Antonio Cuadri), aunque en esta ocasión las deficiencias son más evidentes. Cada vez es más notable la unión entre crítica y público para pedir algo más que la risa, como demuestran la buena acogida de dos comedias románticas (un subgénero en principio simple y con reglas tremendamente comerciales) tan extrañas como En cuerpo y alma, donde la risa es incómoda y se encuentra entre silencios y extrañeza, y La gran enfermedad del amor, un gran éxito de taquilla en el que la chica está casi toda la película en coma y el chico es un pakistaní que hace bromas sobre el 11-S. Y es que el humor, por sí solo, no tiene sentido. Es un vehículo que, utilizado de una u otra manera, despierta en nosotros todo tipo de sensaciones.

Visages/Villages

En tiempos difíciles como los que vivimos, este año el humor ha servido para ver “El otro lado de la esperanza”, literalmente, del tema de los refugiados (la hospitalidad, la solidaridad, unir lazos). También para reivindicar con nostalgia la lucha obrera y el arte escondido en el pueblo más recóndito o en la persona que menos te esperabas, como hacen Agnès Varda y el artista callejero JR en Visages/Villages, y para poner de ejemplo una actitud positiva ante la crisis, la muerte y las adversidades como la que tiene Julia Salmerón en Muchos hijos, un mono y un castillo.

Parece mentira, pero todavía hay gente que no lo entiende. Que no están de, o que no tienen, humor. Y es una pena. Borja Cobeaga ha tenido que sufrirlos con motivo del pase de Fe de etarras, en la que (hay que remarcarlo) se ríe de los verdugos y no de las víctimas. Un proceso necesario para curar heridas y poder seguir adelante. Y para ello no hay nada mejor que el humor, un arma tan poderosa que es capaz de transmitir (con la ayuda de Javier Calvo y Javier Ambrossi) La llamada buenrrollista de la religión cristiana a través del reguetón y de canciones de Whitney Houston sin que resulte extraño, ni a creyentes ni a ateos. Y, al mismo tiempo, el humor puede ser una coraza evasiva ante el dolor más extremo, cabalgando al lado de la violencia como si se conocieran de toda la vida en Tres anuncios a las afueras de Ebbing, Misuri.

Fe de etarras

Utilizado como arma arrojadiza, el humor también sirve para hacernos sentir incómodos mientras nos reímos de cosas que no entendemos (The Square) o incluso de nosotros mismos (Vergüenza), haciendo gala de esa vergüenza ajena que fuera de nuestras fronteras se conoce como “spanish shame”. Algunos hasta han querido aprovechar para reírse de nosotros como espectadores, con ese falso-falso documental sin rumbo que es Ni juge ni soumise (Yves Hinant, Jean Libon), pero el público se la ha devuelto al cine riéndose de películas que, en principio, no buscaban esa reacción (El secreto de Marrowbone y Loving Pablo). Y es que el humor a veces sale de donde menos te lo esperas (o si no que se lo digan a Tommy Wiseau, director de The Room), e incluso el proceso de creación (El autor), o de destrucción en este caso (The disaster artist), pueden ser hasta más divertidos que el resultado final.

Lo que queda claro es que sin el poshumor, el metahumor, el humor involuntario, el absurdo, la deconstrucción del humor, el humor más blanco y el más oscuro… En definitiva el Humor, con mayúsculas, no se puede entender el cine de 2017. Ni la vida.

The Square
Fran Chico

3 comentarios en «SAN SEBASTIÁN 2017: EL TRIUNFO DEL HUMOR»

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