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RODIN

El escultor y su modelo

Si Rodin fuese un biopic corriente se titularía “Auguste” y tal vez sería una película dramáticamente más satisfactoria. También más convencional. Como Janis [Joplin] (2015), Jacques [Cousteau] (2016), Loving Vincent [Van Gogh] (2017), Loving Pablo [Escobar] (2017), Whitney [Houston] (2018) o tantas y tantas otras. Pero “Rodin” no es un nombre de persona, es la firma de un artista.

Rodin con Camille Claudel - Revista Mutaciones

Como director y guionista de Rodin, Jacques Doillon no pretende dramatizar la vida del escultor ni mostrar, con los ojos de hoy, a la persona bajo su firma; en lugar de ello, enmarca la vida de Rodin entre 1880 y 1900 (aquel periodo en Wikipedia bajo el epígrafe de “La madurez artística”) entre dos de sus obras: “La puerta del Infierno” y el “Monumento a Balzac”, la escultura que abrió la modernidad. Así, tanto las relaciones de Rodin con Camille Claudel y Rose Beuret como las apariciones estelares de Monet, Cezanne y Rilke, entre otros, se pretenden motivadas por la influencia que pudieron tener en su obra o como muestra de su “rechazo de artista” a la sociedad. Sin embargo, no siendo lo suficiente audaz como para expulsar del biopic toda psicología ni desvergonzadamente convencional como para sentar a Auguste en el diván, Doillon acaba cayendo en un lugar común peor todavía: la hueca psicología del genio.

Fuerte y sanguíneo, y poderosamente interpretado por Vincent Lindon, Rodin es un obrero del taller y un artista obsesionado. “Un artista adelantado a su tiempo”, “incomprendido”, que debe compensar sus inseguridades con una mujer que le alabe y le entienda y sirva de musa. Es el triste papel que Rodin concede a Camille Claudel, primero musa y alumna, después amante y compañera y, finalmente, amante despechada y rival celosa. La psicología del genio ofrece un pobre retrato de Rodin, pero es ella la principal perjudicada, siendo expulsada a los márgenes del relato. Con una estructura en bloques de secuencias separados por amplios lapsos temporales para abarcar las dos décadas del trabajo de Rodin, la película destierra la crisis de Camille que dará con ella en un psiquiátrico al territorio de las elipsis. De ella solo sabemos en tanto que comparte el mismo plano que Rodin. Pero cuando Rodin y Camille discutan y se separen definitivamente, la cámara solo le enfocará a él, sin interesarse por lo que le estará pasando a aquella mujer arrojada para siempre al fuera de campo.

Rodin, de Jacques Doillon - Revista Mutaciones

Doillon solo tiene ojos para Rodin y su obra. Ambos conectan por su interés por la fisicidad y no sorprende que sea en las escenas de Rodin trabajando donde encontramos el porqué de un film como este: un estudio de la relación entre modelo natural (y físico) y obra. En las mejores escenas, especialmente en el taller, Doillon trabaja el encuadre en profundidad para mostrar en un único bloque al escultor, la escultura en que trabaja y su modelo; o encuentra en las texturas de un árbol, de la puerta salpicada de yeso del taller o, por qué no, de la propia barba de Rodin, la naturaleza-modelo que le preocupaban más que la familia. Filmada en las localizaciones originales, sobriamente, con meditadas composiciones en profundidad y una cuidada coreografía, con planos amplios y largos atentos a los movimientos de Vincent Lindon, Doillon no pretende tanto imitar la obra de Rodin (aunque también abusa de una iluminación artificial y del contraluz para dar volumen a los cuerpos) o mostrarla siquiera acabada como retratar su proceso de trabajo y su evolución.

Bajo este punto de vista, la psicología del genio resulta una triste coartada desde la que indagar en la evolución del escultor en estos veinte años de maduración artística, desde la búsqueda del “verdadero” Víctor Hugo a su monumental Balzac. Aun así, pese a sus problemas de ritmo y su desinterés absoluto por los demás personajes, pocas películas han mostrado de modo tan cinematográfico el trabajo y evolución de un artista tan físico como Rodin.

Rodin, de Jacques Doillon - Revista Mutaciones


Rodin (Francia, 2017)

Dirección: Jacques Doillon / Guion: Jacques Doillon / Producción: Kristina Larsen (para Les Films du Lendemain, Artemis Productions y France 3 Cinéma) / Música: Philippe Sarde / Fotografía: Christophe Beaucarne / Montaje: Frédéric Fichefet / Diseño de producción:  Katia Wyszkop  / Reparto:  Vincent Lindon, Izia Higelin, Séverine Caneele

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